Gases de Efecto Invernadero: arruinando el clima
By Comunicaciones

Gases de Efecto Invernadero: arruinando el clima

Extraer carbón y usarlo para generar electricidad produce emisiones que intensifican el efecto invernadero. El carbón es uno de los factores más importantes del cambio climático.

Los Gases de Efecto Invernadero (GEI) existen naturalmente en la atmósfera. Absorben parte de la energía de la superficie de la Tierra y de las nubes, evitando que el calor se disperse al espacio. Sin el efecto invernadero la Tierra sería mucho más fría. Desde la Revolución Industrial hemos generado cantidades considerables de CO2, metano y otros GEI a la atmósfera. Los niveles de CO2 han aumentado de 288 a 415 partes por millón. La temperatura promedio global ha aumentado en 1 °C des de que comenzaron los registros de temperaturas. Si bien, parece una cifra menor, los efectos en nuestro clima son considerables. Los eventos climáticos extremos, tales como sequías y lluvias to- rrenciales, han aumentado. El nivel medio del mar se ha incrementado en 19 cm desde 1901. El Ártico, Groenlandia y los glaciares se están perdiendo.

Ninguna otra fuente de energía contribuye tanto a las emisiones de GEI como el carbón. El 2014 fue responsable de la emisión de 14,2 gigatoneladas de CO2, equivalente a un 44% de todas las emisiones de CO2 vinculadas a energía y más de un cuarto de todas las emisiones de GEI.

Los 35 mayores productores de carbón han sido responsables de un tercio de las emisiones mundiales desde 1988.

Ese mismo año se creó el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), y la Conferencia Climática de Toronto solicitó a los gobiernos establecer objetivos de reducción de emisiones. Era evidente que la industria del carbón no podía continuar negando el impacto negativo de este combustible. Las empresas públicas y privadas así como las industrias han generado enormes ganancias produciendo y vendiendo carbón. Sin embargo, no se han hecho responsables ni financiera ni legalmente por el daño causado.

La quema de carbón para producir calor y electricidad libera gran cantidad de dióxido de carbono (CO2), en conjunto con pequeñas cantidades de metano (CH4) y óxido nitroso (N2O). Los diferentes GEI tienen un impacto diferente en el clima, por lo que convertirlos a una medida “equivalente de CO2” los vuelve comparables.

La cantidad de CO2 y otros GEI que ingresan a nuestra atmós-fera por cada kilowatt-hora de electricidad producida depende del contenido de carbono del carbón, y la eficiencia y operaciones de la central eléctrica. Cerca de un tercio del calor generado en la combustión se convierte en electricidad al transformar el agua en vapor que hace girar una turbina.

La combustión de carbón en una central, horno o estufa libera partículas de hollín que también contribuyen al efecto invernadero. Por otro lado, la extracción y transporte de lignito produce menos emisiones que extraer carbón, pero usarlo para generar electricidad daña aún más el clima porque el lignito es menos compacto y contiene menos energía; es decir, es necesario que- mar más para producir la misma cantidad de energía.

El carbón no solo es utilizado para alimentar centrales termoeléctricas. También se usa en la industria de hierro y acero, donde se convierte en “coque”, que sirve como combustible y como agente reductor para remover oxígeno del óxido de hierro en los minerales. Este proceso también produce CO2.

Con su “apetito voraz” por energía, la industria mundial está sobrecargando la atmósfera.

Con la suficiente energía, el carbón se puede transformar en un líquido o gas que se utiliza como materia prima en la industria química o como sustituto de combustibles derivados del petróleo. Esto es económicamente factible solo si los precios del petróleo están muy altos y los del carbón muy bajos. En la actualidad, únicamente China, India y Sudáfrica utilizan esta tecnología nociva para el ambiente a gran escala.

Si la temperatura supera los 1,5 °C, el clima podría cruzar un umbral crítico. El permafrost en las altas latitudes podría derretirse liberando el metano (CH4) que contiene. Además, la capa de hielo de la Antártica Occidental se podría derretir. Tales umbrales de temperatura se conocen como “puntos de inflexión”. Una vez pasado este punto el clima no regresaría a su estado actual, pero sufriría cambios adicionales que son muy difíciles de predecir.

En la COP 21 realizada en París el 2015 se acordó limitar el aumento de temperatura por debajo de los 2 °C sobre los niveles preindustriales y hacer un esfuerzo por limitar este aumento a 1,5 °C.

En 1988 se fundó el Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático. El daño causado por el CO2 no puede continuar negándose, aún cuando esto al parecer no preocupa mucho a los productores de carbón

Para lograr esto las concentraciones de CO2 de la atmósfera deben mantenerse por debajo de las 450 ppm. Esto significa que la humanidad no debe emitir más de 1.000 gigatoneladas de CO2eq para el 2050. Lo anterior es posible si el 88% de las reservas de carbón actualmente confirmadas permanecen bajo tierra, en con- junto con un tercio de las reservas de petróleo y la mitad de las reservas de gas natural. Nuestro consumo de carbón tendrá que disminuir considerablemente de las 1,07 toneladas por persona actuales (2015), a solo 80 kilogramos al 2050.

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  • 01/06/2021