Informe advierte efectos del cambio climático en ecosistemas marinos de Chile

Un equipo de más de 30 expertos participó en la elaboración de un contundente informe técnico para la delegación de Chile que promueve la “agenda oceánica”, en el marco de los compromisos para avanzar en el Acuerdo de París. Entre sus conclusiones destacan que ya son evidentes los efectos del cambio climático en el océano y en los ecosistemas marinos del país, que además son considerados “vulnerables” e inclusive “altamente frágiles”. Fuente: Sustempo. 30 mayo de 2018.


El documento fue coordinado por la doctora Pilar Moraga, investigadora principal de la Línea de Gobernanza e Interfaz Ciencia Política del Centro de Ciencia del Clima y Resiliencia (CR)2 y del Centro de Derecho Ambiental de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile.

Según el texto, “los expertos están de acuerdo en el rol que juega el océano en el sistema climático planetario, así como en la estrecha relación que existe entre los cambios que experimentan la atmósfera y el océano. Es decir, existe entre ambos una interdependencia estrecha y dinámica a partir de la cual se prevé que los impactos del cambio climático afectarán y alterarán las condiciones de la atmósfera, del océano, de los ecosistemas marinos y de las actividades humanas a ellos asociadas”.

Otro consenso al que llegaron los especialistas es “respecto a los efectos ya visibles que el cambio climático está generando sobre el océano y el funcionamiento de los ecosistemas costeros. Entre los impactos directos a nivel global, se destaca el aumento en la temperatura promedio del océano, el aumento del nivel medio global del mar (que se prevé seguirá incrementando debido a la expansión térmica y el derretimiento de glaciares y hielos polares), la creciente acidificación del agua de mar (consecuencia de los mayores niveles de CO2 en la atmósfera), la desoxigenación (o disminución de las concentraciones de O2) en aguas sub-superficiales, la ocurrencia de cambios en los flujos de las corrientes marinas y en los niveles de salinidad (aumenta en los sistemas de baja latitud y disminuye en los sistemas de latitudes altas y medias), el aumento de la corrosividad de las aguas costeras (bajo pH), entre otros”.

Agregan que esto no solamente “estaría generando cambios en los patrones de circulación de las masas de agua y en los ciclos biogeoquímicos oceánicos, sino también sobre procesos vitales para diversos grupos de especies marinas (mamíferos, peces, moluscos, microalgas, aves), algunas de las cuales son claves en los ecosistemas costeros de Chile e importantes recursos pesqueros para el país. Estas poblaciones y comunidades marinas se ven alteradas en su fisiología, sus ciclos de reproducción y en la cadena trófica”.

Por si aquello no fuera suficiente, “desde una perspectiva física, los expertos identifican, además, efectos tales como: inundación de zonas costeras, pérdida de territorios deltaicos, desaparición de humedales, erosión costera en playas y acantilados. Esto se traduce en cambios en la hidrodinámica y morfodinámica de las dunas, playas y acantilados, efectos en los estuarios, intrusión salina en acuíferos y subida del nivel de la capa freática, entre otros”.

Estas alteraciones tienen impactos sociales y económicos, en actividades como la pesca y acuicultura, “que se ven afectadas por bajas en la productividad, cambios en los recursos disponibles y pérdida de infraestructura (debido a eventos climáticos y aumento del nivel del mar); en segundo lugar, sobre las comunidades costeras, que están viendo alteradas sus condiciones de vida; y, en tercer lugar, sobre la seguridad sanitaria y alimentaria”.

Mares vulnerables

La “vulnerabilidad” de los mares del país obedece a varios factores. Uno de ellos es poseer una extensión de más de 4 mil kilómetros lineales de costa y que aumenta a 83 mil km si se contabilizan los mares de Chile insular y antártico.

“A lo anterior se suman las peculiaridades oceanográficas del mar adyacente, las condiciones climáticas del Pacífico Sudeste, así como la existencia de zonas costeras bajas, con ecosistemas altamente frágiles a los impactos antropogénicos, como la zona de canales y fiordos, que están expuestos a ciertas presiones climáticas”, indica el informe.

Por otro lado, se subraya “la existencia de una gran variabilidad de condiciones oceanográficas (por ejemplo, zonas de surgencia asociadas a mínimas concentraciones de oxígeno en el agua) y climáticas (por ejemplo, la temperatura y diversos patrones de vientos), condicionada por las diferencias en latitud, longitud y altitud”.

Finalmente, los especialistas que aportaron a este informe “destacan la ocurrencia de procesos climáticos extremos (como el Niño y la Niña); el alto número de ciudades costeras, las cuales son altamente dependientes de los bienes y servicios que proveen los ecosistemas marinos; la multiplicidad de usos del territorio, y el carácter disperso y desactualizado de la gobernanza del territorio marino, todos factores que, a su juicio, exacerban la vulnerabilidad del océano a nivel nacional”.

Sin duda, es un panorama más que preocupante que debería ser motivo de planes de acción concretos en el más corto plazo no solamente en Chile, sino en todos los países que firmaron el Acuerdo de París y aquellos municipios de Estados Unidos que están dispuestos a cambiar la forma de hacer las cosas, aunque aún haya quienes se escuden en la ignorancia o en intereses comerciales para seguir negando el cambio climático.

En el informe participaron investigadores de universidades y de centros especializados en océanos, clima y alimentación. Conozca su contenido aquí.

 

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