Intereses Corporativos v/s Conservación

Columna de opinión de Flavia Liberona, Directora Ejecutiva de Fundación Terram, publicada en blog de diario La Tercera, el 14 de octubre de 2011. En los...


Columna de opinión de Flavia Liberona, Directora Ejecutiva de Fundación Terram, publicada en blog de diario La Tercera, el 14 de octubre de 2011.

Flavia Liberona Directora Fundación Terram

Flavia Liberona, Directora Fundación Terram

En los últimos años ha crecido la conciencia de las personas, los gobiernos y las empresas acerca de la necesidad de conservar y proteger la naturaleza, lo que se refleja en iniciativas a distinta escala. Esto debido a que es irrefutable que dependemos de ella, para sostener nuestra vida en el planeta, pero también los avances, emprendimientos industriales y el desarrollo de grandes ciudades. En este contexto, desde hace muchos años que se han creado organizaciones a nivel local nacional e internacional dedicadas a la conservación.

Algunas de estas grandes organizaciones internacionales han jugado un papel importante en crear conciencia del vínculo de dependencia que tenemos con la naturaleza , así como también fomentar diversas formas de conservación , entre ellas está la ONG The Nature Conservancy (TNC), que comenzó a trabajar en forma directa en Chile hace algunos años. Si bien, los objetivos declarados y muchas de las acciones de conservación de TNC han sido destacables e implican aportes en las localidades a las que llegan a realizar intervenciones, también poco a poco han comenzado a ser cuestionadas y han recibido críticas alrededor del mundo por sus actuaciones y por su en ocasiones ambigua relación con los centros de poder, cuestión que se ve reflejada en la última polémica que involucra a dicha organización.

Esto, tras el anuncio de la creación de un Consejo de Conservación para América Latina convocado por TNC y que reúne a 34 personas que han sido definidas como “líderes empresariales y políticos de la región”. Un análisis de la lista, sin embargo, permite al menos preguntarse y cuestionar la capacidad de dichos lideres para definir criterios que permitan “resolver los retos ambientales” de la región, como propone la organización, sencillamente porque muchos de ellos representan precisamente a empresas transnacionales conocidas por desarrollar proyectos que afectan zonas de alto valor para la conservación y/o por privilegiar sus propios beneficios económicos, por sobre el cuidado de la naturaleza y del entorno en el que se desarrollan.

En el caso de los representantes chilenos en esta selecta lista, el empresario Andrónico Luksic responde precisamente a este perfil. El vicepresidente del Banco de Chile y uno de los hombres más poderosos y ricos del país, miembro del grupo Luksic que está a la cabeza de una serie de proyectos mineros de gran escala y fuerte impacto, entre ellos Los Pelambres y El Tesoro, bajo el alero de Antofagasta Minerals. La lista de TNC incluye también a Álvaro Saieh, presidente de Corbanca y dueño de Copesa, el segundo mayor conglomerado periodístico del país, y con intereses en el área financiera y del retail. Y si bien no es chileno, no se puede dejar de mencionar al empresario Eike Batista, dueño del cuestionado proyecto termoeléctrico Castilla que pretende desarrollarse en la región de Atacama. Junto a ellos, también han fichado al ex Presidente Ricardo Lagos, bajo cuyo mandato se aprobaron importantes proyectos de inversión abiertamente agresivos con la naturaleza, algunos incluso mediante procedimientos administrativos o legales que fueron fuertemente cuestionados en su momento.

Una organización de la magnitud y alcance de The Nature Conservancy tiene el potencial de generar impactos positivos a una gran escala, pero también un prestigio y credibilidad que debe por sobre todo cuidar, cuestión que debería llevarlos a actuar con la mayor cautela y responsabilidad. Evidentemente la formación de un Consejo integrado por personas que de una u otra forma han estado ligados a iniciativas que son cuestionables, junto a grandes empresarios y ejecutivos, como los dueños de las cadenas Televisa y del grupo Cisneros, de Coca Cola, de empresas del sector minero, financiero, etc. Sin duda introduce una legítima cuota de duda sobre la orientación que podría tomar esta institución en el futuro, ya que no queda claro cuál será el aporte que puedan hacer ellos, a la conservación de la naturaleza o si la institución podrá seguir actuando con la misma independencia que le generó el prestigio con que cuenta hasta ahora. En este sentido, me parece legitimo plantear la duda sobre a quién beneficia y prestigia esta alianza.

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