
La contaminación del suelo amenaza a las abejas: estudio detecta metales en néctar de flores silvestres
La investigación revela que las flores silvestres que crecen en terrenos urbanos contaminados pueden acumular metales pesados, afectando la salud de los polinizadores. Fuente: Meteored, 21 de abril de 2025.
En las ciudades, donde el concreto deja poco espacio para lo verde, ver brotar flores silvestres entre ruinas y escombros puede parecer una buena noticia.
Allí, entre grietas y polvo, las abejas encuentran refugio y alimento. Pero no todo lo que florece en terreno urbano es sinónimo de vida saludable.
Una reciente investigación publicada en Ecology and Evolution revela que muchas de estas flores “salvadoras” que crecen espontáneamente en antiguos terrenos industriales pueden estar contaminadas con metales pesados.
El néctar que ofrecen a los polinizadores —principal fuente de alimento para abejas y otros insectos— contiene trazas de plomo, arsénico, cadmio y cromo. Un cóctel tóxico escondido en un sorbo dulce.
Cuando el pasado industrial se cuela en el néctar
La investigación se realizó en la ciudad de Cleveland, Ohio, un ejemplo clásico de “ciudad legado”, con más de 33 mil terrenos baldíos producto del abandono de antiguas industrias.
El equipo liderado por la entomóloga Sarah Scott recolectó flores comunes como el trébol blanco (Trifolium repens), la zanahoria silvestre (Daucus carota) o la achicoria (Cichorium intybus), y analizó el néctar de sus flores.
La achicoria fue la que más acumuló, con niveles que superan los 60 microgramos por litro. Le siguieron el trébol blanco y la zanahoria silvestre, especies que suelen ser clave para la dieta de las abejas urbanas durante todo el año.
No solo es dulce, también es tóxico
Para una abeja, cada vuelo en busca de flores es una apuesta por la supervivencia. Pero ¿qué pasa cuando el néctar que recolectan, en lugar de nutrirlas, las envenena lentamente?
El plomo fue el metal encontrado en mayor concentración en casi todas las especies analizadas, seguido por el cromo y el cadmio.

Y aunque estos niveles puedan parecer bajos, los investigadores advierten que el riesgo radica en su acumulación.
Las abejas, al visitar cientos de flores a lo largo de su vida, pueden ir incorporando estos tóxicos en su organismo hasta alcanzar niveles peligrosos.
Cuidar las flores, sí… pero también la tierra
¿La solución? No dejar de plantar flores, sino hacerlo con más conciencia. Los investigadores sugieren evaluar la historia del terreno antes de sembrar, y de ser necesario, realizar pruebas del suelo.
También proponen estrategias de manejo como cortar las flores antes de que florezcan en sitios contaminados, para evitar que los metales lleguen al néctar.
Sarah Scott, autora principal del estudio.
Sobre los resultados, Scott enfatizó en que antes de plantar flores silvestres en zonas urbanas para atraer a las abejas y otros polinizadores, es importante tener en cuenta la historia de la tierra y lo que puede haber en el suelo.
Las flores silvestres, símbolos de esperanza y belleza, pueden ocultar un veneno invisible. Pero al descubrir este peligro, podemos actuar para proteger a las abejas y asegurar un futuro más saludable.
La clave está en mirar más allá de la superficie, entendiendo que la salud urbana se entrelaza con la del suelo, las plantas y los polinizadores.
Nuestras ciudades deben ser espacios donde la vida florece, no solo en apariencia, sino en su esencia más profunda.
Fuentes y referencias de la noticia:
– Scott, SB and Gardiner, MM. (2025). Trace metals in nectar of important urban pollinator forage plants: A direct exposure risk to pollinators and nectar-feeding animals in cities. Ecology and Evolution.
– Universidad de Cambridge. (2025). Growing wildflowers on disused urban land can damage bee health. Publicado en la sección de noticias de la institución.