Energía nuclear, ¿una opción real?

Columna de opinión de Sebastián Ainzúa, de Fundación Terram, publicada en La Nación el 19 de junio de 2008.


Por estos días, un grupo de senadores de distintos partidos (UDI, RN, DC y PS) presentaron un proyecto de ley que busca promover la "energía nuclear" en nuestro país. Los parlamentarios han tomado como argumento para esta iniciativa la actual crisis energética, por lo que se hace necesario buscar formas de enfrentar la estrechez.

Más allá de los cuestionamientos que han existido sobre este tipo de energía, sobre todo en lo relacionado con las catástrofes como la ocurrida en Chernobyl -conocida como el mayor desastre en el uso pacífico de la energía nuclear- las propuestas sobre esta energía tienen una serie de problemas prácticos que es necesario contemplar antes de promover este tipo de solución energética.

Recurso no renovable: de acuerdo con estimaciones existentes, las reservas de uranio alcanzarán sólo para 60 años (80 años, en el caso de las proyecciones más optimistas). Por tanto, usar esa fuente energética sería caer en la misma lógica del uso de gas natural o del petróleo. Es decir, depender de recursos no renovables que o se agotan y se cierra la llave o suben de precio de forma exponencial. Es más, ya en la actualidad los precios del uranio han crecido de forma similar al precio del petróleo: en enero de 2006 el precio de la libra de uranio era de 36 dólares y en abril de 2007 el precio había llegado a los 113 dólares, evidenciándose un aumento de 214% en un poco más de un año en su valor.

Balance energético: un aspecto relevante en el análisis es el balance energético, que se refiere a cuánta energía aportan los proyectos en comparación con cuánta consumen. En este sentido, las investigaciones muestran que la construcción de las plantas y el desarme de éstas -cuando se acaba su vida útil- consumen más energía de la que aportan al sistema. Es decir, el balance es negativo. Dicho de otra forma, los proyectos de energía nuclear consumen más energía que la que generan. Así, por ejemplo, si la planta produce 10 mil Kw., consume 15 mil Kw.

Disposición de desechos: otro problema relevante es dónde colocar los desechos nucleares. Es permanente el conflicto que ocurre cuando los países tienen que disponer de un lugar en el cual depositarlos. No hay forma simple de resolver este problema. En Estados Unidos, por estos días, hay una fuerte discusión pública sobre el asunto. Los estados han promulgado leyes que prohiben el tránsito de estos materiales por sus territorios. En tanto, Chile ha tenido que enfrentar, en un par de oportunidades, los conflictos producidos por el transporte de desechos desde Japón a Francia, generándose entre la ciudadanía una fuerte oposición a dichas iniciativas.

No es energía limpia: es común escuchar que la energía nuclear es más limpia en términos de emisiones. Eso es cierto cuando se habla de la generación de electricidad, pero no cuando se considera todo el proceso productivo que se requiere para producir dicha energía (minería, enriquecimiento, transporte, etc.) y las actividades posteriores (desechos, desmantelamiento, etc.). Por ejemplo, según un estudio de Van Leeuwen, si se utiliza sólo mineral de alta ley, las emisiones de CO2 que se emiten equivalen entre 20% y 30% de las emisiones de una central a gas. En cambio, si se usa mineral de baja ley las emisiones de CO2 serán mayores que las emitidas por centrales a gas.

Estos son algunos de los elementos que nos llevan a decir que la energía nuclear no es una opción viable para Chile. Por cierto que hay más elementos que podrían ponerse en la balanza, como los altos subsidios y costos que implica esta energía para los Estados (que siempre terminan subsidiando la producción de energía nuclear) o las posibles tensiones geopolíticas que se generan por efecto del uso de uranio, asimismo, las características geológicas de nuestro país -zona sísmica- que generan altos riesgos para este tipo de actividades.

En consecuencia, se hace necesario mirar la discusión sobre energía nuclear sobre la base de todos los antecedentes relevantes y no dejarnos llevar por la coyuntura actual o por la estrechez energética. Es decir, las opciones de energía deben planificarse con miradas estratégicas de largo plazo, no para resolver problemas de coyuntura.


Publicado en: Opinión

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