¿Quién detiene la termoelectricidad?
By Terram Communications

¿Quién detiene la termoelectricidad?

Columma de opinión Rodrigo Bórquez, economista de Fundación Terram, publicada en portal el chasquis.cl el 10 de diciembre de 2009.

La generación de electricidad mediante la quema de combustibles fósiles ha adquirido un rol protagónico en la matriz eléctrica Chilena durante los últimos 15 años, lo que no sólo implica un sostenido aumento de nuestra dependencia energética sustentada en la utilización de recursos no renovables, sino que además, representa un importante retroceso en materia medioambiental a nivel local y global, temas que al parecer poco y nada se consideran.

Es importante destacar que entre 1993 y 2008 la generación en base a termoelectricidad aumentó cerca de 4,4 veces y en la actualidad representa el 60% del total de electricidad generada en el país. En tanto, la capacidad termoeléctrica instalada se incrementó un 425% durante el mismo periodo.

En términos de sistemas, el que lidera esta expansión es el Sistema Interconectado Central (SIC), seguido por el Sistema Interconectado del Norte Grande (SING), con un crecimiento de 1316% y 1140% respectivamente. Luego figuran el Sistema de Aysén (174% de incremento) y el Sistema Magallanes (114%).

El sector autoproductor, que comprende toda aquella generación eléctrica no conectada a un sistema de distribución, tiene una participación no menor en el mercado termoeléctrico nacional, ya que su producción alcanzó los 3.590 GWh, esto es, cerca del 10% de la generación del sector termoeléctrico y el 6% del total de energía eléctrica generada en el país.

En los últimos años, la matriz de combustibles utilizados para la generación termoeléctrica también ha registrado importantes cambios; de hecho, la mayoría de las centrales térmicas retomaron el uso de insumos que, a comienzos de esta década, habían sido sustituidos por gas natural importado desde Argentina, tales como el carbón y diesel – fuel oil. Así, Entre los años 2004 y 2008 la generación eléctrica mediante el uso de gas natural se redujo un 82%, mientras que la participación del carbón y diesel – fuel oil aumentaron 72% y 8.431%, respectivamente, cifras bastante alarmantes si se considera que estos combustibles emiten la mayor cantidad de gases de efecto invernadero, con el consecuente efecto en el calentamiento global, así como emisiones altamente dañinas a nivel local.

Esta situación es altamente preocupante, pues en la actualidad Chile no cuenta con un marco normativo para este sector, que considere aspectos tales como la regulación de emisiones, la implementación de tecnología de punta, ni, menos aún, la internalización de los costos socioeconómicos y ambientales que este tipo de centrales genera en la población, tal y como indica la sexta recomendación del IEA (International Energy Agency) en su revisión documentada de la política energética chilena.

Además, si se considera la reciente campaña gubernamental destinada a concientizar a la ciudadanía sobre los impactos socioeconómicas y ambientales del cambio climático, contextualizada en el escenario energético antes descrito, resulta prudente preguntarse ¿qué tan de otro planeta son nuestras autoridades, si su política energética se contradicen completamente con los objetivos medioambientales que dicen impulsar?

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  • 13/12/2009