Leña y bioenergía, un potencial por desarrollar
By Terram Communications

Leña y bioenergía, un potencial por desarrollar

Columna de opinión de Flavia Liberona, Directora Ejecutiva de Fundación Terram, publicada en la revista Chile Forestal, edición Nº 339, Marzo 2009.

Los seres humanos y la naturaleza estamos unidos inseparablemente. Nuestra forma de vida, nuestras culturas y economías dependen de los recursos naturales; tenemos una dependencia absoluta de los vegetales, no sólo para la alimentación sino también como fuente energética: la transformación de la energía solar en energía química ocurre en los vegetales, que de esta manera nos proporcionan energía, alimento y materias primas, lo que los hace fundamentales para la existencia de nuestra especie.

Pero la cultura en que vivimos, donde prima el desarrollo tecnológico, hace que nos olvidemos de esta dependencia y creamos que podemos desarrollar nuestra civilización alejados del entorno natural. De alguna manera, el desarrollo nos ha llevado a desvincularnos de la naturaleza, a olvidarnos de la importancia que tiene en nuestras vidas y más aun, a olvidar que está en la base de todos los procesos productivos y de la generación de energía, sustento de la vida humana.

La leña y el uso del fuego han estado ligados al desarrollo de la humanidad. Sin embargo, con el descubrimiento del petróleo nuestros modelos económicos y sistemas productivos cambiaron y generamos culturas dependientes de la energía solar fosilizada, es decir, del petróleo y sus derivados, y nos alejamos del contacto directo con la naturaleza, se crearon grandes ciudades y nuevas formas de producción. Ahora estamos llegando a un límite; todo indica que los combustibles fósiles se agotan, y que tenemos que buscar otras fuentes para el abastecimiento energético en nuestras sociedades. Surgen con fuerza las llamadas energías renovables no convencionales (ERNC), pues parece que es el momento de volver a la naturaleza. Es así como surge el concepto de bioenergía, que cada vez escuchamos con más fuerza.

Las materias primas o insumos que le permiten a cada país satisfacer sus necesidades energéticas, son los elementos en que se fundamenta la economía de cada país. En ese contexto, los recursos energéticos, así como la manera en que cada país explota y/o utiliza estos recursos, se ha tornado cada vez más relevante para garantizar el suministro, la autonomía, distribución, en definitiva, la seguridad energética, que es la que garantiza el funcionamiento de la economía y los sistemas productivos.

Durante las últimas décadas la producción y consumo de energía se ha sustentado en la utilización de combustibles fósiles, principalmente hidrocarburos. Sin embargo, esta tendencia ha iniciado un proceso de cambio debido al agotamiento de estos recursos fósiles, al incremento en los precios y a la necesidad de incorporar consideraciones ambientales debido al alto impacto que producen como generadores de gases de efecto invernadero (GEI) que inciden directamente en el calentamiento global.

Contar con una matriz energética que garantice un adecuado suministro de energía, permita tener una menor dependencia de insumos importados y además tenga menor impacto en términos de emisiones de GEI, deberían ser algunas de las consideraciones que primen para definir la matriz energética de los países, pues esto permitirá enfrentar de mejor o peor manera los desafíos actuales y futuros en términos económicos, sociales y ambientales. Además, es tiempo de pensar en una política energética que considere una reducción del consumo, implemente cambios tecnológicos que permitan avanzar en eficiencia energética y en la incorporación de nuevas tecnologías menos contaminantes, así como tambien repensar el sistema de generación, distribución y transporte de la energía eléctrica en nuestro país.

FUENTES DE ENERGIA EN CHILE

Chile no está fuera de este contexto de cambios. El crecimiento de la economía nacional (PIB), de alrededor de un 5% anual en las últimas dos décadas, se ha traducido en un creciente aumento de la demanda energética, a tal punto que ha llegado casi a duplicar el crecimiento del PIB.

En términos de consumo de energía primaria, es decir, recursos naturales que están disponibles para generar energía sin pasar por un proceso de transformación energética, nos encontramos con dos tipos de fuentes: aquellas que están disponibles en forma directa -energía hidráulica, eólica y solar– y aquellas que están disponibles en forma indirecta -se obtienen a partir de procesos extractivos, como el petróleo, gas natural, carbón mineral, entre otros.

En términos de energía primaria, Chile cuenta con una matriz energética relativamente diversificada, aunque importada: el 72% de la energía que se consume en el país se importa en forma de petróleo, carbón, gas natural y derivados del petróleo, lo que nos hace altamente vulnerables y dependientes. Resulta llamativo que dentro de la composición de la matriz primaria las fuentes nacionales sean hidroelectricidad (8%) y leña (19%). Es decir, de toda la energía que se consume en Chile, el 19% proviene de la leña, cifra nada despreciable y que merece nuestra atención.

En el caso de la matriz de energía secundaria, un 63% del total de los energéticos que se consumen en el país provienen de los hidrocarburos, un 19% de la electricidad y un 18% de la leña. Es decir, los chilenos y chilenas consumimos gran cantidad de leña, la que en su mayoría llega al consumidor final sin pasar por un proceso de transformación. En términos de calefacción, el 60% de la calefacción que se utiliza en Chile proviene de la leña, porcentaje que aumenta si se consideran sólo las regiones del sur.

Sin embargo, la leña que se utiliza en Chile presenta distintas calidades (densidad, humedad), lo que varía su poder calórico y sus emisiones. Lo que es más grave aún, en general proviene de bosque nativo y no está sujeta a ninguna normativa. Esto porque no está reconocida como combustible por la Superintendencia de Electricidad y Combustibles, entidad encargada de normar y regular el uso de estos insumos.

Así, al observar nuestra matriz energética resulta evidente que el país no cuenta con una política energética para afrontar los desafíos que se vienen a nivel mundial.

LEÑA Y BIOENERGIA, EL NUEVO DESAFIO

Esto nos lleva a observar y pensar qué pasa con la leña, así como con la denominada bioenergía, como una nueva rama de insumos. En términos generales la bioenergía se puede entender como la energía producida a partir de materias primas de origen biológico, y que por lo tanto es renovable. Esto incluye, además de la leña, residuos de los aserraderos, carbón vegetal, residuos agrícolas, estiércol animal, entre otros.

Dentro del gran paraguas conceptual de la bioenergía, debemos agrupar distintos tipos de energía. La biomasa corresponde a los residuos sólidos provenientes de vegetales, tales como leña, pellet, aserrín o similares. Los biocombustibles líquidos son productos que provienen principalmente de dos tipos de fuentes: alcoholes –el etanol- o grasas -el biodiesel. Otro gran grupo está compuesto por el biogás, que proviene de la descomposición de materia orgánica ya sea de origen animal o vegetal.

Como vemos, hablar de bionergía es hablar de una variedad de fuentes y formas de producción y consumo. Lo más relevante para Chile es poner en discusión el tema de la leña y/o biomasa, que hoy por hoy proviene en su mayoría de bosque nativo –no necesariamente bien manejado- y que llega la consumidor final con distintas calidades y sin mayores transformaciones.

Reconocer la leña como combustible, permitirá normar el uso, producción y comercialización de la leña; promover la utilización de leña seca de buena calidad, que provenga de bosques manejados, constituye una tarea urgente. Asimismo, es importante normar las estufas o calefactores, promover el uso de calderas más eficientes para conjuntos habitacionales, que aseguren la disminución de emisiones contaminantes como las que provocan la sumatoria de aparatos individuales; implementar planes de prevención y descontaminación en aquellas ciudades donde los niveles de contaminación por emisiones producto de la combustión de la leña son altos. Incluso, se debería considerar la prohibición del uso de la leña en ciudades como Santiago, si esto efectivamente genera un beneficio en términos de la salud de la población.

No es posible que Chile, un país que pretende ser miembro de la OCDE, es decir del club de países desarrollados, no cuente con una política energética de categoría, y peor aún, presente una matriz de consumo energético comparable con la de los países menos desarrollados.

Chile tiene un gran potencial de generación de energía a partir de diversas fuentes, cuenta con la leña y la biomasa en general como un valioso recurso, pero ésta debe ser mejor utilizada, tanto en lo que se refiere a reducir sus emisiones, como a mejorar su aplicación como fuente de calor y como generador de electricidad. Debemos aplicar más inteligencia, eficiencia y sabiduría para pasar de consumir leña a consumir biomasa con estándares y tecnologías dignas de países miembros de la OCDE, y convertir así a la biomasa en una oportunidad para el abastecimiento de combustible y para la generación de calor, con estándares y exigencias de países miembros de la OCDE, así como también debemos iniciar investigaciones y estudios de factibilidad para la utilización de biomasa en el desarrollo de otros productos energéticos que sirvan para la generación eléctrica y distribución a escala local.

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  • 16/03/2009