Las zonas urbanas interfieren en la evolución de las especies

La sobrevivencia de mamíferos, anfibios o aves en las urbes depende de su capacidad de adaptación. Convivir con humanos y deslizarse por el concreto son parte de esas estrategias. Fuente: El Mercurio, 3 de noviembre de 2017.


Repentinamente, la población de la polilla mariposa del abedul comenzó a bajar drásticamente. Su color claro le permitía camuflarse en los troncos de los árboles, pero con la llegada de la Revolución Industrial a Inglaterra, de pronto esos troncos comenzaron a teñirse de hollín, y el camuflaje desapareció. Pero una mutación que la oscureció le permitió sobrevivir.

Esta adaptación evolutiva es solo un ejemplo de lo que las distintas especies están enfrentando en las ciudades. Ecosistemas fragmentados, cambios de superficies y temperatura, y hasta la misma interacción con el hombre están obligando a mamíferos, anfibios y aves a adaptarse a formas totalmente distintas. Qué tan rápido lo hacen y cuánto riesgo corren si no lo logran, es algo que la ciencia recién está comenzando a comprender. Por eso la revista Science publica una revisión del estado del arte de la ecología urbana.

Cambios en el cuerpo

«A pesar de los avances en el urbanismo, aún no entendemos bien cómo las ciudades afectan la evolución de cada organismo, incluso cuando de esto dependen la salud de los ecosistemas y la del ser humano», dice el trabajo realizado por Marc Johnson y Jason Munshi-South, ambos investigadores de la Universidad de Toronto Mississauga, en Canadá.

Por ejemplo, en Tucson, Estados Unidos, una especie de pinzón se adaptó a la interacción con el ser humano de una forma bastante impensada. Para atraer y alimentar a estas aves, la gente comenzó a dejarles semillas de girasol. Si bien este no era un alimento que naturalmente consumían los pinzones, lo aceptaron de igual forma. Con el tiempo -y adaptándose a esta nueva dieta- su pico cambió de morfología, volviéndose más largo y ancho.

Esta es un área de estudio bastante nueva, por lo que aún hay más preguntas que respuestas, asegura Raúl Vallejos, biólogo y académico de la Universidad Adolfo Ibáñez. Si se piensa que más de la mitad de la población a nivel mundial vive en ciudades y que estas, a su vez, comprenden el 3% de la superficie total del planeta, estas son cifras considerables, agrega el investigador. «Muchas especies se han adaptado a vivir dentro de las ciudades o en sus alrededores, tales como ratas, palomas y cucarachas, evolucionando de manera distinta a como lo habrían hecho en su ambiente natural», cuenta.

Hay registros de que ya en el Antiguo Egipto el ser humano tenía que lidiar con los chinches, un insecto que hoy está adaptado totalmente a vivir en asentamientos humanos.

El problema de esto -dice el estudio- es que algunas especies se vuelven dependientes de las ciudades, ligando completamente su capacidad de adaptación a las urbes, lo que no siempre es bueno.

Ríos y otras estructuras artificiales actúan como muros que separan poblaciones, llegando incluso a encontrarse genéticas distintas entre individuos que antes estaban «emparentados». Un ejemplo extremo de esto es el mosquito común que colonizó la red del metro de Londres. Estar bajo tierra significó una separación tal, que el insecto original divergió en una nueva especie. Incluso, no pueden reproducirse entre ellas.

Los cambios en el ambiente que produce la urbanización no solo tienen relación con las superficies de concreto y los edificios, sino también con el aumento de la temperatura, del ruido y de la contaminación del aire. «Pero también hay cambios con la fragmentación de hábitat, la aparición de más especies invasivas, la menor diversidad y merma de las especies nativas, y la disminución de la diversidad filogenética en las comunidades», dice el estudio.

Dado que esta es una realidad difícil de evitar, lo importante del estudio de la ecología urbana es buscar sus aplicaciones, dice Raúl Vallejos. «Algunas especies se han vuelto dependientes de las actividades humanas, por lo que estos datos son muy importantes para su conservación», asegura. Pero también lo serán para buscar nuevas formas de prevención de enfermedades y plagas, agrega.

Nueva movilidad

Estudios en tres ciudades de Puerto Rico identificaron que el lagarto Anolis cristatellus ha sufrido cambios para adaptarse a superficies artificiales. Sus extremidades son más largas y tienen más almohadillas adhesivas en sus patas.

Lorena Guzmán

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