“Las venas abiertas” de la Amazonía

Editorial del equipo de Fundación Terram ante los reiterados incendios en la Amazonía.


Corría 1988 y un silencioso, pero persistente ecologista y sindicalista brasileño recibía el reconocimiento nacional de Brasil por su protagonismo en la protección del Amazonas. Francisco Mendes o “Chico” Mendes habría logrado avanzar en las negociaciones con el Gobierno para  la creación de las “reservas extractivas” en la selva, sitios en que el desarrollo podría dialogar con la protección y las formas de vida tradicional que abundaban en esta zona. Más, la lucha que lideró por años, lo llevó a ser asesinado en diciembre del mismo año por un desconocido.

Desde mucho antes, los incendios provocados en la selva amazónica venían repitiéndose como una estrategia para acelerar los cambios en el uso de suelo, y preparar las condiciones para que los bosques milenarios fueran reemplazados por monocultivos, carreteras, hidroeléctricas y oleoductos que no hicieron más que desplazar a comunidades tradicionales y explotar estos vastos bosques que tienen un rol protagónico en el equilibrio planetario.

Así también, se han dado encuentros entre comunidades que habitan otras áreas del Amazonas, como ocurrió en Perú en 2009, cuando el ex Presidente Alan García habría invitado públicamente a empresarios extranjeros a invertir en la selva para ampliar la industria petrolera y gasífera, sin consultar antes a las comunidades indígenas que la habitan. Por lo mismo, se encontró con una inmensa oposición, que llevó a uno de los conflictos sociales peruanos más influyentes de los últimos años: el conflicto de Bagua o  “El Baguazo”, donde se registraron alrededor de 33 fallecidos y unos 83 heridos.

Hoy, somos testigo de un nuevo evento ambiental que preocupa al mundo entero: los incendios de la Amazonía. Si bien esta noticia ha remecido a la prensa, autoridades y ciudadanos de todo el mundo, la verdad es que era de esperarse debido a las políticas económicas que han prevalecido sobre el uso de este “pulmón verde” planetario, políticas que incluso han costado la vida de sus opositores. Es necesario destacar que la selva amazónica tiene un rol preponderante en regular el dióxido de carbono (CO2) que permanece en los suelos y en la atmósfera, el cual aumenta las consecuencias del cambio climático en nuestro planeta, fenómeno que golpea a toda la humanidad, pero especialmente a los países y comunidades más vulnerables. Además, la Amazonía, por ser la superficie boscosa más grande del planeta, posee un rol protagónico en el equilibrio del ciclo hidrológico de la Tierra.

Aún con estos antecedentes, las organizaciones intergubernamentales que trabajan por la adaptación y mitigación del cambio climático a nivel global, no han velado porque estos bosques sean resguardados tal y como la emergencia climática y las comunidades indígenas lo han exigido. Es preocupante que lleguemos hasta este punto, donde tan solo la Amazonía brasileña ha perdido 1,3 millones de hectáreas hasta la fecha, muestra de que la repetición de los incendios y las quemas intencionadas, no son un fenómeno actual. Más, su persistencia a lo largo de los últimos 40 años devela una crítica falta de políticas públicas climáticas mundiales, que han dejado a merced de la depredación de empresas extranjeras (principalmente europeas y estadounidenses) a estos bosques que son de una importancia que trasciende a los Estados, y los gobernantes del mundo siguen haciendo oídos sordos a este llamado: el cambio climático está aquí y es una realidad que nos golpea la cara. Es de relevancia global, entonces, velar por hacer cambios en las lógicas extractivistas que se están aplicando en la Amazonía.

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