Biomasa seca, sequía y altas temperaturas: los ingredientes para la generación de megaincendios en Chile

Fuentes de ignición, presencia de combustible y condiciones climáticas o meteorológicas favorables son los principales factores que pueden incidir directamente en un régimen de incendios. Fuente: Tomate Rojo, 14 de diciembre de 2020.


Aún no comienza el verano, pero ya se sienten las altas temperaturas hace varios días. El calor se mantiene por más tiempo durante el año y prolonga consigo la temporada de incendios de gran intensidad. En Chile el 99.7% de los incendios son causados por negligencias o son intencionales, pero también existen otros detonantes que podrían potenciar los megaincendios esta nueva temporada, exacerbados, además por el cambio climático.

Alejandro Miranda, investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 y del Laboratorio de Ecología del Paisaje Forestal de la Universidad de La Frontera, señala que son tres  los ingredientes principales para la producción de incendios: fuentes de ignición, presencia de combustible y condiciones climáticas o meteorológicas favorables. Un cambio en cualquiera de esos elementos incidirá directamente en el régimen de incendios.

“Se ha observado una respuesta positiva en cuanto al aumento de la temperatura y disminución de las precipitaciones con una mayor área quemada en el país. Es decir, años más calurosos y con menor acumulación de precipitaciones, dos de las condiciones principales que se proyectan como efectos del cambio climático, se asocian positivamente con una mayor área afectada por los incendios. En parte, por su efecto en la humedad de los combustibles, finos y gruesos; y por su el comportamiento del fuego al momento de los incendios en donde a mayores temperaturas hay una mayor velocidad y potencial de propagación, así como dificultad en su control”, explica el experto.

Megaincendios: sequía sin precedentes

Desde el 2010, Chile se encuentra en una sequía sin precedentes en los últimos 1000 años; siendo especialmente severa entre Coquimbo y el Maule. Esta catástrofe ecológica se prolongó hasta el 2019, con hasta un 90% de déficit de precipitación en algunas zonas, una “megasequía” que afecta gravemente a la vegetación nativa. Esta situación no se puede revertir, y, por tanto, las medidas futuras deben ir orientadas en una distribución equitativa del agua; asegurando el consumo humano y evitando su desperdicio en actividades no esenciales.

Al respecto, Miranda dice que, “todo indica que estamos transitando hacia un clima más seco en la zona centro sur de Chile. A escala local nada podemos hacer para disminuir la sequía; ya que depende de la variabilidad natural del sistema y de afectación antropogénica sobre los ciclos atmosféricos globales”. Por otra parte, Cecilia Smith, doctora en Ecología de la Universidad de Los Lagos e investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), señala que, “la sequía no se va a acabar. Puede que haya un año más lluvioso que otro, pero las tendencias de cambio climático son claras, van a ir aumentando cada vez más”.

Un estudio realizado para  comprender cómo varía la resistencia de los bosques mediterráneos frente a la sequía, mostró que, para el verano de 2017, una tercera parte del bosque nativo entre Santiago y Valparaíso se había tornado “café”. Siendo especialmente patente en la precordillerana andina. Mientras que, durante la primavera de 2019 se extendió hacia la Cordillera de la Costa y por el sur hasta la Región de O’Higgins. Este fenómeno es conocido como browning o pardeamiento, y se manifiesta en la reducción del verdor y desecamiento del follaje de los árboles. El browning ha sido reportado en diferentes partes del mundo como un efecto del cambio climático y, particularmente, de la sequía.

De acuerdo al estudio la investigadora del IEB indica que, “en la primavera del 2019, cuando se espera que venga el verdor y broten los árboles, estos no brotaron; pero no solo no brotaron. En octubre y en noviembre empezaron a tener hojas cafés, se empezaron a secar y algunas hojas a caer. Eso nunca se había escuchado en la historia de Chile. En un estudio del año 2017, un investigador (Alejandro Miranda) observó el fenómeno del browning o pardeamiento cuando los árboles se vuelven cafés producto de las continuas sequías. Y ahora ese fenómeno es masivo”.

Expansión de browining

Alejandro Miranda, autor principal del estudio, comenta sobre la expansión del “browning” que, “es posible se extienda en otras zonas; incluso este efecto se ha visto en otras partes del mundo incluyendo bosques tropicales. En Chile a raíz de la megasequía se ha visto este efecto más intensamente entre las regiones de Coquimbo y O’Higgins; pero localmente también se ha visto incluso en las regiones de La Araucanía y Los Lagos donde dominan los bosques templados. De mantenerse esta condición de déficit de precipitación en buena parte de la zona centro sur de Chile, es posible en los próximos años estemos presenciando una extensión de este efecto hacia el sur de la Región de O’Higgins”.

A pesar de que aún no se determina si las plantas que perdieron el verdor murieron, este fenómeno representa un gran riesgo para las personas que viven en las cercanías. Esto pues son vastas extensiones de biomasa seca, altamente inflamable. Los científicos pertenecientes a distintas organizaciones, en una declaración pública, advirtieron que están todas las condiciones para que se produzcan “tormentas de fuego” en los alrededores de Santiago, Valparaíso-Viña del Mar, Rancagua. Las olas de calor, la baja humedad atmosférica y los vientos fuertes, han sido recurrentes en los últimos veranos. Ello sumado a la condición inédita de bosques secos, se podría generar un escenario tanto o más devastador que el de los megaincendios del 2017.

Megaincendios 2017

Según un informe de (CR)2, en los últimos años, los incendios forestales han aumentado en la zona centro-sur de Chile. En términos de área quemada, las temporadas 2013-2014 y 2014-2015 fueron una de las más afectadas, con 106.000 y 129.000 hectáreas, respectivamente. Así superando dos veces el promedio anual de las últimas cuatro décadas (54.000 ha/año). Sin embargo, los megaincendios de la temporada 2016-2017 marcaron un antes y un después; rompiendo todos los registros previos. Ello con más de medio millón de hectáreas quemadas, superando en diez veces el promedio histórico desde mediados desde 1970.

En un análisis de la Corporación Nacional Forestal (Conaf) el verano del año 2017, entre el 01 de enero hasta el 10 de febrero se consumieron 518.174 hectáreas (ha) en total entre  las regiones de Coquimbo y La Araucanía. En este periodo, se destaca la severidad de estos megaincendios que afectaron principalmente a las regiones de O’Higgins, el Maule y Biobío. Según la Unión Europea (UE), los incendios de ese año, se convirtieron en un episodio mundial porque superaban la escala global de medición de incendios, los más destructivos hasta ese momento eran los de “quinta generación”. Sin embargo, los ocurridos en Chile el 2017, fueron los primeros en catalogarse como “sexta generación”, en términos de intensidad de la línea de fuego y velocidad de propagación.

Peligro

La doctora en Ecología, Cecilia Smith, comenta sobre los incendios de sexta generación que, “justamente los incendios que ocurrieron en Chile el 2017 llevaron a acuñar ese término. Estos megaincendios abarcan enormes superficies, y tienen temperaturas tan elevadas que generan su propia dinámica atmosférica y se mantienen, son realmente imparables”. Miranda agrega respecto a la dinámica de los megaincendios y la superficie que abarcan que, “lo relevante de los grandes incendios, que Conaf sitúa sobre las 200 ha. , es la dificultad en su control y lo impredecible que se va haciendo su comportamiento en el territorio. Incendios de grandes magnitudes generan sus propias condiciones para su propagación en cuanto a las condiciones microclimáticas y en la humedad de los combustibles alcanzando altas temperaturas”.

Los incendios forestales del 2017, afectaron principalmente a la región del Maule con un 54% de la superficie total quemada. Le siguen las regiones de Biobío y O’Higgins con 19,2% y 17,4%, respectivamente. Es importante destacar que, los fuegos de grandes magnitudes pueden modificar los ciclos biogeoquímicos, produciendo cambios en la vegetación, suelo, fauna, proceso hidrológicos y geomorfológicos, calidad de las aguas e incluso cambios en la composición de la atmósfera.

Respecto a las repercusiones de los incendios de sexta generación en los bosques nativos y en la biodiversidad en la región del Maule, el investigador de (Cr)2 explica su ecosistema. “La Región del Maule contiene bosques nativos en un estado de mayor preocupación por su estado de conservación. El ejemplo más claro de la afectación en la biodiversidad es la pérdida del 50% de la superficie remanente de los bosques de ruil, lo que no solo afecta a esta especie, sino que a todo el ecosistema y biodiversidad acompañante. En la zona central de Chile, en particular los bosques esclerófilos han estado sometidos al periodo más largo de sequía registrados, es por ello que hay una gran preocupación con respecto a los efectos que pueden tener potenciales incendios esta temporada debido a que los bosques están muy debilitados como para recuperarse de disturbios masivos”.

Los megaincendios además de destruir los ecosistemas naturales, contribuyen al calentamiento global del planeta mediante emisiones masivas de dióxido de carbono (CO2). Los megaincendios del 2017 en Chile emitieron alrededor de 100 millones de toneladas de CO2. Considerando que para el año 2016, nuestro país emitió un total de 111,6 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera (por transporte, energía, agricultura y residuos), las emisiones de los megaincendios del 2017 equivaldrían a un 90% de las producidas el año 2016.

Las proyecciones hacia mediados de siglo no son positivas, puesto que se estima que la zona central podría experimentar un incremento de entre 0.7 °C y 1.3 °C en verano, dependiendo de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI), y  una reducción de 10-20% de las precipitaciones. Por su parte, Alejandro Miranda advierte que, “las condiciones extremas observadas en el verano de 2017 podrían ser la media de las condiciones atmosféricas a fines de siglo. Dado el año 2017 ha sido el año con una mayor área quemada y la mayor proporción de megaincendios históricos, las proyecciones no son buenas. Sin embargo, esto no es el único factor en juego: la expansión de las plantaciones forestales y la nula planificación territorial conforman un escenario bastante pesimista para el futuro”.

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