El mejor amigo de Tompkins ama la Patagonia

Yvon Chouinard (80) conoció y se enamoró de la Patagonia hace 50 años. Fue tan profundo el impacto, que creó una empresa con ese nombre, hoy conocida en todo el mundo. Fuente: La Tercera, 15 de marzo de 2019.

By Comunicaciones

El mejor amigo de Tompkins ama la Patagonia

Lo propuso Douglas Tompkins, que entonces tenía 25 años. Era el verano de 1968, y la propuesta era ésta: que su amigo Yvon Chouinard, cinco años mayor, lo acompañara en un viaje desde California a la Patagonia arriba de una combi. Amarraron las tablas de surf al techo de una Ford E-Series, cargaron equipos para escalar y partieron al sur. La idea era recorrer los más de 16 mil kilómetros sin apuros, a la antigua, porque a las aventuras, decían ellos, hay que tomarles el gusto de a poco.

Seis meses tardaron en llegar a la Patagonia, donde estaba la última escala del viaje: el Fitz Roy, montaña de 3.400 metros de altura y de extrema dificultad por sus enormes rocas lisas. Sólo dos expediciones anteriores habían llegado a la cumbre, pero Yvon y Doug -junto con sus amigos Dick Dorworth y Chris Jones-, lo hicieron por otro trayecto. Fue bautizado como “la ruta de los californianos”.

Ha pasado medio siglo de ese viaje. Hoy, a sus 80 años, al teléfono desde Ventura, Estados Unidos, Chouinard recuerda: “Nunca antes había estado en Patagonia y amé el lugar”. Varias veces en esta entrevista repetirá que ama la Patagonia. Para describirla, elige palabras como “prístina” y “genuina”. Por ejemplo, dice que vio gauchos que eran gauchos de verdad, no como en su país donde los cowboys son campesinos con grandes gorros, pero sin vacas, como en las películas. “En la Patagonia, en cambio, nada era como en Disneylandia”, precisa.

Yvon Chouinard ya era un escalador avezado cuando hizo ese viaje. Empezó a escalar a los 14 años buscando nidos de halcones que él entrenaba, en una época en que los pitones de hierro se dejaban en la roca, una práctica poco sustentable. Chouinard aprendió herrería, consiguió un galpón de chatarra y comenzó a fabricar pitones de acero de mejor calidad y reutilizables, que provocaban menos daño en las rocas. Ese fue el origen de Chouinard Equipment, empresa que fabricaba herramientas para escalar y que era el medio para un fin mayor: juntar plata para salir a escalar, surfear, pescar o viajar por el mundo.

DOUG TOMPKINS, DICK DORWORTH, CHRIS JONES E YVON CHOUINARD, DESPUÉS DE ASCENDER EL FITZ ROY EN 1968. | FOTO: CHRIS JONES

Chouinard dice que ese viaje a la Patagonia les cambió la vida: “Vimos ese lugar y pensamos que así debería ser el mundo”. Con Tompkins se convencieron de que debían trabajar para cuidar la Patagonia, pero eligieron caminos distintos. “Doug creía que la mejor manera era poner toda su energía en proteger lugares naturales; yo pensaba que lo podía hacer a través de mi compañía, que si bien era chica, tenía mucha influencia. Pensaba que podía liderar un cambio siendo una compañía responsable y mostrando que se podía ser rentable de esa manera”.

En 1973, Yvon usó el nombre Patagonia para su nueva empresa de ropa para escalar. A mediados de los 70 conoció a Kristine McDivitt, quien vivía a dos casas de una cabaña en la playa que él arrendaba para ir a surfear. Kristine comenzó a trabajar en su emprendimiento como ayudante de embalaje y llegó a ser directora ejecutiva de Patagonia. Fue su mano derecha para convertirla en una marca líder en la industria de la ropa outdoor y en una “antiempresa” conocida por sus aportes al activismo medioambiental, sus iniciativas para mitigar sus impactos ecológicos -como pasar de algodón industrial a orgánico por la cantidad de insecticidas y plaguicidas que requiere su cultivo- y un osado modelo de corporación: los empleados de Patagonia pueden tomarse la tarde libre si quieren hacer surf.

Kristine dejó la empresa en 1994. Porque armó vida con el otro empresario aventurero: se casó con Tompkins y se dedicaron a la conservación. Dice Chouinard: “He visto los resultados de lo que Kris y Doug hicieron en Chile y entendí lo importante que es la protección de grandes y extensos terrenos silvestres para combatir el cambio climático, para capturar el carbono, crear oxígeno, proteger a las especies y todas las demás razones”. Fueron un ejemplo para él: “Ahora yo hago una combinación entre conservacionista y dueño de una empresa”.

FOTO: GREGSON

Chouinard ha contribuido a la protección de tierras en su país, en Chile y Argentina. A mediados de los años 2000 llegaban a la Patagonia desde vendedores hasta gerentes de su compañía como voluntarios para correr cercos y recuperar el antiguo paisaje ganadero y convertirlo en parque. Incluso compró un predio en Valle Chacabuco, que luego en 2011 donó a Tompkins Conservation.

Carolina Morgado, directora ejecutiva para Chile de Tompkins Conservation, dice que cuando Doug y Kris se fueron a la Patagonia, Yvon y su esposa Malinda eran visitas permanentes. “Fueron muy apoyadores. Ellos son familia”, explica. Hoy Chouinard sigue presente: es parte del directorio de Tompkins Conservation y de la Corporación Amigos de los Parques, que nació el año pasado para cuidar los parques patagónicos. Además, él y su mujer colaboran en la recuperación de una casa en Valle Chacabuco donde vivió Lucas Bridges, un mítico colonizador de Aysén de principios del siglo pasado, que será convertida en un museo.

-¿Siente un vínculo con Chile, Yvon?
-Absolutamente. Es una de las razones por las que viajo una o dos veces al año; me encanta estar allá. Por eso estoy involucrado para ayudar a Kris a crear más tierras protegidas. Amo esa zona.

Desde su primer viaje en 1968, las visitas de Chouinard al país se hicieron frecuentes. Algunas no exentas de polémica. Como esa vez, hace más de 40 años, en que él y Tompkins metieron sus kayaks en un río del sector alto de Santiago y pararon a mirar un salto de agua. De pronto, ametralladora en la mano, un soldado les preguntó qué hacían ahí. Tompkins salió corriendo, saltó a su kayak y remó en dirección al salto de agua. Chouinard lo siguió y se protegió con el kayak por si el militar les disparaba. Esa noche, según contó a The New Yorker en 2016, se enteraron de que se habían metido sin permiso en una casa de Pinochet.

-¿Planea vivir en la Patagonia algún día?
-No, pero voy a ir ahora en marzo de nuevo para recorrer el Parque Nacional Patagonia con toda mi familia. Después iré a pescar. Ustedes tienen mejores lugares de pesca que nosotros en Estados Unidos.

El empresario agrega que con Kris están embarcados en un proyecto para crear un parque en Argentina similar al Parque Nacional Patagonia. “Argentina siempre le trata de robar el nombre Patagonia a Chile (ríe). Pensamos que crear un parque nacional con ese nombre en Chile llevaría a Argentina a hacer lo mismo. Esperamos que en el futuro haya un parque gigante con ese nombre que cruce la frontera y comprenda a los dos países”, dice.

El activista

A mediados de los 80, Patagonia comenzó a donar dinero a activistas medioambientales, a promover causas y a producir documentales con ese fin. “Los activistas existen para luchar contra los gobiernos y obligarlos a cumplir y respetar las leyes que promueven el cuidado del planeta”, dice.

-¿Se considera usted un activista medioambiental?
-Absolutamente. Mi compañía ha donado más de 120 millones de dólares a otros activistas. Eso, sin contar lo que con mi esposa hemos donado personalmente. Apoyamos el activismo medioambiental. No estamos en la primera línea, pero lo apoyamos.

Patagonia dona cada año a organizaciones ambientales el equivalente al 1% de sus ventas en los 20 países donde está presente. Desde 1985 ha colaborado con más de 800 organizaciones. “Somos una empresa privada, tenemos la libertad de financiar grupos fuera de lo común y es ahí donde creemos que nuestros pequeños grants son más efectivos”, se lee en la webde Patagonia.

En Chile la empresa ha distribuido cerca de 300 mil dólares (casi $ 200 millones) en unas 50 organizaciones. Los montos van desde los 8 mil a los 12 mil dólares, dependiendo de las necesidades del proyecto. Entre las beneficiadas están Acceso Panam, la Fundación Rompientes, la agrupación Aisén Reserva de Vida, el Centro de Conservación Cetácea, la ONG Ecosistemas, la ONG Relaves y el movimiento ciudadano Chao Pescao. Uno de los fundadores de este último, Raimundo Gómez, explica que con ese grant realizaron residencias de investigación, actividades con la comunidad de La Higuera y videos para la campaña contra el proyecto Dominga.

Hace dos años Chouinard se metió la mano al bolsillo para “salvar” el sector de El Mirador de Punta de Lobos. Un proyecto inmobiliario con estacionamientos subterráneos puso en riesgo la vegetación, el turismo y el surf, y la única posibilidad de rescatar ese emblemático lugar era comprarlo. El surfista Ramón Navarro se contactó con Chouinard y Patagonia aportó medio millón de dólares (casi la mitad del costo total) para comprar las dos hectáreas. La empresa produjo además el documental El hijo del pescador, que relata la historia de Navarro y el valor ecológico de Punta de Lobos.

Matías Alcalde, director ejecutivo de Fundación Punta de Lobos, explica que la participación de Patagonia fue clave para que organizaciones filantrópicas de Estados Unidos se sumaran a la causa. El empresario Nicholas Davis, presidente de EuroAmerica, puso la plata restante para comprar el terreno y luego se ha hecho cargo de la conservación del lugar.

-¿Por qué ayudó a Ramón Navarro en esa causa?
-He surfeado en Punta de Lobos y creí que era una buena idea. En California difícilmente puedes ver el océano, porque hay casas y edificios entre la calle y el mar. En Suecia no hay desarrollo a 800 metros de la playa, los suecos creen que todas las playas debieran ser propiedad pública, y yo también creo eso. Si uno no protege estos lugares, tarde o temprano se volverán privados y tendremos que pagar cada vez que queramos ir a la playa, para estacionar el auto, y habrá grandes hoteles donde ni siquiera se podrá ver el agua. Debería ser una reserva para surfear, no hay tantos lugares así para surfear en el mundo. Hay que cuidarlos no sólo para la práctica del surf, sino como herencia nacional. Punta de Lobos es sólo el comienzo.

Ramón Navarro es uno de los embajadores chilenos de la marca Patagonia. “No los contratamos sólo por el hecho de ser grandes deportistas, encantadores, surfistas o lo que sea, sino porque están comprometidos y recorren el mundo enseñando a la gente joven sobre los problemas del medioambiente”, explica Chouinard. En la lista también están el surfista Federico Mekis, quien ha realizado dos cortometrajes para la campaña Defiende Maipo -que se opone al proyecto hidroeléctrico Alto Maipo-; su hermano Patricio -también surfista-, con quien impulsó la propuesta de un parque marino en Juan Fernández; o Gabriel Benoit, pescador con mosca y protagonista del documental estrenado en diciembre Lawqa: que el parque vuelva a ser parque, que registra el deterioro del Parque Nacional Lauca debido a la acción de la industria minera. El documental fue producido por Patagonia.

FOTO: TIM DAVIS

La empresa también colaboró con varias ONG durante la campaña Patagonia sin Represas. “La energía hidroeléctrica no es energía verde. Está probado que construir represas para crear energía no tiene sentido, causa más daño que beneficios y destruyen los ríos para siempre. Tarde o temprano esas represas dejan de funcionar, ¿y quién las va a echar abajo? En Estados Unidos hay muchas represas que sólo duraron 15 años y todavía están ahí”, dice Chouinard.

-Los empresarios decían que Chile podría tener un blackout sin el proyecto HidroAysén, incluido el Presidente Piñera.
-(Se ríe) Piñera es un conservador. Es falta de imaginación, porque un blackout puede prevenirse sin la necesidad de construir represas. Puedes construir paneles solares mucho más rápido que una represa y con mejores resultados.

-Chile está en el dilema del desarrollo, ¿puede contribuir a mejorar las condiciones del planeta?
-Todos tenemos que mirarnos y pensar qué podemos hacer para salvar el planeta. Hace unos años tuve una conversación con la Presidenta Bachelet y me dijo que Chile era un país pequeño y que necesita más desarrollo. Yo le dije que no necesitaban más desarrollo, sino otro modelo económico. Tienen todos los recursos que se necesitan para ser un país fuerte y saludable. La mejor calidad de vida se encuentra en los países escandinavos y ellos no tienen los recursos de Chile. Los políticos saben cuál es la forma correcta de actuar, sólo que se ven forzados por las grandes empresas para hacer lo incorrecto.

Duro con Trump

Hace unos meses, Patagonia le envió un correo a sus colaboradores anunciando el cambio de misión de la compañía. “Estamos en el negocio para salvar nuestro planeta”, decía el email.

Explica Chouinard: “Tengo casi tres mil empleados alrededor del mundo, y cambiar la misión de la compañía ha hecho que cambie el sentido de su trabajos. Si queremos salvar al huemul o al oso polar, tenemos que salvar el planeta. Esa ha sido nuestra premisa: número uno, calentamiento global; número dos, cambiar las políticas en América; número tres, recuperar tierras que están dañadas y mejorarlas. Además, educar a mujeres del Tercer Mundo, porque eso es lo mejor que le podemos hacer a nuestra población”.

FOTO: JEFF JOHNSON

-¿De qué manera Patagonia está en el negocio para salvar al planeta?
-Estamos luchando para cambiar a una agricultura regenerativa de pequeña escala, así podemos capturar todo el carbono que estamos arrojando en el mundo. Se ha probado que la agricultura orgánica es igual de eficiente que la tradicional, la única diferencia es que no usa químicos tóxicos y la vida en la Tierra depende de 15 centímetros de esta capa de suelo. Naciones Unidas dice que vamos a necesitar un 50% más de alimentos hacia el 2050, son sólo 30 años más, y no vamos a tener agua y un 30% menos de capa superficial del suelo. Como compañía decidimos impulsar la agricultura orgánica regenerativa y trabajamos para una nueva certificación que permita a la gente saber si su producto fue creado de manera orgánica o no. Ya estamos produciendo algodón de manera regenerativa. La revolución ya comenzó.

-El Presidente Trump niega el cambio climático, ¿qué piensa de eso?
-Muchos políticos niegan el cambio climático, pero todos saben que está ocurriendo. Eligen negarlo, porque para combatirlo tendríamos que cambiar nuestro sistema económico y ellos no quieren hacerlo, sólo quieren mantenerse en sus puestos. Saben que está ocurriendo, pero deciden no hacer nada y eso, para mí, es la definición de maldad.

En diciembre de 2017, Trump anunció la reducción por decreto de dos enormes parques nacionales en Utah, el mayor recorte hasta ahora de este tipo de áreas protegidas. En el caso del parque Bears Ears, la disminución llegó al 80% de su territorio. Chouinard se indignó. El día del anuncio, en la página de Patagonia sólo había un mensaje contra un fondo negro: “El presidente robó tu tierra”. Como respuesta, Chouinard demandó a Trump.

“Ellos quieren explotar uranio en la zona”, explica Chouinard y da un suspiro. “Los conservadores creen que hay que usar todos los recursos del mundo, especialmente los conservadores religiosos, quienes están convencidos de que mientras antes agotemos los recursos más temprana será la vuelta de Jesús (ríe). Es una lucha contra los conservadores que creen que toda la tierra debiera ser privada. Tuvimos el mismo problema en Chile, cuando partimos comprando tierras y luego se las queríamos devolver al gobierno: los conservadores se opusieron porque eso las sacaba del círculo de los impuestos. Ahora estamos empezando a entender que somos parte de la naturaleza. Los que la están destruyendo para obtener más recursos son ahora minoría”.

El último día de Doug

Chouinard, Tompkins y cuatro amigos, todos experimentados kayakistas, iniciaron en diciembre de 2015 una aventura de 80 kilómetros por el lago General Carrera. Todo iba bajo control, llevaban casi la mitad del recorrido, siempre bordeando el lago, pero las condiciones climáticas se fueron poniendo extremas y perdieron el control de sus kayaks. El corolario fue un horror. Tompkins falleció de hipotermia en el hospital de Coyhaique.

-¿Extraña a Tompkins?
-Murió muy pronto. Él estaba haciendo un gran trabajo y no había terminado. Él era un pensador profundo, era como yo, siempre venía con ideas locas.

-Usted estaba con Tompkins el día que murió. ¿Qué recuerda de ese día?
-No sé qué decir (suspira). Fue una tormenta perfecta. Había mucho viento en nuestra espalda y olas de tres metros, además de un sector rocoso al lado nuestro que no nos permitía salirnos del agua. Dimos la vuelta en un valle y había un viento igualmente fuerte, lo que formó un oleaje cruzado. Ahí las cosas se pusieron feas. Doug no tenía la ropa adecuada, no era ropa de kayak y eso fue una complicación…

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  • 18/03/2019