La urgencia de transitar hacia un desarrollo bajo en carbono y socialmente más igualitario

Opinión de Javiera Valencia, Geógrafa de Fundación Terram


Desde la revolución industrial que las emisiones de gases efecto invernadero han ido aumentando, provocando el incremento de la temperatura en el planeta. El Quinto Reporte del IPCC indica que este aumento de las emisiones antropógenas de gases de efecto son resultado del crecimiento económico y demográfico, actualmente mayores que nunca, alcanzando concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso sin semejanza en los últimos 800 mil años. En otras palabras, el aumento de la actividad industrial confundió el “desarrollo” con el aumento de contaminación y extracción de bienes naturales, siendo la equívoca visión en que el sistema económico desvirtuó nuestro actuar como sociedad en el planeta.

Hoy, los fenómenos naturales intensificados responden al cambio en los patrones climáticos ya conocidos y que desde hace más de 20 años tienen en alerta a Naciones Unidas, llegando incluso en 1992 a instaurar la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que el año 2015 logra el Acuerdo de Paris como nuevo régimen climático global, tras el fallido Protocolo de Kioto.  Sin embargo, tener un acuerdo climático internacional no es la única solución al problema, pues necesitamos cambiar nuestro modo de relacionarnos con el planeta.

En ese sentido, hay que cambiar la lógica de lo que entendemos por desarrollo, donde el crecimiento en los indicadores de rentabilidad y producción y el patrón de acumulación de la riqueza no significa en el caso de Chile que exista una justa redistribución, mejores condiciones de habitabilidad y calidad de vida en el grueso de la población, acceso a la educación y/o salud, o incluso más, el cumplimiento de los derechos humanos. El enfoque primario extractivista que persigue exportar materias primas como cobre, litio, celulosa, salmones, harina de pescado por mencionar algunos, no hacen más que abusar de los bienes naturales (suelo, agua, aire, mar) que tenemos en nuestro territorio sin redistribuir los beneficios económicos que se obtienen a partir de ellos.
La extracción de bienes naturales necesita de energía para movilizar la industria, y efectivamente este sector productivo concentra y demanda la mayor cantidad de energía del país. que en nuestro país proviene en un 58% de fuentes sucias como combustibles fósiles (gas, petróleo, carbón, etc) o 30% de hidroelectricidad. Ambos tipos de energías tampoco contribuyen a que nuestro modelo de desarrollo sea un modelo “limpio”, pues de alguna u otra manera se genera contaminación por la quema de combustibles, o inundación de bosques que absorben CO2.

Por otro lado, el extractivismo en Chile no paga royalty o regalías como en otros países y genera muy poco o casi nulo encadenamiento productivo con sectores de innovación, investigación, ciencia y tecnología que permita generar mejores y más empleos. El extractivismo hoy en día está produciendo cada vez más conflictos socioambientales y descontento ciudadano. También es necesario mencionar que las actividades productivas extractivas se ven afectadas por algunas crisis ambientales o los vaivenes de la economía internacional.

Este modelo de desarrollo no es «sustentable» ni ambiental, ni económica ni socialmente hablando. Es un modelo que está en crisis y esta se podría agudizar si es que los impactos del cambio climático se intensifican, al no migrar hacia economías de desarrollo bajo en carbono como lo indica el Acuerdo de París.

Si bien es cierto que la energía y electricidad moviliza cualquier modelo de desarrollo, es vital migrar a una matriz limpia en base a fuentes renovables, ya que en el caso de Chile, el 77% de nuestras emisiones de gases efecto invernadero provienen del sector energía (electricidad y transporte).

Aun teniendo una matriz limpia, es necesario transitar hacia un modelo que sea más igualitario con los habitantes y más responsable con el territorio y el uso de las materias primas, vislumbrando más allá de la acumulación de riquezas para unos pocos en corto plazo, sino que también basado en que los bienes comunes no son infinitos y nuestro actuar en sociedad nos responsabiliza en construir un país que sea responsable con las generaciones futuras.

Es urgente replantearnos como transitar hacia un desarrollo bajo en carbono dada la vulnerabilidad que tenemos a los impactos del cambio climático. Un país que basa su economía en bienes naturales esta simplemente hipotecado su futuro si es que no replantea políticas públicas de acuerdo a lo que la ciencia indica en este escenario de calentamiento global.

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