Estos insectos reciben el nombre de «abejas celofán» por la sustancia que secretan, parecida a un celofán, y fueron encontradas entre el desierto de Atacama y...
Estos insectos reciben el nombre de «abejas celofán» por la sustancia que secretan, parecida a un celofán, y fueron encontradas entre el desierto de Atacama y la cuesta Las Raíces, cerca de Lonquimay.
«Además de la abeja de la miel, en Chile viven más de 420 distintas especies de abejas, y aproximadamente 70% de ellas son endémicas, y por eso es un territorio muy interesante para estudiarlas».
Así lo asegura a «El Mercurio» el entomólogo canadiense Spencer Monckton, quien en los últimos tres años ha recorrido el país en tres oportunidades en busca de estos insectos. Acaba de publicar, hace unos días, la descripción de ocho nuevas especies para el país.
«Con un colega viajamos desde Puerto Montt hasta Putre con el fin de analizar en la forma más amplia posible la diversidad de abejas chilenas», destaca este investigador de la York University, en Toronto.
«Es importante descubrir y registrar todas estas especies de abejas, porque cada una ocupa un lugar en diversos ecosistemas de Chile, plantas que de otro modo desaparecerían sin sus socios ecológicos», agrega.
La mayoría de estas nuevas especies ya habían sido recogidas, una o dos veces, por otros investigadores, pero nadie las había descrito, especialmente a las de la familia de las Colletideae , también conocidas como abejas de poliéster o de celofán. Esto porque secretan una sustancia con la que pintan las paredes de sus nidos que, una vez seca, se convierte en translúcida, flexible y les sirve de protección. Químicamente es una sustancia muy parecida al celofán.
En cada zona del país encontró una nueva especie, a las que bautizó con nombres relacionados con el área o su experiencia personal. Es así como en las cercanías de San Pedro de Atacama halló una que nombró Chilicola lickana (por Licanantay, el nombre nativo del pueblo atacameño), mientras que al sureste de Copiapó, cerca de la mina Caserones, encontró a la que llamó Chilicola guanicoe (por guanaco). En la cuesta Las Raíces, cerca de Lonquimay, halló a la Chilicola mayu, inspirado en una parte del nombre Lonquimay, formado, a su vez, por el mapudungun lonco (jefe) y el quechua mayu (río).
A la Chilicola packeri , que encontró en la costa norte de Huasco y también en el interior de Vallenar, la bautizó con el nombre de su supervisor y experto en abejas, Laurence Packer. A otras dos, Chilicola randolphi y Chilicola khaterinae , les dio los nombres de su padre y novia. Las encontró en la laguna del Maule y el nacimiento del río Teno, respectivamente.
Pero los nombres más raros se los dio a una que encontró en el camino a Farellones ( Chilicola curvapeligrosa ) y cerca del embalse Santa Juana, en Vallenar ( Chilicola charizard) . El nombre de esta última recuerda al pokémon Charizard, de la serie del mismo nombre.
«Soy y he sido fanático de la serie desde que tenía nueve años, porque alienta el espíritu de descubrimiento y exploración, y creo que influyó para convertirme en biólogo». Reconoce que el dragón Charizard siempre fue su favorito. «Con un poco de imaginación se puede ver una cierta semejanza entre la abeja y el pokémon: ambos tienen hocicos largos, como de caballo; grandes patas traseras y alas; además, pensé que sus antenas se parecían a los cuernos de Charizard y ambos viven en medio de las montañas».\
Fuente: El Mercurio