Académicos explican por qué la protección y conservación de los glaciares es un tema de sobrevivencia
By valentina

Académicos explican por qué la protección y conservación de los glaciares es un tema de sobrevivencia

El calentamiento global, provocado por las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por el ser humano, está derritiendo los glaciares a una velocidad tan rápida que impide su recuperación. La pérdida de estas masas de hielo pone en peligro el abastecimiento de agua dulce, al tiempo que genera riesgos por la subida del nivel del mar y por las remociones en masa, entre otras consecuencias. Para profundizar sobre estos temas, País Circular conversó con Andrés Rivera, del Departamento de Geografía de la Universidad de Chile; Ilaria Tabone, del Departamento de Geofísica de la Universidad de Concepción; y Esteban Sagredo, del Instituto de Geografía de la Universidad Católica. Fuente: País Circular, 31 de marzo de 2025.

La situación de los glaciares a nivel global es dramática. El último siglo se han estado derritiendo a una velocidad tan rápida que no les permite recuperarse, principalmente debido al alza en las temperaturas producto del cambio climático. El año pasado, el conjunto de glaciares del mundo perdió 450 mil millones de toneladas de masa neta, según informó la Organización Meteorológica Mundial (OMM) el 21 de marzo, fecha en que desde este año se conmemora el Día Mundial de los Glaciares.

La OMM, citando cifras del Servicio Mundial de Vigilancia de Glaciares (WGMS) sin incluir los casquetes de hielo de Groenlandia y la Antártica, agregó que se estima que en los últimos 50 años -desde que comenzaron los registros en 1975- los glaciares del mundo perdieron más de 9 billones de toneladas, lo que equivale “a un bloque de hielo del tamaño de Alemania y de 25 metros de grosor”.

En Chile, el derretimiento se está evidenciando tanto en los glaciares de la cordillera centro y norte, como en los del sur (Aysén y Magallanes), con cifras igualmente alarmantes. La Dirección General de Aguas (DGA, dependiente del MOP), entidad a cargo del monitoreo de estos cuerpos de hielo, informó -el 22 de marzo, Día Mundial del Agua- que se ha registrado una disminución de la superficie total y del volumen de los glaciares del país, dando como ejemplo el Nevado de Queulat (Aysén), que ha disminuido 24% desde el año 1986, y el glaciar Marinelli (Magallanes), 31% más pequeño que en 1976.

La DGA ha realizado 2 inventarios de glaciares, uno en 2014 y otro en 2022. Entre el primero y el segundo se registró una reducción en la superficie desde 23.641 a 21.012 km2; y un aumento en la cantidad, de 24.114  a 26.180, producto de la fragmentación de los glaciares, a causa del “aumento de temperatura, cambio de patrones de precipitación, eventos climáticos extremos y el deshielo de los glaciares”, dijo el Director General de Aguas, Rodrigo Sanhueza.

Considerando que los glaciares son la mayor reserva de agua dulce, indispensable para la vida humana, la biodiversidad y el desarrollo socioeconómico, la ONU estableció el 2025 como el Año Internacional de la Conservación de los Glaciares subrayando que “su preservación es una estrategia de supervivencia”.

Ilaria Tabone, UdeC; Andrés Rivera, U de Chile; Esteban Sagredo, PUC.

Un asunto de sobrevivencia

Andrés Rivera Ibáñez, profesor del departamento de Geografía de la Universidad de Chile que ha dedicado su carrera académica a la Glaciología, explica que “los glaciares en todo el planeta cumplen un rol muy importante en la regulación del clima, contribución de agua a las cuencas asociadas, los ecosistemas a los cuales pertenecen, y por los riesgos que pueden generar. Por lo tanto, la preservación de estas masas de hielo es muy relevante, porque ya hemos visto que los cambios que se han producido a nivel histórico han traído consecuencias en varios aspectos (…) Desde el último avance glacial, que se dio hace unos 150-200 años, en un periodo que se llama Pequeña Edad del Hielo, los glaciares en todo el planeta han estado retrocediendo, y eso ha afectado los equilibrios de los ecosistemas de montaña, y también la disponibilidad de agua”.

“Los glaciares podemos entenderlos como proveedores de servicios ecosistémicos, que son básicamente de tres tipos: de regulación, de contribución y de tipo cultural. De regulación porque regulan el clima, los caudales, la calidad del agua, etc. Desde el punto de vista cultural, constituyen un acervo para todas las sociedades, especialmente para pueblos originarios en algunas regiones de los Andes, pero también para el resto de la sociedad se han ido constituyendo en una imagen de lo que es nuestro país. Y en cuanto a las contribuciones, es decir, los aportes que hacen los glaciares, ahí está la cantidad de agua que aportan, etc.”, subraya Andrés Rivera, doctor en Glaciología de la Universidad de Bristol, Inglaterra.

En los tres aspectos, dice el experto, hay claras consecuencias de la reducción de los glaciares. En el caso de Chile central, por ejemplo, los efectos están relacionados con el cambio en el régimen hidrológico, donde se están perdiendo los caudales importantes que había en primavera por derretimiento de nieve, en invierno por precipitaciones líquidas, y en verano con contribución de los glaciares. “En verano los glaciares son los principales contribuyentes a los caudales de los ríos de Chile central, y en la medida que los glaciares están desapareciendo, esa contribución es cada vez menor, y por lo tanto cambia el régimen de los ríos, y eso tiene una serie de consecuencias”, comenta el académico de la U. de Chile.

En tanto, en la Patagonia, los efectos han generado riesgos, que ya se han traducido en desastres, y han modificado el paisaje y geografía de muchas regiones, con consecuencias de diversa índole. En este sentido, Andrés Rivera recordó la avalancha que en 2017 destruyó la Villa Santa Lucía (región de Los Lagos) y causó al menos 20 muertos, “que fue generada en parte por la deglaciación de la cuenca alta, donde había pequeños glaciares que ya habían retrocedido, que ya habían disminuido su volumen, y donde el permafrost asociado a los glaciares también ya estaba muy deteriorado, lo que produjo un derrumbe de roca, material y hielo, que generó el aluvión que destruyó el poblado”.

“Lo importante de este momento en la historia es la velocidad del cambio. La velocidad en que están cambiando las cosas es mucho más rápida que la de antes del impacto del hombre a través de los gases de efecto invernadero. Esa es la parte crucial que debemos entender”.

Dr. Esteban Sagredo, académico del Instituto de Geografía de la Universidad Católica.

Riesgo de desastres

Respecto a las consecuencias del derretimiento de los glaciares, la académica del Departamento de Geofísica de la Universidad de Concepción (UdeC) Ilaria Tabone subraya que “el efecto principal es la subida del nivel del mar”.

“Aunque nos parezca lejano, realmente no lo es, porque un pequeño aumento del nivel del mar puede afectar mucho a las comunidades costeras en todo el mundo, sobre todo en la zona más lejana de los polos, por un efecto de la gravedad. Esto hay que recordarlo, porque a veces se piensa que la subida del nivel del mar está más que nada asociada a glaciares antárticos o de Groenlandia, y no, la subida del nivel del mar está relacionada a cualquier tipo de pérdida de masa glacial, aunque los glaciares estén muy lejos del mar, porque el hielo que se funde de algún modo llega al océano”, recalca Ilaria Tabone, doctora en Física, Grupo de Modelación y Análisis Paleoclimática, en la Universidad Complutense de Madrid, España.

A nivel más local, apunta también al problema hidrológico, “porque los glaciares son un reservorio de agua que permite abastecernos en épocas secas, en las estaciones secas, en años secos. Entonces, el hecho de que tengamos menos disponibilidad, de que vayan retrocediendo, incluso algunos desapareciendo, eso es claramente un riesgo muy grande. Sobre todo en zonas críticas, donde comunidades enteras viven gracias a esa agua, principalmente en el centro y norte de Chile, donde además no llueve mucho. Ese es el efecto más serio a nivel local”.

La gravedad está dada porque -dice la académica de UdeC- la falta de agua involucra a la comunidad desde distintos puntos de vista: “menos agua potable, menos agua para las hidroeléctricas, para el ganado, para los agricultores, menos biodiversidad, etc. Es un abanico de problemas relacionado a eso”.

Además, Ilaria Tabone llama la atención sobre los riesgos naturales, que pueden provocar desastres socionaturales. “Un riesgo natural relacionado con el hecho de que los glaciares están retrocediendo es el ‘vaciamiento repentino de lagunas glaciares’ (…) Algunos glaciares han generado lagunas, que son represas por sedimentos o por el hielo mismo, y esos sedimentos, esas presas pueden quebrarse del todo o en una parte, creando condiciones estructurales para que esa agua que rellena esos lagos se vacíe de forma repentina. Estamos hablando de grandes volúmenes de agua, que pueden crear inundaciones en las comunidades, valle abajo, agua abajo, destrozando ganado, agricultura, etc.”

Esto ha pasado en Bolivia, Perú, Argentina -dice la investigadora-, “está pasando en Patagonia, en Aysén; y también en Asia, en el Karakorúm, en Tíbet, Pakistán. Se espera que en el futuro ese tipo de riesgo esté más presente, y estamos hablando de un efecto destructivo bastante fuerte”.

Otra consecuencia que vislumbra la Dra. Tabone es una afectación al turismo asociado a los glaciares porque, en la medida que aumenta el riego de problemas estructurales, debido por ejemplo a que el hielo ya no es tan sólido, las expediciones se tornan inseguras y hay que renunciar a ellas. Esto puede ocurrir tanto en los glaciares de montaña como los de marea, en la Patagonia.

Esteban Sagredo, académico del Instituto de Geografía de la Universidad Católica (PUC), también apunta a la subida del nivel del mar como una de las graves consecuencias del derretimiento de los glaciares, porque muchas ciudades costeras se verían gravemente afectadas. “Con un aumento de 0,5 metros o un metro ya será un desastre a nivel planetario”, sostiene el investigador, cuyo trabajo se focaliza en reconstrucción de la historia paleoclimática del sur de Sudamérica, a través del estudio de avances y retrocesos glaciales.

En el caso específico de la región Metropolitana, el académico de la PUC explica que “los glaciares realmente son torres de agua, la que acumulan en forma de nieve con las precipitaciones de invierno (…) Entonces, en las temporadas secas los glaciares se comienzan a derretir y a entregar agua; por eso tenemos agua en verano”.

Si bien se podría pensar que un mayor derretimiento puede beneficiar el abastecimiento de agua en verano, sería sin duda una mirada a muy corto plazo pero que, además, no es efectiva. “Llega un momento en que el glaciar es tan chico que el agua que comienza a entregar es muy poca. Eso se llama el peak del agua (peak water) y en la zona central lo superamos, aparentemente, hace un par de décadas. Entonces, cada vez los glaciares nos están entregando menos agua. Y esa cantidad va a seguir disminuyendo”, señala Esteban Sagredo, doctor en Geología de la Universidad de Cincinnati, Estados Unidos.

“Los glaciares son un reservorio de agua que permite abastecernos en épocas secas, en las estaciones secas, en años secos. Entonces, el hecho de que tengamos menos disponibilidad, de que vayan retrocediendo, incluso algunos desapareciendo, eso es claramente un riesgo muy grande”.

Dra. Ilaria Tabone, académica del Departamento de Geofísica de la Universidad de Concepción.

Cambios rápidos y drásticos

“Son cambios radicales”, sostiene el Dr. Sagredo y destaca que la gravedad del asunto está en la velocidad de esos cambios.

“Cuando hablamos de cambio climático, siempre estamos pensando en la magnitud, en cuánto cambió, pero la Tierra ha tenido momentos más cálidos (…) Lo importante de este momento en la historia es la velocidad del cambio. La velocidad en que están cambiando las cosas es mucho más rápida que la de antes del impacto del hombre a través de los gases de efecto invernadero. Esa es la parte crucial que debemos entender”, dice el investigador de la PUC.

Sobre este punto, detalla que a partir del año 1850, pero más aún desde 1900, los glaciares de todo el mundo han estado retrocediendo, en un proceso muy ligado al incremento de los gases de efecto invernadero (GEI), en particular del dióxido de carbono (CO2).

“Este proceso se ha visto incrementado en las últimas décadas de forma drástica. Yo trabajo en glaciares todos los años y los veo retroceder en primera persona, veo cómo los glaciares van retrocediendo año tras año a tasas cada vez más fuertes. Yo que estudio el clima del pasado y cómo eran los glaciares del pasado, veo que estos cambios que está experimentando el planeta en términos de dióxido de carbono y retroceso de glaciares son únicos en la historia del último millón de años”, subraya Sagredo.

A modo de referencia, el experto explica que a nivel mundial hay un porcentaje ínfimo de glaciares que, excepcionalmente, no están retrocediendo, “lo que viene a confirmar la regla”. En el caso de Chile, refiere un estudio de más de 200 glaciares, donde sólo 3 no estaban retrocediendo, “debido a condiciones propias de la dinámica del hielo”.

Los académicos coinciden en que la causa primordial de esta disminución -o retroceso- de los glaciares se debe al calentamiento global, producto del cambio climático, causado por los GEI.

La profesora Ilaria Tabone, de la UdeC, describe que “estamos viviendo un patrón de retroceso de los glaciares a nivel mundial debido, básicamente, al aumento de las temperaturas globales. Esto, a causa del efecto antropogénico -o sea, del hombre- en términos de emisiones de gases de invernadero en la atmósfera (CO2, metano, etc.)”.

“Al aumentar la temperatura, simplemente el hielo se derrite más, y los glaciares son cuerpos de hielo. Y por glaciares estoy poniendo todo ahí dentro: glaciares chicos, glaciares de los que tenemos acá en Chile, con volcanes, glaciares de la Patagonia, glaciares de la Antártica, glaciares de Groenlandia”.

La Dra. Tabone describe que a nivel global los glaciares están perdiendo masa, debido a que pierden por fusión superficial más masa de la que ganan, en términos de nieve. Añade que, como concepto técnico se habla de ‘retroceso’ de glaciares, aunque no quiere decir que estén yendo hacia atrás, sino que da esa impresión porque la zona donde se pierde más masa es la que está más cerca del valle, en el caso de los glaciares en las montañas. “Lo que retrocede no es el glaciar en sí, es la línea del frente”.

La investigadora aclara que el factor de los patrones de precipitación depende de la zona, pues tiene elementos locales y, en el caso de Chile, en la zona norte y centro ha habido una  megasequía en los últimos años. “Tenemos escasez de precipitación, sobre todo de precipitación sólida lo cual, claramente, hace que llegue menos nieve en invierno. Y con el aumento de temperatura en verano, esa nieve no sobrevive al verano. Entonces, no solo tiene que nevar, sino que esa nieve tiene que sobrevivir al verano, porque poco a poco tiene que compactarse, transformarse en neviza y luego en hielo”.

A esa situación se suma, en el caso chileno, “el pasaje de precipitación de sólida líquida, porque la lluvia claramente es diferente de la nieve y no forma parte del proceso de acumulación de masa”. Por ejemplo, cuando la isoterma cero es muy arriba, como ha ocurrido en los últimos años, y llueve en vez de nevar en las zonas más altas, no solo no se acumula nieve, sino que además contribuye al derretimiento.

“En verano los glaciares son los principales contribuyentes a los caudales de los ríos de Chile central, y en la medida que los glaciares están desapareciendo, esa contribución es cada vez menor, y por lo tanto cambia el régimen de los ríos, y eso tiene una serie de consecuencias”.

Dr. Andrés Rivera, profesor del departamento de Geografía de la Universidad de Chile.

Evidencia

El profesor Esteban Sagredo, en tanto, reafirma que “el gran factor aquí, a escala global y en general, es la temperatura. Son los gases de efecto invernadero que hace subir la temperatura. Hay otras cosas que pueden afectar en términos más locales, pero no conocemos en qué medida”.

Para explicar de manera más concreta la magnitud de los cambios provocados por el ser humano, el Dr. Sagredo aporta evidencia científica: “Nosotros conocemos la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera del último millón de años; lo sabemos porque hay burbujas de aire atrapadas en los testigos de hielo que se han sacado, lo que nos permite conocer cómo era la atmósfera hace un millón de años, hace 500 mil años, 200 mil años. Entonces, vemos cómo cambia el CO2 en el tiempo. Desde las glaciaciones -que son los momentos más fríos- a estos periodos naturales interglaciares -cuando se acaba la glaciación-, los cambios de CO2 son de 100 partes por millón, aproximadamente”.

Esos periodos, comenta, duran 10 mil o 20 mil años, y en todo ese tiempo suman 100 partes por millón de dióxido de carbono a la atmósfera. Mientras que “en los últimos 150 años le hemos echado más de 140 partes por millón; artificialmente, antrópicamente, hemos inyectado otras 140, solamente en 150 años”.

Medidas urgentes

Como queda en evidencia, comentan los especialistas, para hacer frente al retroceso de los glaciares es indispensable reducir o, idealmente, detener las emisiones de gases de efecto invernadero. Paralelamente, es necesario gestionar mejor los recursos hídricos, dado su menor disponibilidad.

La Dra. Tabone enfatiza: “La medida principal para frenar el retroceso de los glaciares es limitar las emisiones de GEI (…) Lamentablemente, aunque mañana todo el mundo dejara de emitir, el retroceso de los glaciares como respuesta a esa concentración de gases de invernadero en la atmósfera seguiría por varias décadas. Por eso hay que actuar lo más rápido posible”.

En tanto, Andrés Rivera, creador del sitio glaciologia.cl, subraya que “es necesario que desde el punto de vista científico, pero también político y social, tanto público como privado, los glaciares sean más considerados a la hora de tener políticas de conservación y protección”.

Desde el punto de vista político, sería bueno avanzar en una ley de glaciares, pero la regulación existente ya los protege, comenta Rivera: “Cualquier proyecto de inversión que se genere, que se proponga en zonas aledañas o cercanas o con áreas de influencia donde existan glaciares, tienen que pasar por el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA). (…) Y la autoridad tiene la capacidad para prohibir, limitar, reducir o modificar esos proyectos”. En este sentido, recuerda el proyecto Pascua Lama (Atacama), que fue clausurado debido a que las faenas mineras causaron la destrucción de más del 70% de los glaciares Toro I y Toro II, producto del polvo, contaminación y extracción directa de la nieve.

Respecto a la protección más efectiva, dice el académico de la U. de Chile, es importante la inclusión de los glaciares en el sistema de parques nacionales y áreas silvestres protegidas, a cargo del nuevo Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas (SBAP). “La última iniciativa relevante es el Parque Nacional Glaciares de Santiago. Es una zona que conozco muy bien porque he trabajado ahí, es fantástica, muy linda, pero tiene limitaciones de acceso; es muy difícil llegar por tierra”.

Desde la academia -dice Andrés Rivera- “también tenemos un rol importante de seguir mejorando nuestro conocimiento sobre estos cuerpos de hielo. Hay una Estrategia Nacional de Glaciares que se estableció en 2009 -de cuyo diseño participé-, que marca un poco la hoja de ruta que hay que seguir para mejorar el conocimiento glaciológico del país, y en eso estamos, pero falta, falta por ejemplo más detalle, determinar los volúmenes de hielo que hay en las cordilleras, y lo que pueda ser a futuro, en términos de contribución a los caudales, de riesgos, etc.”

El sector privado también tiene un rol importante, sostiene el doctor en Glaciología, y alude a los “cambios profundos en todos los procesos productivos de las empresas que se han tenido que relacionar con temas de glaciares, por proximidad a estos cuerpos de hielo. Pero es necesario que hagan más esfuerzos. Desde Pascua Lama prácticamente no hay intervenciones directas en glaciares, pero está el tema de los impactos indirectos”.

Esos impactos indirectos, relata el académico del departamento de Geografía de la U. de Chile, son principalmente los producidos por el material particulado sedimentado. Ese material particulado puede tener origen natural, o puede provenir de las actividades productivas -minería, ciudad, caminos- y también de los incendios forestales, entre otros.

“Ese material particulado -polvo, hollín o black carbon, etc.- va a dar eventualmente a los glaciares donde, al depositarse, genera cambios de albedo [NDR, la capacidad de la superficie terrestre de reflejar la luz solar], y ese cambio de albedo genera modificaciones de balance de energía y, por lo tanto, modificaciones en su régimen de balance de masa, de caudales hidrológicos, etc.”

El Dr. Esteban Sagredo, de la PUC, también comenta que se requiere aumentar el monitoreo y generar más información científica sobre los glaciares: “Necesitamos estadística del lado glacial. Si estamos hablando de derechos de agua, quiere decir que se le otorga a la persona el derecho de consumir agua considerando el agua disponible. Pero si no actualizamos estos montos de agua disponible, vamos a superar los montos. Tiene que haber un protocolo que actualice constantemente cuánta agua tiene el río, para ver cuánta podemos repartir entre la gente que la consume, especialmente porque el aporte es variable”.

Asimismo, el doctor en Geología apunta a mejorar la gestión del agua, algo que tiene relación principalmente con la gobernanza, la recuperación de ecosistemas, y mayor eficiencia. “Necesitamos establecer una estrategia y una gestión de este recurso porque cada vez va a ser menos”.

En este punto, Sagredo llama la atención sobre la justicia climática, es decir, el hecho de que “no todos nos vemos afectados de la misma forma producto de estos cambios que están ocurriendo en el planeta”. A modo de ejemplo, señala que mientras el consumo promedio de agua en Chile es de 150 litros al día por persona, hay comunas donde ese consumo se eleva por sobre los 400 litros, como Lo Barnechea, Vitacura, Las Condes. “Entonces, hay un problema no solo de la cantidad de agua que estamos ocupando, sino cómo la estamos ocupando”, concluye el académico de la PUC.

Fotografía principal: Tempano Glaciar Grey, región de Magallanes de Timothy Dhalleine.

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  • 31/03/2025