Transparencia en la salmonicultura

Columna de opinión de Marco Kremerman, economista Observatorio Laboral, publicada en diario La Nación el 10 de enero de 2007.


El año pasado se registró un intercambio entre organizaciones no gubernamentales y SalmonChile, asociación que reúne a casi todas las salmoneras del país. El debate se enmarcó en la campaña mundial por un salmón puro, efectuada en los principales países productores y consumidores de salmón cultivado. En diversas partes el proceso productivo detrás de los salmones y truchas ha sido cuestionado por las externalidades negativas que genera en el medio ambiente y la seguridad alimentaria.

Los países que consumen salmón empiezan a exigir productos limpios y a sancionar a quienes no cumplen estándares internacionales. En Chile, casi 95% del salmón se exporta, el impacto local es menor, pero los clientes de los países que lo importan han empezado a ver las condiciones de los trabajadores y trabajadoras de la salmonicultura y el impacto ambiental de esta actividad. En esta dirección apuntan Terram, Oceana y Ecocéanos, con matices entre ellas. El salmón cultivado en Chile no se elabora de modo sustentable. Para argumentar esto han elaborado estudios sobre distintas temáticas. SalmonChile ha calificado estas críticas como infundadas y ha cuestionado su rigurosidad. Ha dicho que se ponen en jaque más de 50 mil empleos. Porque la salmonicultura ha crecido de modo impresionante. Los retornos llegarán a 2 mil 50 millones de dólares en 2006, 17 veces más que en 1990. Tiene 53 mil 400 puestos de trabajo, de los que 15 mil son indirectos. La actividad se ha concentrado en la X Región y avanza en la XI Región.

Pero no nos engañemos, después de años de crecimiento sólo en los últimos 18 meses empieza a haber conciencia. Si uno realiza una encuesta, es probable que de cada diez personas, sólo tres estén al tanto de qué es la salmonicultura y su importancia en la canasta exportadora nacional. Sociedades como la nuestra se hicieron de arriba para abajo. El Banco Mundial lo reconoce. Las elites diseñaron las instituciones. Y cerca del bicentenario aún carecemos de proyecto colectivo, de estrategia que tenga como filosofía el bien común. La salmonicultura es un fiel reflejo. Académicos de prestigio, como el fallecido Norbert Lechner, sostienen que en la sociedad chilena hay una brecha entre la modernización y la modernidad. La salmonicultura se preocupó de crecer y crecer, sin incorporar la pregunta de “cómo se crece”. Si desde el extranjero nos empiezan a apretar, ahí nos preocupamos de los estándares. Por ello, hasta la fecha existen muy pocos estudios que reflejen la realidad laboral y ambiental de la salmonicultura chilena.

SalmonChile acusa a las ONG de que sus estudios son poco rigurosos, pero uno se pregunta por el aporte a la rigurosidad de esta asociación: ¿cuántos subcontratados hay en la industria? Se habla de 6%, pero qué estudios avalan esa cifra, cuáles son las empresas que más subcontratan, cuántos son hombres y mujeres, en qué actividades. De los 38 mil 400 empleos directos que se registran, cuántos corresponden a mujeres y a hombres. Queremos saber la utilidad de Marine Harvest en 2004, el resultado operacional de Pesquera Camanchaca en 2005, cuánto representa la planilla en relación a los costos de Salmones Antártica en 2003. O por qué SalmonChile en su memoria no informa que Río Dulce maquila parte de la producción de Empresas Aqua Chile, una de las salmoneras más grande del mundo. O por qué nadie informa las duras condiciones laborales en Río Dulce, en Quellón.

La falta de transparencia es consecuencia de esta gran brecha entre modernización y modernidad y la falta de un proyecto colectivo. Sólo la empresa Invertec, por ser abierta y transar acciones en la bolsa, es la única obligada a publicar su información financiera. El resto está en la oscuridad. No se trata de boicotear el desarrollo. Todo lo contrario, de dar un salto hacia él. Pero el progreso por sí mismo no sirve. Se necesitan empleos decentes, transparencia en la información, un poco de equilibrio. Los grupos económicos ligados a El Golfo, Itata y Coloso anunciaron su ingreso a la salmonicultura. Todos estaremos observando el comportamiento de éstas y el resto de las empresas de la actividad. Es el momento que Chile salga del subdesarrollo y las ONG no tengan que andar fiscalizando a las empresas.


Publicado en: Opinión

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