Cobquecura: La lucha del litoral del Ñuble por evitar la instalación de ocho proyectos salmoneros
Los planes de Inversiones Pelícano se emplazan en una zona declarada santuario de la naturaleza por albergar a más de tres mil lobos marinos. El pueblo se opone desde 2015 y ya anota dos triunfos. Fuente: Emol. 11 octubre de 2018.
A 400 metros de la línea donde el mar termina y comienza la playa de arena negra está la silueta del esqueleto de un pez, dibujado con pintura blanca sobre un letrero oscuro. El mensaje -que está también grabado en banderas en casi todas las casas del pueblo costero y en la ropa de quienes viven ahí- es claro: “Cobquecura dice NO a las salmoneras”.
Es el mismo símbolo que tiene dentro de su restaurante Edgardo Vidal, presidente del Comité de Defensa del Borde Costero de Cobquecura. En sus manos tiene la carta de su local abierta en la página de los pescados. Al final de la lista, con color rojo y en mayúscula, aparece la palabra “salmón”. “No se vende este producto”, dice.
“Primero fue Chiloé, después Aysén y ahora somos nosotros”, dice Vidal. “Esas zonas llevan muchos años luchando contra esto, pero de forma reactiva: el problema les llegó y entonces empezaron a moverse. En cambio acá estábamos trabajando desde el principio, en forma proactiva. Afortunadamente nos dimos cuenta y estamos luchando”.
La lucha de Vidal tiene su germen en noviembre de 2015, cuando la empresa Inversiones Pelícano S.A. presentó ante el Servicio de Evaluación Ambiental un total de once proyectos de construcción y operación de centros de cultivo de recursos hidrobiológicos, principalmente salmones, cojinovas del norte, choros y macroalgas en toda la costa de la zona, desde el sector de Santa Rita por el sur hasta Rinconada por el norte.
El proyecto, que se emplazaría en el litoral principal de la recién estrenada Región del Ñuble, encontró una fuerte oposición en la ciudadanía, principalmente, porque la parte del borde costero fue reconocida por el Consejo Nacional de Monumentos como un santuario de la naturaleza por albergar una población de más de 3 mil lobos marinos en tres islotes.
“Cobquecura es una de las comunas más pobres. Aquí hay mucha gente que no sabe leer, que vive de lo poco que genera. Ellos deben haber pensado que aquí no se iban a encontrar con una defensa. Pero se equivocaron”, dice Vidal.
El litoral del Ñuble
Cuando la comunidad de Cobquecura supo de los planes de la empresa para sus costas era fines de 2016 y Julio Fuentes (PRSD) ya no era alcalde de la comuna. “Me metí igual en el tema por ser un habitante de Cobquecura, y porque me interesa que mi pueblo no siga siendo perjudicado”, cuenta hoy, de vuelta en la municipalidad.
Volvió a asumir la alcaldía cuando el conflicto ya se había desatado. “Estaremos en contra de este o cualquier otro proyecto que amenace el crecimiento, la naturaleza o la sustentabilidad de la comuna. Aquí no existen ni credos religiosos ni pensamientos políticos: todos sabemos que no es un buen pronóstico para la comuna”, asegura.
Los motivos los enumera de manera rápida. “No están siendo considerados aspectos fundamentales, como la descentralización. Esta es la costa oficial de la Región de Ñuble”, explica. “Tampoco que esta zona fue declarada por Sernatur como destino turístico, ni el hecho de que tenemos un santuario de la naturaleza desde 1992”. Cuentan, además, con dos comunidades indígenas que viven en el lugar.
Pero es su posible efecto sobre el turismo una de las aristas que más complica al jefe comunal. Entre marzo y noviembre, Cobquecura es una comunidad tranquila de 5 mil habitantes, pero en los meses de verano, sus 52 kilómetros de costa pueden llegar a albergar a 100 mil personas. “Cobquecura no tiene otra posibilidad de desarrollo si no es a través del turismo”, explica Fuentes.
La comuna ya tuvo que reponerse de una embestida histórica: el terremoto de 2010, que tuvo su epicentro frente a las playas cobquecuranas y que derribó gran parte de las casas. Por eso el pueblo siempre pone sus esperanzas en los meses de verano, con una abultada agenda de actividades y espectáculos para los turistas.
“La municipalidad invierte cerca de $60 millones cada verano. Para una ciudad grande como Chillán o Concepción puede no ser mucho, pero para este municipio, que lo recibimos con más de $1.700 millones de deuda, es harta plata. Si estamos haciendo ese esfuerzo, ¿es justo que un proyecto como esto nos tire todo por tierra?”, se pregunta el alcalde.
También le preocupa la arista medioambiental. La comuna, una de las primeras en prohibir el uso de bolsas plásticas y que cuenta con cuadrillas de limpieza en las playas, ha querido proyectarse de esa manera. Por eso se asesoraron con expertos medioambientales, sociólogos, trabajadores sociales, antropólogos, biólogos marinos y abogados. Incluso se reunieron, durante la administración pasada, con el ex ministro Marcelo Mena.
Proyectos individuales
Inicialmente, los planes de intervenir la costa fueron presentados por la empresa como once proyectos independientes. Los habitantes de la zona, asesorados por expertos, llegaron a la convicción de que se trataba de un solo megaproyecto que se presentó de esa manera para evitar un estudio de impacto ambiental, y realizar solamente una declaración.
“Lo que dice la ley es que la empresa, a sabiendas, no puede fraccionar el proyecto para eludir la evaluación ambiental”, explica el abogado de la ONG Defensa Ambiental, Francisco Astorga, quien trabaja desde 2016 con la comunidad.
“Estos proyectos tienen el mismo dueño, van a tener crías de salmón con el mismo origen, las faenas de operación van a ser en los mismos lugares, la redistribución de capitales para los mismos accionistas”, añade. Por eso sostienen que el proyecto debería ser considerado como uno solo, articulado en varias jaulas de piscicultura.
“El estudio de impacto ambiental, que es el que evitaron, establece un estándar más elevado para las empresas y además contemplaría los efectos sinérgicos de los once proyectos sumados entre sí, pero lo que han hecho es presentar once proyectos independientes jurídicamente, y no suman los efectos sinérgicos, por lo que no se evalúa todo el impacto ambiental que generan”, expone.
Se parece, en cierta medida, a lo que los académicos sugieren para la bahía de Quintero: que los estudios ambientales consideren el efecto acumulativo de todas las industrias y no lo que produce cada una por sí sola. Acá se trata de una sola empresa, pero que tendría proyectos con efectos propios. “Es como si cada uno de estos viviera en un universo paralelo en que no se topa con los otros. No hay que ser un biólogo con doctorado para darse cuenta de que eso no es real”, dice.
Por eso presentaron una denuncia ante la Superintendencia de Medio Ambiente, cuya resolución no los dejó satisfechos. “Dijeron que mientras no hubiera una Resolución de Calificación Ambiental (RCA), se trata de ideas y no de algo concreto, por lo tanto no pueden resolverlo. Si no lo resuelven ellos, ¿entonces quién?”, plantea. “La ley dice claramente que no se puede hacer, pero estamos en tierra de nadie”, completa.
Proteger al lobo
Si en el Festival de Viña del Mar el reconocimiento a los artistas es una gaviota de plata, en Cobquecura se reconoce a quienes participan de las actividades veraniegas con un símbolo más sencillo, pero que también encierra un significado: un pequeño lobo de mar fabricado con greda, que se posa siempre sobre una piedra que imita los islotes de la playa principal, la Lobería.
Eduardo Pedreros, biólogo marino de la U. de Concepción, es quien más sabe de estos animales en Cobquecura. Trabaja desde 2012 en el Programa de Investigación Marina de Excelencia de la casa de estudios, en el que se dedica a monitorear y aprender sobre la ecología y biología de los mamíferos.
El menor número de lobos que ha contado han sido 1.100 en invierno, y cuando más ha habido se acercan a los 4 mil. Los registros comenzaron a ejecutarse en 2008 y asegura que son la población más estudiada de Sudamérica, además de la principal lobera de la zona centro sur de Chile.
El santuario de la naturaleza con el que cuenta el pueblo comienza justo ahí, en los islotes de lobos, y se extiende hasta otra formación rocosa que queda casi 4 kilómetros al norte, llamada Iglesia de Piedra.
Pedreros asegura que se trata de una extensión insuficiente para proteger a la especie. “En 2011 se les puso georreferenciadores a cinco y mostraron un desplazamiento normal de 60 kilómetros hacia el norte y hasta 300 hacia el sur”, explica. “Uno de ellos llegó hasta Valparaíso”.
Estudiando a los lobos, Pedreros comenzó a ver otras cosas, como orcas, ballenas jorobadas y delfines. “Este es un lugar privilegiado para el avistamiento y vivencia de estos grandes mamíferos marinos, incluso tenemos una población de delfín chileno en Mela que hemos estudiado y es endémico”.
Para él, los centros de cultivo de salmones son una mala idea porque, asegura, nada podrá evitar que los lobos los destruyan para comer los peces, y liberarlos afectará la fauna propia de la zona. “El lobo tiene estrategias para solucionar cómo cazarlos porque es un mamífero y tiene esa capacidad de resolución de problemas”, señala.
Le preocupa también cómo buscarán ahuyentarlos. “Si uno es empresario va a querer proteger su inversión, y va a tener que usar disuasivos para evadir el ataque del lobo, la orca o el delfín. Se van a instalar aquí con un plato de comida gigante y además van a sacar los peces de alrededor para alimentar a los de adentro. La verdad es que no se ve un buen pronóstico para los animales de acá”, asegura.
Un “juego de ajedrez”
Después de tres años de gestiones, la defensa ha tenido algunos triunfos. A comienzos de la semana, la Comisión Ambiental de Ñuble resolvió rechazar de manera unánime el primero de los proyectos, que se emplazaría frente a las costas de Pullay, debido a que “no ha subsanado los errores, omisiones e inexactitudes planteados en el o los Informes Consolidados de Aclaraciones, Rectificaciones y Ampliaciones (Insara)”.
El abogado Francisco Astorga lo explica de manera simple: todo proyecto que ingresa al sistema de evaluación ambiental es examinado por el SEA y posteriormente enviado a todos los organismos estatales con competencia ambiental, como los gobiernos regionales, la Conaf y las municipalidades. De tenerlas, ellos realizan sus observaciones al proyecto, con las cuales el SEA genera el informe consolidado.
El Insara contiene, en términos simples, las “pifias” del proyecto, a las cuales la empresa debe responder mediante una adenda, que suele demorar un año y considerar también las instancias de participación ciudadana que el pueblo solicitó. Todas, sin excepción, deben ser respondidas.
Luego de la adenda, los mismos organismos que participaron de la evaluación ambiental tienen la posibilidad de responder. Entonces, el SEA puede volver a dictar un nuevo Insara, que la empresa siempre tendrá que responder. Eso fue lo que pasó con el proyecto de Punta Pullay, donde hubo dos Insaras y dos adendas.
La gente de Cobquecura puede contar a su favor, además, la resolución de la empresa de retirar la presentación de los proyectos que se situaban más cerca de la Lobería. Con esto, el total de proyectos bajó a ocho, y los otros siete todavía están en la etapa de la formulación de la primera adenda. El plazo máximo de la empresa para presentarla es este 31 de octubre.
Pero a pesar de la alegría por el rechazo del primer proyecto, en Cobquecura no bajan la guardia. La empresa ha manifestado su interés de perseverar en el proyecto, y todavía cuentan con herramientas para lograrlo: recurrir al Comité de Ministros, al Tribunal Ambiental o incluso a la Corte Suprema.
Eduardo Vidal, uno de los dirigentes de la oposición al proyecto, es tajante: “No los queremos acá (…) Nosotros no queremos que nos regalen nada, solamente, que nos permitan desempeñarnos como sabemos hacerlo. Nada más. En eso estamos: dando la pelea, que en este momento todavía es un juego de ajedrez. Nosotros somos todos adultos, ya mayores, pero estamos tranquilos porque lo que estamos haciendo es crear una semilla. Estamos plantando”.