
Chile Potencia Alimentaria, ¿autoimposición o realidad?
Columna de opinión de Raúl Olea, economista de Fundación Terram, publicada en el portal Potenciando Ciudadania.cl, el 24 de noviembre 2010.
La puesta en marcha del concepto “Chile potencia Alimentaria” involucra el logro de una serie de objetivos que es de vital importancia analizar, pues se conjugan dos conceptos: seguridad alimentaria y soberanía alimentaria. Si se plantea que Chile se posicione en el mundo como una potencia en la producción de alimentos, esto implica que el gobierno está pensando el país desde el modelo agroexportador, mientras que parte de su rol es asegurar el abastecimiento de alimentos para el mercado interno. En este punto, es necesario reflexionar si es posible una adecuada mixtura entre seguridad y soberanía alimentaria.
En primer término, debemos revisar estos conceptos. La seguridad alimentaria es un concepto acuñado por Naciones Unidas que busca aportar a la solución del problema del hambre del mundo, preocupándose de asegurar el acceso a alimento de calidad a todas las personas, pero a su vez confiando en que los mecanismo de mercado, así como las interrelaciones económicas y políticas, serán capaces de implementar acciones que aseguren este derecho. El desafío en este caso radica en que el sistema de desarrollo económico vigente se enfoca en criterios de “eficiencia” y maximización de utilidades para las empresas que controlan el mercado alimentario, pero no garantiza “equidad”. Es por ello que hoy se produce el suficiente alimento para erradicar el hambre en el mundo, pero la distribución de éste es desigual, por lo que el problema está muy lejos de resolverse sólo por esta vía.
Como respuesta a esta dificultad, particularmente basándose en el derecho de millones de personas a producir y consumir, surge el concepto de soberanía alimentaria, promovido por Vía Campesina, que plantea que las propias naciones sean las encargadas de asegurar la adecuada alimentación de sus respectivas poblaciones, recalcando la necesidad del autoabastecimiento y la elección de qué alimentos producir, de modo de no depender de otros países o mercados extranjeros para el abastecimiento.
Ambos conceptos postulan planteamientos que tienen un mismo objetivo en común: garantizar el derecho y la adecuada alimentación de las personas, pero que abordan la solución desde distintas perspectivas. Uno confía en que la solución la puede dar el modelo económico, y el otro llama a fortalecer las producciones tradicionales y locales. Es probable que el camino que sea capaz de lograr el objetivo final -alimentar a la población mundial-, se oriente por una senda intermedia a ambos postulados, abogando por un equilibrio entre el desarrollo del comercio internacional y el justo derecho de los países de autoabastecerse, especialmente respecto a alimentos imprescindibles en la dieta cotidiana.
En el caso de nuestro país, se ha promovido el slogan “Chile de Potencia Alimentaria y Forestal” basado en un nuevo paradigma del sector silvoagropercuario nacional, que involucra el aumento y fortalecimiento de las exportaciones, aplicando todos los tratados de comercio suscritos por el país, en un intento por ocupar un lugar destacado dentro de los principales países del mundo en la materia. Pero junto con la producción para exportación de alimentos, el Estado debiera garantizar y fortalecer la producción de alimentos para consumo nacional interno.
Bajo esta perspectiva, la actual situación no resulta equilibrada, ya que no se ha logrado integrar la producción de la agricultura familiar y campesina que no disfruta de los beneficios del comercio internacional, pero colabora fuertemente en el abastecimiento interno. Además, tampoco se ha integrado criterios de apoyo y seguridad del autoabastecimiento asociado a los llamados cultivos tradicionales, los que en su mayoría ha venido cayendo considerablemente en los últimos años. Este es el caso de porotos, lentejas, garbanzos, arvejas y arroz, productos que en la actualidad están siendo importados en un porcentaje relevante, hasta llegar a un punto de importante dependencia de las importaciones para garantizar su provisión. El caso más drástico en este sentido es el de la lenteja, en los que actualmente el país debe recurrir en un 90% a las importaciones para satisfacer su demanda.
En definitiva, el actual modelo alimentario chileno no responde a la mixtura necesaria para la denominación de Potencia Alimentaria, sino que responde más bien a un modelo agroexportador con un enfoque en la producción frutales, silvicultura, viñas y acuicultura, todo orientado hacia la exportación, en desmedro de la producción de los cultivos tradicionales del país, que han sido en buena parte la base de la dieta los chilenos, con un gran aporte nutritivo. Por esta razón, el calificativo parece más una forzada autoimposición que una realidad; es necesario abrir un amplio debate sobre los riesgos que implica para el país una política de apertura comercial extrema en el ámbito agrícola y acuícola, dado que el tema alimentario –que es básico para el desarrollo de las naciones– necesita de equilibrios, que garanticen la convivencia sana entre la integración comercial de los mercados y la seguridad alimentaria de las naciones.