Energías renovables, electromovilidad y bosques sustentables: el destino de los aportes que recibió Chile por la COP25

Mientras a nivel global sigue el debate en torno a lo que se avanzó y lo que no se logró en la cumbre del clima de Naciones Unidas, para Chile el evento movilizó recursos para impulsar estudios, eventos ciudadanos y medidas para enfrentar los efectos del calentamiento global. Fuente: El Mercurio, 27 de febrero de 2020.


Más de dos meses han transcurrido desde que terminara la COP25, la cumbre de Naciones Unidas sobre el cambio climático, y su legado sigue siendo motivo de análisis.

El encuentro organizado por Chile —y que se debió realizar en Madrid a raíz de la crisis social— tuvo un final controvertido. Unos destacaron avances en materia de protección de los océanos y compromisos de empresas y países por imponerse metas más altas de reducción de emisiones de carbono. Para otros, lo más relevante fue la frustración de no lograr un acuerdo sobre el mercado de bonos de carbono, considerado clave para hacer operativo el Acuerdo de París para bajar las emisiones responsables del calentamiento global. Pero esta dimensión, si bien es central, no es la única sobre la cual es posible realizar balances.

En el caso de Chile, presidir la COP25 significó un desembolso público en torno a US$ 35 millones. En contrapartida, el país logró captar significativos aportes e inversiones internacionales que, según la información oficial del Ministerio del Medio ambiente, ascendieron a más de US$ 183 millones. De ellos, US$ 5 millones debían destinarse a ayudar a los países no desarrollados a asistir a la cumbre. Todo el resto irá a iniciativas que tienen directa relación con el cambio climático.

‘Gracias a ejercer la presidencia de la COP25, Chile consiguió aportes internacionales por US$ 183 millones. De estos, US$ 178 millones están destinados a proyectos específicos que permitan mejorar la calidad de vida de los chilenos y chilenas, impulsando la acción climática efectiva en las distintas regiones del país’, destaca Carolina Schmidt, presidenta de la COP25 y ministra del Medio Ambiente.

Crear conciencia y desarrollar capacidades

El saldo es destacado por quienes trabajaron en organizar la cumbre, porque no era obvio que Chile pudiera recibir un monto tan relevante. Al ser un miembro de la OCDE, el país queda al margen de la opción de captar ayudas internacionales, que se destinan a naciones consideradas pobres.

Sin embargo, pese a esa limitante, y en consideración de que Chile decidió hacerse cargo de la cumbre en circunstancias especiales —tras la renuncia de Brasil a última hora—, varios países mostraron su voluntad de colaborar. Y dado que no lo podía hacer financiando el evento mismo, optaron por financiar proyectos para ‘crear conciencia sobre la importancia del tema, impulsar la acción climática y el desarrollo de capacidades’, explica Carolina Urmeneta, jefa de la Oficina de Cambio Climático del Ministerio del Medio ambiente.

De este modo, gracias a aportes de la Unión Europea (US$ 3 millones), este año se desarrollará una serie de Diálogos Ciudadanos por la Acción climática en 16 regiones del país. Consistirán en eventos de tres días para buscar soluciones a desafíos específicos que el calentamiento global genera en cada región en específico.

Un millón de dólares aportado por Alemania impulsará la elaboración este año de un mapa de riesgos climáticos, que permitirá diagnosticar el impacto del calentamiento global en cada comuna del país, lo que será un insumo clave para acceder después a bonos verdes y fuentes de financiamiento internacionales para tomar medidas de mitigación. Otros US$ 4,4 millones de ese país irán a estudiar medidas para una transición energética justa: disminuir al máximo el impacto social del cierre de las centrales termoeléctricas.

Los recursos también se concretarán en la donación de 20 buses eléctricos por parte de China (avaluados en US$ 6 millones); Luxemburgo financiará un piloto de gestión integral de residuos en Chiloé (US$ 1,4 millones) y Mónaco apoyará la gestión para hacer sustentable el Área Marina Protegida en torno a Rapa Nui (US$ 111 mil).

Además, la COP25 permitió allanar el camino para que dos fondos internacionales, que no suelen invertir en Chile, lo hicieran en forma casi excepcional. ‘El hecho de que Chile presidiera la COP demostró la voluntad del país de preocuparse por este tema, lo que permitió movilizar esos recursos, a los que se venía postulando hace tiempo. Si bien son recursos que no tienen que ver directamente con el evento COP25, habría sido muy difícil obtenerlos si este no hubiera sido presidido por Chile’, asegura Urmeneta.

Así, el Fondo Verde del Clima aprobó invertir US$ 60 millones en el proyecto Espejo de Tarapacá de Valhalla, una innovadora iniciativa de energía renovable en las cercanías de Iquique.

El mismo fondo aprobó US$ 63 millones para una iniciativa gestionada por Conaf, que otorgará subsidios a proyectos de manejo sustentable, gestión y reforestación de bosque nativo que emprendan comunidades o pequeños propietarios de sectores vulnerables del sur del país. Esta iniciativa, además, obtuvo US$ 26 millones de un fondo del Banco Mundial.

‘Esto muestra que la cumbre, aunque haya tenido que moverse a Madrid, dejó al país una serie de beneficios concretos y que van a perdurar en el tiempo. Es un legado súper importante’, subraya el gerente de la COP25, Cristián Varela.

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