¿Vamos hacia un Chile sustentable?

Opinión de Flavia Liberona, Directora Ejecutiva de Terram, aparecida en Le Monde Diplomatique, 1 de junio de 2016.


La reciente catástrofe socioambiental ocurrida en la Región de Los Lagos, específicamente en la provincia de Chiloé, es un buen ejemplo de cómo no se deben hacer las cosas. La intensidad del florecimiento algal nocivo, conocido como marea roja, es solo un síntoma que evidencia un conjunto de problemas mucho más complejos. Estos hechos emanan de malas políticas públicas desarrolladas e implementadas por las autoridades de turno durante años. Hoy resulta evidente que las cosas se han hecho mal y que los hechos van más allá de los efectos del fenómeno de El Niño, y que de lo ocurrido no puede culparse solo a los efectos del cambio climático.

Para entender un poco más lo que pasa en Chiloé y la distancia que existe entre esta situación y el desarrollo sustentable, es necesario conocer de qué se trata la sustentabilidad. El concepto de desarrollo sustentable, fue acuñado por la Comisión Brutland en su informe Nuestro Futuro Común de 1987; este señala: «El desarrollo sustentable es un desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de futuras generaciones de satisfacer sus propias necesidades». Es decir se trata de un concepto funcional al desarrollo de las sociedades y economías humanas, que se preocupa de garantizar que exista una adecuada disponibilidad de «recursos», para satisfacer las necesidades de generaciones presentes y futuras.

Mirando y remirando nuestro territorio, es evidente que esto no ocurre en el país, es decir las políticas públicas y la forma en que se plantea el desarrollo económico de Chile está muy lejos de poder llamarse sustentable, solo basta con mirar algunos de los conflictos socioambientales suscitados o las llamadas zonas de sacrificio para poder comprender que Chile de sustentable no tiene nada.

Hoy tenemos en la retina el caso de Chiloé, en donde acaba de culminar un capítulo de un conflicto socioambiental producto de la catástrofe ocasionada por la marea roja. Pero en esta misma provincia es donde por más de 25 arios ha operado la industria salmonera, cultivando en centros de mar tres especies diferentes de salmónidos, originarios del hemisferio norte, de naturaleza carnívora, a los cuales se les ha denominados pesquería de reducción, ya que para producir un kilo de salmón -en un escenario moderado- se necesitan entre 4 a 5 kilos de otros peces ¿Qué tiene de sustentable esto?

Deterioro ambiental

Estos peces de cultivo exóticos, se enferman más en Chile que en otras partes, por lo que deben ser inoculados con vacunas y tratados con antibióticos para poder superar las enfermedades bacterianas, y tratados con químicos para poder enfrentar enfermedades como la caligidosis o piojo de mar. Además la industria salmonera genera desechos orgánicos e inorgánicos de los cuales una buena parte va a parar al fondo marino (fecas de los peces, restos de comida, peces muertos, etc). Así se puede seguir enumerando una cantidad de situaciones y efectos asociados a la cadena productiva de la industria salmonera, pero tal vez lo más llamativo de todo esto, es que desde los gobiernos de turno se ha impulsado y facilitado del desarrollo de la industria a tal punto de llegar a calificarse la industria como «imagen país» ¿Entenderán las autoridades, entonces, de qué se trata la sustentabilidad?

Lo que ha quedado en evidencia después del conflicto socioambiental de Chi-loé, es que aquí no ha operado ninguna política encaminada hacia la sustentabilidad, pues existe un importante deterioro ambiental debido a la contaminación de las aguas por la marea roja, pero también por un montón de otros agentes orgánicos e inorgánicos que provienen de las actividades económicas que se desarrollan en ese territorio, y que por ahora han puesto en riesgo la posibilidad de continuar desarrollando las mismas actividades económicas en la forma en que se han realizado. Lo cual acarreara enormes impactos sociales para Chiloé, pues la perdida de fuentes de empleo es algo que ya está ocurriendo y que no logrará ser mitigado con los bonos del gobierno.

Chiloé tiene una crisis de fondo y esta es la insustentablidad del modelo productivo extractivista que transformó el territorio, las actividades económicas y a sus habitantes.

Para volver al tema de la sustentabilidad, podemos señalar que el concepto de desarrollo sustentable establece claramente que deben incorporarse nuevos parámetros a las actividades humanas. Este tipo de desarrollo debe ir más allá del bienestar económico y social de la población en un momento determinado, debe mirar hacia el futuro, pues da cuenta que vivimos en un planeta con «recursos finitos» y por ende señala que se debe incorporar a la naturaleza en la ecuación, ya que para bien o para mal dependemos de ella para todo los que hacemos; el agua que tomamos, el aire que respiramos, todo lo que comemos, los materiales con que construimos nuestras viviendas, nuestras ciudades. Todos los productos que usamos, provienen de la naturaleza, sean minerales, vegetales, animales, hongos, agua o aire. Es esa relación la que establece nuestra dependencia con el medio que nos rodea yen el que estamos insertos.

Podemos decir que el desarrollo sustentable incorpora una mayor complejidad en la forma de ver, y por ende de planificar, las actividades humanas, ya que el desarrollo sustentable puede plantearse como una aspiración colectiva, porque en rigor no existe actualmente una sociedad economía que pueda llamarse sustentable. En este sentido el desarrollo sustentable nos presenta un marco de trabajo interesante, pero muy poco factible para países como Chile que basan su economía en la producción y exportación de recursos naturales.

Economía exportadora

Sabemos que Chile se caracteriza por tener un modelo de desarrollo neoliberal y una economía que se basa en la extracción y/o producción de recursos naturales, para luego exportarlos con bajo nivel de procesamiento. Los líderes de nuestras exportaciones son el sector minero, el agroforestal y la pesca y acuicultura. Los principales productos de exportación de Chile provienen de lo que podríamos calificar como una economía extractivista, pues el quehacer básico de los grandes consorcios empresariales y que ha contado con la venia de los gobiernos de turno ha consistido en extraer y exportar recursos naturales.

Sean estos los que están en la naturaleza y se pueden «explotar» como son los minerales, los peces, árboles nativos, agua etc. o aquellos que se producen para los mismos fines como por ejemplo salmones, celulosa, madera y fruta; y que son parte de los modelos de agroindustria. El modelo extractivista industrial o agroindustrial nada tiene que ver con asegurar mantener una cantidad de bienes para las generaciones futuras, sean estos: suelo, aire, aguas limpias elementos necesarios para poder cultivar los mismos productos que hoy exportamos. Tampoco el modelo extractivista plantea un uso planificado y con criterios de sustentabilidad de los llamados recursos naturales, sean estos renovables o no, la presión que se aplica para su extracción y comercialización básicamente tiene que ver con las dinámicas del mercado, pero está muy alejada de lo que podríamos llamar el desarrollo sustentable.

Es así como en Chile, la industria con la aprobación de las autoridades ha podido sobreexplotar los recursos pesqueros hasta llegar casi a su extinción, la gran minería del cobre ha estado extrayendo el preciado metal rojo, sin consideraciones ambientales contaminado fuentes de agua, dejando un importante número de relaves que contienen desechos tóxicos a su paso y destruyendo glaciares, sin que exista ninguna acción del Estado por limitar y menos sancionar estos hechos. El panorama en la industria forestal no es muy distinto y tampoco en la fruticultura, donde las regulaciones ambientales son escasas o inexistentes, solo a modo de ejemplo Chile no tiene una ley de protección de suelos, podemos decir que en Chile la insustentabilidad está a la orden del día, solo basta hacer una revisión de las actividades productivas del país y las regulaciones existentes para darse cuenta cuán lejos estamos de plantearnos siquiera la sustentabilidad.

Si bien gobierno y empresarios han llenado espacios con el concepto de desarrollo sustentable, intentando ponerle un tinte verde a sus palabras, el desarrollo sustentable está lejos de ser un concepto «verde», pues no es un concepto que promueva una nueva visión en la cual los seres humanos seamos parte de la naturaleza y de la vida en el planeta. El desarrollo sustentable muestra una separación entre los seres humanos y el resto de las especies y componentes de los ecosistemas o naturaleza. Pero a su vez tiene la gracia de establecer que los seres humanos dependemos de la naturaleza para nuestra sobrevivencia y por ende si somos capaces de garantizar la existencia de «recursos» para las generaciones humanas futuras, estamos también promoviendo y asegurando en algún grado el respeto y cuidado de la naturaleza. En definitiva lo que plantea es un equilibrio entre lo social, ambiental y económico.

Hasta ahora la ocupación prioritaria de quienes han gobernado el país desde 1990 a la fecha ha sido producir, exportar y crecer. La desigualdad social, impactos ambientales y sociales no han tenido un lugar prioritario en las acciones de los sucesivos gobiernos electos. Las razones de este desinterés, pueden ser muchas desde la ignorancia a la conveniencia, pero el resultado es el mismo, en Chile la sustentabilidad no es tema y ejemplos sobran. Hoy es el turno de Chiloé, pero no podemos olvidarnos de las zonas de sacrificio en el resto del país, de aquellos territorios que por acción u omisión han sido sacrificados en pos de un desarrollo industrial que nunca ha llegado a beneficiar a los habitantes del mismo, sino más bien han sido ellos los que han pagado las consecuencias ambientales y sociales de decisiones políticas que se tomaron en otra parte y mediante las cuales se dio el visto bueno a proyectos contaminantes e insustentables.

El modelo imperante promueve el desarrollo de enclaves productivos que usan y disponen del territorio sin considerar a sus habitantes, la cultura, las economías locales, el medio ambiente, los ecosistemas y por tanto sin asumir los impactos sociales y ambientales que allí se generan. Los proyectos mineros, de generación eléctrica, salmoneros, forestales, frutícolas, se imponen en los territorios sin consideraciones sociales y ambientales reales. Estos dejan en los territorios y el país una socialización de las pérdidas (ambientales y sociales), que deben ser asumidas por el Estado o sea por todos los habitantes de Chile y una privatización de las ganancias, en general económicas, que se las lleva el o los dueños de los enclaves productivos.

¿Puede haber algo más insustentable que la destrucción de territorios, economías locales, cultura, medio ambiente e incluso tejido social en pos del beneficio de grandes corporaciones? Chile es un reflejo de esto.


Publicado en: Resumen de prensa

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