Salmón Sustentable

Por Pedro Serrano, Presidente de Fundación Terram, publicada en La Estrella de Chiloé, 3 de diciembre de 2005.


Los chilenos comemos poco salmón. La mayor parte de éste es para mercados de la Unión Europea, Norteamérica y Japón, entre otros. La pregunta es por qué entonces cultivarlos en Chile, tan lejos de los mercados. La respuesta es simple: porque las condiciones biológicas son óptimas, el acceso a las aguas nutrientes y limpias de Chile es en la práctica gratis, y porque la mano de obra es barata: un operador chileno puede ganar 120 mil pesos al mes, en cambio uno noruego, la competencia, en igual puesto, tres mil dólares. Hasta aquí el negocio está muy claro.

A estas condiciones de mercado se agrega nuestra débil legislación ambiental y un pésimo control. Esto permite que se puedan cometer aberraciones ecológico-ambientales con cierta soltura. Por otro lado, la legislación laboral es insuficiente y su supervisión es casi nula. La industria ha crecido más que la posibilidad de fiscalización del Estado, por lo que se registran abusos laborales notables en muchas de industrias, aunque no en todas, hay que reconocerlo

Por otra parte, los consumidores extranjeros -que son la causa, el motivo y el financiamiento de tan grande expansión- quieren comer salmón limpio, sin antibióticos, sin verde malaquita, de aguas puras, etc. Si las empresas quieren vender, tendrán que producir salmón limpio. Eso no cuesta mucho.

Pero el problema es más profundo: el salmón limpio, puede dejar literalmente la embarrada en los fondos marinos, contaminar grandes franjas de océanos y de lagos con lodos, bacterias, antibióticos, o exterminar biosistemas por invasión de voraces peces foráneos, como sucede actualmente en los lagos. Incluso no tenemos noticias de la "capacidad de carga" de las costas útiles, por lo que algunos plantean una moratoria de la expansión. Por todo esto y más, en Terram y otras instituciones de desarrollo sustentable queremos redefinir qué es limpio, calificándolo como lo sustentable en el sentido territorial. No sólo queremos que el producto sea limpio en sí mismo, sino que además se respete ambiental, cultural y económicamente el territorio. Hay que invertir en ciencia y medir; si no lo hacemos seriamente, podemos estar acumulando una gran cuenta para el futuro.
 

 


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