»La carta del obispo Infanti hará historia»

Muy impresionado quedó el mítico teólogo de la Liberación, Leonardo Boff, luego de leer la carta “Danos hoy el agua de cada día”, escrita por el obispo de Aisén, Luis Infanti, que presentaron juntos la semana pasada en Coyhaique. El Mostrador 01 de septiembre de 2008.


Tanto, que incluso está pensando difundirla en algunas de sus ponencias a nivel mundial y propiciar una traducción al portugués.

Polémico y muy criticado por el mundo eclesiástico, el ex religioso franciscano que fuera silenciado por un año durante el pontificado de Juan Pablo II tras un proceso dirigido por el actual Papa Benedicto XVI como Prefecto de la Congregación para la doctrina de la fé, ha liderado una fuerte lucha en pro de los pobres y excluidos, entre los que cuenta al propio planeta Tierra.

A sus 69 años, el también teólogo de la ecología, considera que la doctrina que impulsó durante los 60’ sigue plenamente vigente y que además ya forma parte del alma de muchos sectores importantes de la Iglesia.

En su visita al país, cuyo principal objetivo fue acompañar a Infanti en su cruzada por el agua y los recursos naturales, conversó con El Mostrador.cl y dio su particular punto de vista sobre el rol del Vaticano, el sitio que ocupa el medioambiente para la humanidad y la importancia de los pueblos indígenas en el desarrollo sustentable y espiritual del mundo. Incluido Chile.

¿Cómo evalúa la situación de la Teología de la Liberación en América Latina hoy?

-Siempre una semana antes de los foros mundiales sociales hacemos el foro social de la Teología de la Liberación: ahí uno se da cuenta de la gran discusión que tiene esta teología, particularmente en América Latina, donde está más presente que todo en las comunidades de base. Yo diría que ya es una teología mundial.

¿Y la Iglesia se ha hecho eco de esta doctrina?

-Las pastorales sociales, el trabajo con niños de la calle, el combate contra el hambre…todo ese movimiento que la Iglesia mantiene, tiene como referencia la Teología de la Liberación. Yo diría que todas las diócesis que se toman en serio los problemas de justicia y pobreza, la adoptan naturalmente como una fuente de inspiración, como un punto de referencia. No es tan visible como era antiguamente. Existe, pero ya no es polémica, porque es una teología muy normal en sectores importantes de la Iglesia que han optado por los pobres, los cambios sociales, por ensayar nuevas formas de liberación en las bases. Así como por impulsar una cultura más popular con liturgias más participativas.

En cuanto al Papa Benedicto XVI, que fue quien dirigió la Congregación que lo silenció por su libro “La Iglesia, Carisma y Poder”, ¿qué opina de su rol como Sumo Pontífice?

-Una cosa es ser cardenal. Ahora como Papa tiene la visión más global de la Iglesia. Tiene que ser más pastor, debe viajar, conversar con el mundo. Y aunque tiene una postura más bien conservadora, considero que es un gran intelectual, una persona que sabe trabajar los grandes temas de diálogo, Iglesia y religión. Hay que tomar en cuenta que es una persona muy enferma, casi no puede viajar: se fue a Australia y necesitó 3 días de reposo. Entonces con todos esos límites intenta en el fondo llevar adelante el gran proyecto de Juan Pablo II, porque a mi juicio no tiene un proyecto propio de Iglesia. En cambio, Juan Pablo II quería reforzar el carácter religioso y mostró el carácter político de la religión: convocaba mucha más gente que cualquier político del mundo: donde iba, iban millones. Entonces la religión tiene una significación, el tema es darle un sentido liberador que anime la espiritualidad de las personas, el sentido de justicia, de cooperación, de más respeto a la naturaleza. Yo me desviaría a que la Iglesia se asociara a otros grupos que quieren lo mismo, como otras iglesias, grupos humanistas, pero el Papa tiene una cierta sospecha de que toda la modernidad es muy materialista y pretende que cambie para que se convierta en un aliado confiable.

¿Cómo se vincula la Teología de la Liberación con su postura ecológica?

-No es una alternativa, es un enriquecimiento de la misma teología. Porque escucha siempre el grito del oprimido, pero no solamente las personas gritan: la Yierra grita, la naturaleza grita. Entonces si la marca registrada de la Teología de la Liberación es la opción de los pobres hay que insertar al gran pobre que es la Tierra. Nos hemos dado cuenta que la misma lógica que explota personas, clases, países, también explota la Tierra, por lo que hay que incorporar la salvaguardia de la Tierra. Si no la incluye no sirve.

¿Qué representa la ecología para la humanidad en los tiempos que corren?

-A mi juicio es la única respuesta a la crisis que amenaza al planeta y al sistema de vida. Es decir o tenemos un comportamiento adecuado y vamos a limpiar o simplemente nos perdemos. Pero hay que entender la ecología mucho más allá del puro ambientalismo, porque también hay ecología social. Y este tipo de sociedad energívora que estamos construyendo, que no respeta la naturaleza, que sólo se preocupan de acumular, es absolutamente insostenible, porque deja de lado casi a la mitad de la humanidad. Y devasta terriblemente los escasos recursos naturales. También hay una ecología mental: tener prejuicios, regresiones que nos llevan a tratar la Tierra y los recursos como algo fuera de nosotros. No hay un sentido de responsabilidad con la Tierra, el sistema actual no está basado en la cooperación, sino en el individualismo, en la acumulación privada, de bienes materiales y competencia.

¿Cómo siente que está abordando el Vaticano el tema medioambiental?

-El Vaticano está cada vez más despierto a la temática. El 1 de enero de 1990 el Papa Juan Pablo II hizo un discurso muy importante sobre la Tierra y la ecología, pero casi nadie reaccionó. Sólo ha habido reacción en vista del calentamiento global. El actual Papa sigue diciendo que hay que comprometerse. Y el Consejo Mundial de Iglesias hace ya muchos años creó una especie de slogan diciendo que la justicia, la paz, y la preservación de la naturaleza, son los tres grandes ejes de la nueva evangelización.

¿De qué forma cree que la carta de Infanti podría remover a la Iglesia y al Estado chilenos en cuanto a la situación de los recursos naturales en el país?

– La región de Aisén es uno de los lugares más ricos del mundo y esa herencia que pertenece a la Tierra, a la humanidad, no puede ser entregada a empresas privadas: a ellos les interesa más la ganancia que producir energía. Y esa producción puede tener un impacto muy negativo en toda la región. Entonces hay que discutir. Por eso lamento mucho que el Estado no tenga una política energética clara. Y la propuesta de Infanti apunta a una dimensión más del actuar, de proponer fórmulas. Él plantea involucrar a los poderes Ejecutivo, Parlamentario, Judicial y Ciudadano. Esta es una carta que rescata muchos datos de gran seriedad a nivel mundial y de Chile. Es capaz de juzgar, plantear el respeto a la naturaleza, la responsabilidad y fundamentalmente el sentir del bien común. Lo considero uno de los mejores documentos que he leído en los últimos años. Podría decir que es un documento mío, yo mismo hablo así: tan pertinente es su discurso. Incluso dentro de una retórica tiene poesía. Es un texto que hará historia.

La importancia indígena

¿Cuál es el sitio de los pueblos indígenas en la teología de la liberación y de la ecología?

-Yo doy mucho valor a la cultura indígena, porque nos puede enseñar bastante. Ellos viven una actitud ecológica con referencia a la naturaleza. Se sienten tierra, agua y tienen un profundo cuidado y responsabilidad al respecto. Como sociedad tenemos que revisitar esas grandes culturas, pero están todas amenazadas: les invaden los terrenos, existe un desprecio nacional por ellos. No reconocen la contribución que hacen, ni que son naciones de bienestar, no que son separatistas.

En su visita a la Región de Aisén también se reunió con comunidades indígenas ¿qué concluye de la realidad que viven en Chile?

-Escuchándolos me di cuenta que ellos sienten mucho el hecho de que no son reconocidos, que son despreciados como algo retrasado, que no debe ser. Y hay muchos malos tratos, incluso con violencia. Debo decir que en Argentina encontré un refugiado político mapuche que lo persiguieron, lo acusaron, lo apresaron. Era un lonko. Creo que el nivel de prejuicio es muy alto en Chile.


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