
La nueva mina de oro del sur de Chile
El golfo del Corcovado es el epicentro de las preocupaciones de científicos, ecologistas y hombres de negocios. Personajes como Douglas Tompkins, Sebastián Piñera y Bernardo Matte miran atentos la zona. Situado al sur de Chiloé, el lugar es famoso por su belleza natural y el avistamiento de ballenas azules, especie en extinción en el mundo. ¿Qué hacer entonces con él? El gobierno tiene la palabra, mientras políticos, empresarios y ambientalistas comienzan a echar a andar sus redes para influir en el destino del enclave. Revista Que Pasa 25 de agosto 2007.
Dicen que de las dos mil ballenas azules que hoy existen en el mundo, cerca de 200 se encuentran en el golfo del Corcovado, al sur de Chiloé. Bien lo sabe el empresario Bernardo Matte, quien lleva cerca de 30 años navegando en la zona. El verano pasado visitó una vez más el lugar y se reunió con el científico Rodrigo Hucke, quien desde el 2003 ha impulsado la iniciativa de crear aquí una zona de área marina costera protegida para preservar a estos animales, los más grandes del planeta.
Tras ver cerca de 15 ballenas azules en unas pocas horas, Matte decidió apoyar la idea: junto a varios empresarios y decenas de ONGs -entre ellas la WWF, una de las más grandes a nivel mundial- están haciendo lobby para que el gobierno se decida a firmar el decreto que establece protección en 51 mil kilómetros de las aguas de la zona.
Tal es el interés, que miembros de la WWF aseguran que están creando una plataforma de acción: una fundación que reunirá a empresarios, científicos y hombres de políticas públicas, para lo cual han tomado contacto con Ricardo Lagos, Antonio Horvath, Andrés Ergas, Pedro Ibáñez, Pablo Valenzuela y el propio Matte.
"La experiencia en diversos países del mundo nos ha demostrado que proteger esta área es una gran oportunidad para Chile, no sólo porque se conservan especies únicas, sino porque también se fortalece el turismo y la imagen de que el país protege su medio ambiente", explica Bronwen Golder, mujer del embajador neozelandés en Chile, conocida aquí "como la embajadora de las ballenas".
Hasta hace cinco años el golfo del Corcovado pasaba inadvertido. Pero hoy diferentes actores lo miran con ojos atentos. El lugar, derechamente, se ha transformado en una de las "minas de oro" del sur de Chile. Y por ende los intereses allí son diversos. Por un lado la zona abarca el Parque Tantauco de Sebastián Piñera y el Parque Pumalín de Douglas Tompkins -muy cercano al lugar que se quiere proteger-.
Los empresarios salmoneros, por otra parte, utilizan regularmente el área para transportar alimentos y muchos han pedido concesiones en el golfo. También están alertas los ecologistas, operadores turísticos y los pescadores artesanales. Ninguno de ellos quiere verse afectado con las nuevas normas que establecería una zona protegida. "Cualquier temor es infundado. El proyecto contempla múltiples usos para conciliar las diversas actividades", explica el senador Antonio Horvath.
Paraíso virgen
Varios canales, islas y fiordos componen el golfo del Corcovado, ubicado al sur de Chiloé y al norte del archipiélago de las Guaitecas, en el límite de la X y XI regiones. Es una de las zonas más vírgenes de Chile por su difícil acceso. Pero eso no fue un impedimento para que Rodrigo Hucke, biólogo marino y presidente del Centro Ballena Azul, comenzara a explorar el área con una única intención: encontrar allí ballenas azules, las cuales miden cerca de 25 metros.
Fue en 1997 cuando dio inicio a la exploración. Durante un mes sólo alcanzó a divisar cerca de 40 de estos animales. Pero el último día cambió su percepción: en cuatro horas estuvo cerca de 60. Entonces decidió buscar financiamiento para demostrar que la zona albergaba esta especie, hoy en peligro de extinción. Se demoró casi ocho años "para que su iniciativa pasara de estudios técnicos a política pública regional", explica Patricio Rodrigo, director ejecutivo de Chileambiente, consultora que preside el empresario Hernán Sandoval y que también tiene intereses en la zona: están creando un parque marino en Tic Toc (el cual esperan esté funcionando en tres años) y desarrollan parte del "Sendero de Chile" en el área de Palena.
Definitivamente la zona ha despertado el apetito de varios actores. No sólo por que el lugar se ha transformado en uno de los destinos más elegidos por los turistas -que llegan allí por la pesca, la observación de la flora y fauna, los trekking y paseos culturales-, sino que también porque el avistamiento de ballenas es cada vez más cotizado en el mundo: en 1991 cerca de 4 millones de personas participaban en esa actividad; al término de la década las cifras aumentaron a más de 10 millones.
"Dentro del ecoturismo, las ballenas han sido las que más han aumentado el interés y la gente está dispuesta a pagar altas sumas de dinero", explica un operador turístico. De hecho, en Magallanes, una de las tres áreas protegidas que existen en Chile, la empresa "Whalesound" ofrece un paquete turístico centrado en las ballenas, donde por tres días cobra US$ 700 por persona.
Y las cifras van en ascenso. Sin ir más lejos, en Puerto Madryn en Argentina, sólo el avistamiento de estos animales genera más de US$ 60 millones. "Eso demuestra que hay un gran potencial para pymes que quieran instalarse allí, lo que ayuda a descentralizar las oportunidades de negocio, que hoy ocurren la mayoría en Santiago", dice un empresario involucrado en la zona. Es lo que está ocurriendo en Quellón, donde ya hay varias iniciativas hoteleras en desarrollo. "Recién la semana pasada una famila chilota inauguró el primer hotel cuatro estrellas en esta ciudad y estamos estimulando el turismo con las ballenas como ícono", explica el alcalde de Quellón, Luis Uribe.
De ser un proyecto regional, la creación de un área costera protegida ha tomado un cariz nacional: en julio pasado el Senado aprobó casi por unanimidad el plan y solicitó al gobierno que agilice el trámite de aprobación. El sí de la presidenta es sólo la "intención" de llevar a cabo el proyecto. De ahí es necesario considerar dos años de estudios para detallar el plan de manejo y los estatutos de acción antes de crear, definitivamente, el área marina costera protegida de múltiples usos, lo que para muchos es una prioridad, pues Chile tiene enormes superficies de costa y vida acuática que amerita protección.
Por ahora, la Conama ha licitado el estudio en dos oportunidades: en ambas ha sido el Centro Ballena Azul quien ha ganado. Pero el BID -el ente que entrega un financiamiento de $ 400 millones -ha decretado nulo el proceso. Unos dicen que por irregularidades: "falta del expertise necesario", afirma Juan Carlos Cárdenas, director de Ecocéanos. En cambio Hucke es enfático en aclarar que "ha sido sólo por problemas formales". De hecho, el mismo centro se preadjudicó el estudio por tercera vez.
De ahí, recién se podría comenzar a hablar del ente legal que regulará la administración de la zona, aunque la idea es que haya un directorio público- privado, que incluya a autoridades, científicos y empresarios, donde el nombre de Bernardo Matte ya suena fuerte. "Esto genera una oportunidad para crear un nuevo modelo de operación donde confluyan actores públicos y privados", explica Bronwen Golder, quien asegura que éste ha dado muy buenos resultados en el extranjero.
El viaje a Nueva Zelandia
Aunque la iniciativa tiene detractores, los diversos actores involucrados aseguran que están dispuestos a sentarse en una misma mesa. "Chile es un país desconfiado y con aversión al riesgo. Las aprensiones, en todo caso, son legítimas y hay que aclararlas", explica Patricio Rodrigo, el medioambientalista PPD, quien hizo los planes de manejo a los parques de Tompkins y Piñera.
Por ahora, cada uno sospecha de las intenciones del otro. "Pero el diálogo permite que se concilien los intereses. Es lo que ocurrió en La gran barrera de Coral en Australia. Cuando la WWF intentó proteger el 4% de ella, los pescadores la criticaron y los diversos operadores miraron la idea con suspicacia. Después de tres años, cuando aumentaron la superficie protegida en 34% todos daban las gracias", dice Golder.
Las piezas han ido moviéndose: el 5 de septiembre, una comitiva de 18 personas, entre ellos representantes de la Conama, de los salmoneros, de comunidades locales, operadores turísticos y ONGs viajarán a Nueva Zelandia para echar mano a su experiencia y ver cómo allí se han hecho las cosas. El destino: Koikura, un lugar de área protegida para la conservación de ballenas y delfines, lo que según los diversos protagonistas es una alternativa para aunar opiniones.
Asimismo, en octubre próximo, la WWF tiene preparado un seminario en Washington para dar a conocer el Corcovado en la comunidad internacional y para levantar un fondo de conservación marítima, que según uno de sus miembros, superará los US$ 25 millones.
Hasta ahora el panorama en Chile sigue siendo movedizo. Por un lado, los ecologistas están divididos: mientras algunos apoyan a ojos cerrados la iniciativa -al considerar que es la única forma de asegurar la preservación-, otros piensan que el proceso ha sido poco transparente y con escasa participación de los involucrados. Aunque no están ni a favor ni en contra, en la Fundación Pumalín del ambientalista Douglas Tompkins, creen que no hay suficiente información para zanjar el tema.
"Estamos presentando nuestras observaciones y preocupaciones a la Subsecretaría de Marina, porque, por ejemplo, no entendemos por qué la zona protegida no incluye los límites de nuestro parque", dice Carlos Cuevas, uno de los directores de la fundación. Según él, la idea de apurar el proceso para decretar el lugar como zona protegida es un "objetivo político" que busca posicionar a Chile como país preocupado del medio ambiente en el encuentro mundial de balleneros -International Whaling Commission- que se llevará a cabo en el país en julio del próximo año, y el cual reunirá a miles de personas vinculadas al tema ambiental.
De igual postura es Juan Carlos Cárdenas, quien argumenta que "el 60% de las ballenas azules no se encuentra en la zona que quieren proteger". Aliado con los pescadores artesanales, asegura que ellos están reticentes con el proyecto porque las leyes de conservación reducirán su actividad.
Para Horvath, en cambio, el efecto es justamente el contrario. "Ellos tienen la oportunidad de transformarse en guías, lo que les permitirá obtener mayores ganancias", explica el senador, quien agrega que la iniciativa también beneficia a los salmoneros porque "tendrán un sello ecológico para su actividad". Rodrigo Infante, de SalmonChile, afirma que la idea es participar del proyecto y ver bien "las restricciones que se van a decretar para que no sean un impedimento para la industria".
La creación del área protegida afecta directamente a Sebastián Piñera porque la zona que se quiere delimitar incluye una buena porción del proyecto del empresario, que también es un parque marino. "Somos parte interesada, por ello estamos atentos a las normas que se establezcan para no vernos perjudicados", explica Santiago Valdés, director de Tantauco. En terreno Alan Bannister, administrador del parque, argumenta que la iniciativa es una oportunidad porque "se generará aquí una gran área de protección del medio ambiente para el país". Ellos, en todo caso, tienen contemplado concesionar los servicios turísticos a terceros.
El avistamiento de ballenas en la zona también ha producido otros efectos: los diversos terrenos del sector tienen hoy precios exorbitantes. Jeremías Henderson -el mismo que le vendió el terreno a Piñera- está ofreciendo la isla San Pedro en US$ 6 millones. Otras más pequeñas -como Yencouma y Mauchil, de 200 y 39 hectáreas, respectivamente- ya tienen precio: US$ 2 millones y US$ 1,2 millón. Quien compre a estos montos, definitivamente, está pensando en el nuevo escenario que se avecina en el Corcovado: para muchos la nueva mina de oro del sur de Chile.