Pescadores de carbón

Foto: Archivo Terram.

En 2013, después de batallar contra la contaminación, 19 socios del Sindicato de Pescadores de Ventanas formaron una empresa para prestarle servicios a las industrias del sector. Partieron limpiando las algas del estero, hasta que en 2016 comenzaron a recoger el carbón combustionado que hace diez años vara en la playa. Fuente: Revista El Sábado-El Mercurio. 20 octubre de 2018.


Sergio Silva, expresidente del Sindicato de Pescadores de la caleta Las Ventanas, en la Región de Valparaíso, tiene una precisión de relojero para saber cuándo varará carbón combustionado en la playa:

–El mar debe estar muy quieto, como hoy –dice mirando el agua.

Silva tiene 57 años. Es mediodía de un jueves de octubre y se pasea por la orilla de la costa buscando restos de carbón entre la arena. El mar está bajando de a poco. Donde antes había agua, ha quedado una estela negra, que se extiende serpenteante a lo largo de la caleta. Entonces activa el protocolo: toma una fotografía, avisa del hallazgo a la capitanía de Quintero, y los marinos comunican la situación a AES Gener, la empresa que opera las cuatro termoeléctricas ubicadas a un costado de la playa, y a Puerto Ventanas, que administra el muelle donde se descarga el mineral.

Desde hace algunos años, ambas compañías se han hecho responsables de la limpieza de la costa. De las catorce empresas que componen el cordón industrial, ubicado entre Quintero y Ventanas, son las únicas dos que trabajan con el tipo de carbón que vara en la orilla. A los pocos minutos, Silva recibe un llamado que autoriza el retiro.

Una cuadrilla de cinco pescadores se prepara para recorrer el borde costero retirando los residuos. Cada uno lleva una pala y un saco. Es la cuarta vez en la semana que ocurre una emergencia como esta. Según los registros de los pescadores, en el año ya van más de 110 varamientos de diferentes magnitudes. El de hoy no es tan grande como el que se espera que ocurra el domingo, cuando la marea estará completamente mansa y la playa entera puede teñirse de negro.

En Ventanas, para nadie es grato que la arena amanezca con manchones, porque ‘aleja a los turistas’, dice el dueño de un negocio. ‘¿Quién va a querer bañarse en una playa así?’, se pregunta otro. En el último tiempo, han sido los mismos vecinos quienes han denunciado en redes sociales cada uno de los varamientos que ocurren. Otra mala imagen más para el cordón industrial, muy golpeado ya por las masivas intoxicaciones de niños ocurridas hace algunas semanas, de las que aún no hay responsables.

Los pescadores que hoy retirarán el carbón son los mismos que hace unos años reclamaban por la contaminación de la zona. Trabajan para una pyme contratista llamada Sepeven, conformada por 19 miembros del sindicato de pescadores, y de la cual Sergio Silva es su gerente.

–Esto a nosotros nos está salvando la vida –dice Juan, un pescador y buzo de 73 años, que pide ser identificado solo con ese nombre.

‘Salvar la vida’ es un concepto ambiguo. Los ventaninos culpan a la contaminación industrial de las intoxicaciones, de las muertes por cáncer, y de la escasez de recursos marinos, que ha traído consigo la pobreza. Esto último, Juan dice saberlo con cercanía. En lo que va del año, solo ha ganado 86 mil pesos con la extracción de locos. El resto del dinero proviene de una jubilación de 200 mil pesos y de lo que puede ganar con el carbón, su principal fuente de ingresos hoy.

–¿Qué otra cosa podemos hacer? –se pregunta con resignación antes de comenzar a recolectar.

El cordón industrial está ubicado entre Quintero y Ventanas, en un camino de 16 kilómetros. La ruta está rodeada de correas transportadoras, tanques de almacenamiento de químicos, espigadas estructuras de malla oscura que ocultan procesos industriales, y decenas de chimeneas humeantes con letreros que dicen ‘Vapor de agua’, como si se tratara de avisos publicitarios.

A mediados de la década pasada, ese lugar se convirtió en un punto estratégico para los manifestantes que reclamaban por la contaminación de la zona. El mismo Sergio Silva recuerda haber protestado allí en 2006, cuando era miembro del comité de medio ambiente del sindicato:

–Fuimos pocos los pescadores que salimos a la calle en ese tiempo –recuerda hoy, mientras supervisa la recolección del carbón.

Silva es hijo de agricultores de la zona de Chocota, al noreste de Ventanas, donde su padre plantaba lentejas y arvejas. La tierra era muy fértil, pero a partir de la instalación de la planta de concentrado de cobre de Enami en 1964, la primera industria que llegó a la playa, dice, la actividad comenzó a sufrir cambios que se aceleraron con el arribo de otras compañías.

–En 1981, cuando el cordón industrial tenía veinte años, la tierra se murió, por la lluvia ácida. Ese año no salió ninguna siembra. Mi papá decía que había perdido la mano, se echaba la culpa, así que dejó de cultivar –recuerda.

Foto: Claudia Pool.

Fue entonces que Silva se volvió pescador y buzo. Migró del campo a la playa y en 1986 participó de la fundación del sindicato. Era el boom de las machas, una época de oro que duró hasta 1995, cuando de un momento a otro, el mar, al igual que la tierra, quedó estéril:

–Ideamos un sistema de cuotas, para no agotar el recurso, pero fue tarde. Nunca voy a saber si las machas se agotaron por culpa nuestra o por los vertimientos industriales –agrega él.

Por aquellos años, cuando el trabajo comenzó a escasear, el sindicato decidió hacer un área de manejo, en la que cultivaban locos, lapas y ostras japonesas: un producto exótico que le pondría la lápida a la actividad pesquera, cuando las autoridades de salud descubrieron que el molusco tenía un alto índice de cobre.

Sergio Silva recuerda esa época como una de las peores crisis que enfrentó el pueblo:

–Los hijos estaban chicos y no nos daba el cuero para mantenerlos. Apareció la pobreza. Tuvimos que arrancar para distintos lados, salir a buscar nuevos horizontes.

La gran mayoría de los pescadores emigró a otras caletas y algunos cambiaron de rubro. Silva partió al Golfo de Arauco, a trabajar de buzo. Estuvo casi ochos años yendo y viniendo, hasta que regresó al pueblo en 2006, cuando comenzaron las protestas en defensa del medioambiente. Dos años más tarde, se convirtió en presidente del sindicato, y una de sus primeras luchas fue por los varamientos de carbón:

–Trataba que la gente tuviera conciencia, porque nuestros viejos se habían muerto sin haber enfrentado este problema –dice.

Cada vez que varaba carbón, Silva lo denunciaba. Hasta que sus reclamos fueron escuchados y la capitanía de Quintero convocó a una conversación entre ambas empresas –AES Gener y Puerto Ventanas–, y el sindicato de pescadores. De allí surgió la idea de un plan de vigilancia y mitigación, que fue aprobado por la Seremi de Salud de Valparaíso en marzo de 2009, donde las compañías se hicieron cargo en partes iguales de la limpieza de la playa y de sus costos. Años más tarde, a mediados de 2013, esas mismas denuncias sirvieron para que la Fiscalía Marítima iniciara una investigación que buscaba determinar el origen de los varamientos.

Silva, a esas alturas, se había convertido en un personaje incómodo para las industrias aledañas a la playa, pero su lucha tuvo un punto de inflexión. Ocurrió ese mismo año, cuando diecisiete pescadores de la caleta, incluido él, ingresaron a las faenas de Puerto Ventanas. –Sentía conformidad, porque a fin de mes recibía mi plata, pero también impotencia. Nos estábamos haciendo parte de la ampliación de industrias contaminantes, pero qué podíamos hacer –explica.

Silva estuvo como chofer durante seis meses, hasta que un ejecutivo de AES Gener le dio una idea: formar su propia empresa y postular a los distintos trabajos marítimos que necesitaban las industrias del cordón.

A Silva le hizo sentido. Habían sido años de lucha sin haber ganado nada, y por primera vez tenía la posibilidad real de mejorar la situación económica de los pescadores. Llevó entonces el proyecto a una sesión del sindicato y solo 19 de los 66 socios estuvieron de acuerdo.

Según la escritura pública, Sepeven se constituyó el 20 de agosto de 2013 y cada uno de los socios aportó 28 mil pesos. Durante los primeros meses, AES Gener les prestó apoyo administrativo y contable, y su primer contrato fue limpiar la basura doméstica del estero Campiche.

Al año siguiente, mientras la idea de trabajar para las empresas generaba divisiones en el sindicato, Sergio Silva dio una muestra de que su lucha contra las industrias aún se mantenía intacta. En marzo de 2014 quemó su bote afuera de la fundición de Codelco, reclamando por la precaria situación en la que estaban los pescadores. El Príncipe Azul, como se llamaba la embarcación, ardió mientras sus dos hijas lloraban.

Sería la última vez que protestaría.

Foto: Claudia Pool.

Al principio, los contratos de Sepeven fueron esporádicos, por lo que varios de los socios de la pyme complementaban sus ingresos con la pesca. El gran salto vino a mediados de 2014, cuando la playa amaneció tapizada de un alga llamada pelillo, que complicaba el funcionamiento de las termoeléctricas, y AES Gener le pagó a Sepeven para que limpiara el agua. Durante dos meses hubo empleo para todos los del sindicato: por cada bote que trabajaba, recibían 300 mil pesos diarios.

–Nosotros llegábamos a la sede con mochilas de plata para repartirla –recuerda Sergio Silva.

Por aquella época, Puerto Ventanas incluyó a Sepeven en un proyecto de apoyo a emprendimientos locales, donde le prestaron asesoría en temas de negociación y comunicación, y les ayudaron a desarrollar un plan de negocio, que incluyó una página web y la creación del logo de la pyme.

Aunque entre los pescadores el empleo había aumentado, los varamientos de carbón seguían siendo un punto en discordia. Más aún, con el incremento del mineral que hubo en la zona, producto de las dos nuevas termoeléctricas que AES Gener inauguró en 2013. Según cifras de Puerto Ventanas, en ochos años se dobló la cantidad de carbón que se descargó en el muelle, llegando a las 2.289.251 toneladas que se registraron en el 2017, provenientes de Colombia y Australia.

El aumento de los varamientos fue exponencial. Según datos del sindicato de pescadores y la Capitanía de Quintero, se pasó de los cuatro eventos registrados en 2009, a los 82 que hubo en el 2016. Fue en ese contexto que Sepeven consiguió un contrato para limpiar la playa.

–Si no lo hacemos nosotros, lo harán otros. Y si lo hacen otros, los viejos quedamos mirando. Es un callejón sin salida –explica Silva.

El año pasado, la recolección se convirtió en uno de los contratos más rentables, debido a los 131 varamientos que hubo. Juan es uno de los pescadores que recoge carbón desde que se adjudicaron la concesión. Viste un chaleco reflectante, zapatos de seguridad, antiparras, y un gorro que le cubre las canas y la nuca. Sacar carbón es un trabajo simple. Con una pala rasguña la arena, forma montoncitos, y luego la echa adentro de un saco, que más tarde la empresa retirará de la playa.

–Ganamos 30 mil pesos en máximo cuatro horas y en el mes me hago como 240 mil –explica, mientras camina con su pala hacia el roquerío.

Si no hubiera carbón, Juan dice que tendría que pasarse todo el día soportando el frío del mar, para ganar mucho menos de lo que obtiene a la orilla de la playa. El expescador mira alrededor y cuenta que antiguamente Ventanas era un balneario de lujo.

–Deberíamos haber sido igual que Maitencillo –agrega. Luego, enumera una serie de personajes adinerados que veraneaban por allí, entre generales de Ejército y doctores, pero que ya no lo hacen. En las calles cercanas a la playa hay decenas de casas en venta, realidad que augura uno de los peores veranos que podría enfrentar la zona.

–El 18 de septiembre pasado trabajé recogiendo carbón y vi que un joven venía con un perro caminando por la arena. Era el único turista que ese día llegó a Ventanas. Me dio mucha pena –se lamenta él.

Juan tiene una leve cojera al caminar. Desde hace varios meses arrastra una lesión a los meniscos, por lo que tuvo que hacerse una resonancia magnética, tomar pastillas, y echarse una pomada. Sin el empleo del carbón, dice, ‘jamás podría haber pagado el tratamiento’. Tampoco habría comprado unos electrodomésticos para la cocina que necesitaba, ni habría contratado cable para la televisión.

Sacar carbón es una pega de viejos. Entre los hombres que integran la cuadrilla, ninguno baja de los 70 años. Juan apunta a uno que incluso está a meses de cumplir 90, y que arrastra los pies y los sacos cuando camina.

–Perdone que sea insistente, pero esto de verdad nos está salvando la vida. Yo sé que es malo para el medio ambiente, pero hay que aceptar lo que viene. A mis 73 años no puedo pelear contra una empresa tan grande.

Después de tres horas de recolección, los pescadores cuentan los sacos: 60 costales llenos hasta la mitad, con arena y carbón. Juan se quita el chaleco reflectante, el gorro y las gafas, y camina hacia su casa. Atrás suyo, algunos colegas filetean congrio entremedio de los botes. Son los que han decidido mantenerse en el mar.

Carlos Vega, pescador, buzo, y uno de los 19 socios de Sepeven, muestra un libro con fotos antiguas. Se llama En el oleaje del olvido y es un buen resumen gráfico de cómo era Ventanas en su época de esplendor. Allí aparece su abuelo, de quien aprendió el oficio de la pesca, y su padre, quien le enseñó a bucear. Los recuerdos le traen nostalgia.

–No es humano que los pescadores estén sacando la basura de las empresas –dice sentado al volante de su auto, estacionado a un costado de las plantas termoeléctricas, que humean incluso de noche.

Foto: Radio UChile.

Vega es un férreo opositor a esa labor. No tiene problema en que los pescadores limpien el estero Campiche o que presten apoyo marítimo en el puerto, él mismo lo hace cuando le toca turno en la pyme, pero el carbón es una raya que no cruza. Lo correcto –cree él– es que ‘las empresas hagan esfuerzos para no contaminar’.

–Siempre les decía a los cabros, vendamos el alma, pero no el espíritu –dice.

Pero nadie le hizo caso. En Sepeven, Vega es el único al que Sergio Silva nunca llama cuando hay varamientos. Pese a eso, siempre se aparece igual. No para colaborar, sino para tomar fotografías que luego subirá a sus redes sociales denunciando la contaminación. Ha aprendido a no juzgar las decisiones de sus colegas.

–Entiendo sus razones, creo que algún día habrá algo mucho mejor para ellos, porque no merecen estar en esta situación. Es el Estado el que debe asumir su responsabilidad. El progreso fue menoscabando a nuestra comuna hasta enfermarla –agrega.

Carlos Vega culpa al Estado por no haber puesto límite a las industrias y a sus emisiones. Se lo dijo incluso a la expresidenta Michelle Bachelet durante un acto de campaña, previo a su segundo mandato. Su discurso sacó aplausos y compromisos con la zona, pero eso no evitó que los varamientos siguieran ocurriendo. Tampoco lo logró la Fiscalía Marítima, que luego de tres años de investigación, en octubre de 2017 solicitó sanciones para AES Gener.

El documento estableció que el mineral que varaba en la playa Las Ventanas era en su mayoría carbón combustionado, y que coincidía con las muestras obtenidas en las termoeléctricas. En menor cantidad, también se encontró carbón sin combustionar, que tenía la misma composición del que se descargaba en Puerto Ventanas.

Se logró acreditar que entre el 28 de febrero de 2011 y el 21 de noviembre de 2016 se registraron 454 varamientos y ‘se extrajeron aproximadamente 366.340 kilos de partículas de carbón con arena’. Pero, ¿cómo fue que el mineral llegó al mar? La investigación asegura que fue por ‘falta de control de AES Gener, en el manejo de residuos de sus procesos productivos’.
En detalle, se establece que una de las fuentes es la incorporación de partículas de cenizas, provenientes del área de acopio, al circuito de drenaje, a través de las aguas lluvias. ‘Todo lo cual llega al pozo sin recibir ningún tratamiento, evacuando finalmente al medio marino’, dice el informe de la fiscalía.

Sobre la toxicidad para el ecosistema marino, el documento asegura que el carbón combustionado puede serlo ‘bajo determinadas condiciones físico-químicas ambientales, y dependiendo del grado de exposición’, pero que es inocuo en estado de no combustión. Pese a eso, la fiscalía no estableció si era tóxico para el ser humano, por ‘no ser un área de su competencia’. Este último argumento fue clave para calificar el hecho como una ‘descarga menor’, por lo que la multa que se solicitó sólo alcanzó los 250 millones de pesos.

Desde la empresa, el gerente del Complejo Centro, Norberto Corredor, aseguró a ‘Sábado’ que solicitaron la reapertura de la investigación por existir diligencias pendientes, lo que fue aceptado por la autoridad marítima. Agregó, además, que han hecho estudios del material varado en la playa que demostrarían que las partículas ‘no son tóxicas, ni perjudiciales para la salud de las personas, ni el medio ambiente’.

–AES Gener está convencida que sus operaciones actualmente no causan estos varamientos –explicó él.

Carlos Vega cree saber cómo terminará esta historia:

–A las empresas siempre les va a convenir más pagar la multa que hacerse cargo de la contaminación –se lamenta.

Es domingo y Sergio Silva nuevamente está a la orilla del mar, hablando por teléfono.

–¿Puedes venir al carbón? –le pregunta a un pescador al otro lado de la línea.

Como lo habían previsto días antes, la playa amaneció negra. Ya no son hileras de polvillo, sino que manchas. El mar está completamente calmado y mientras más se retira, mayor es el sedimento que deja. El asunto es complejo, para hoy está programada una nueva manifestación de los pobladores y pescadores de Quintero en contra de la contaminación, y la playa, así como está, no ayuda a calmar los ánimos.

Son 13 los pescadores que están recolectando. La tarea es silenciosa y veloz. Rastrillan la arena en dirección hacia las termoeléctricas, que se ven en el horizonte, pero mientras avanzan, la mancha se vuelve inabarcable.

Más allá de hacerse cargo de la limpieza, ni Puerto Ventanas, ni AES Gener, asumen su responsabilidad en los varamientos. La primera de estas empresas, en un comunicado enviado a ‘Sábado’, aseguró que ha considerado invertir cerca de mil millones de pesos para modernizar y mejorar las descargas de los buques, y que su preocupación por el medio ambiente, los ha llevado a convertirse en el primer Puerto Verde de Chile: ‘El 2017, la empresa fue reconocida con el Premio Marítimo Las Américas, que entrega la Comisión Interamericana de Puertos, de la OEA, en la categoría Puertos Verdes’, dice el documento.

AES Gener, en tanto, está a la espera de lo que resuelva el Gobernador Marítimo, luego del dictamen de la fiscalía. Mientras eso ocurre, Sepeven sigue aumentado sus contratos, algo que ambas empresas destacan como un ‘ejemplo de valor compartido’.

–El ingreso generado por cada uno de esos trabajos le ha permitido a Sepeven ayudar a los pescadores y familias más vulnerables de su sindicato –dijo a ‘Sábado’ el gerente del Complejo Centro de AES Gener.

La cuadrilla lleva ya dos horas de trabajo y hay cientos de sacos esparcidos por la arena. Silva se aleja para supervisar cómo está el resto de la playa. –Parece que no damos abasto –agrega antes de dar media vuelta.

Pronto la marea comenzará a subir y los residuos de carbón se volverán a mezclar con el agua. La arena recuperará su aparente pulcritud. A lo lejos, una camioneta comienza a recolectar los sacos para llevarlos a la planta, donde quedarán almacenados hasta que sean trasladados a la empresa Hidronor, que se especializa en el tratamiento de residuos industriales.

Para los días siguientes, el pronóstico indica marejadas, una mala noticia para los pescadores de carbón.

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