Cómo les envenenaron la vida: metales pesados amenazan la salud de la población de Puchuncaví-Quintero de Chile

Más de 20 ex trabajadores fueron exhumados en 2010 y 2012 en el marco de una investigación para esclarecer las razones de su fallecimiento. Hasta el...


Más de 20 ex trabajadores fueron exhumados en 2010 y 2012 en el marco de una investigación para esclarecer las razones de su fallecimiento. Hasta el día de hoy los trámites están estancados y las familias nunca conocieron los resultados oficiales.

Altos índices de metales pesados en escuelas de Puchuncaví preocupan a la comunidad.

Solo dos de las 14 empresas que funcionan en la zona fueron sujetas a un plan de descontaminación.

Pedro Rocha llegó a la bahía de Quintero en 1966. Luego de trabajar durante sus primeros años en el sur de Chile,  apostó por armar futuro en la zona central del país, incorporándose a la planta que la Empresa Nacional de Minería (ENAMI) levantó en el borde costero de Ventanas, en la región de Valparaíso.

Su pega (trabajo), relata, “estaba donde las papas queman”, en el centro de proceso productivo, reparando máquinas e inventando repuestos para mejorar el rendimiento. “Para trabajar ocupábamos una mascarilla que era como una trompa. Esa la mojábamos para ir a los convertidores y cosas así. Al terminar, el pañuelo salía negro de polvo y humo, lo estrujaba y me lo volvía a colocar. Se nos iba todo pa’ dentro”, afirma.

Durante 29 años se desempeñó como mecánico y soldador de turno, casi tres décadas de trabajo riesgoso cuyas consecuencias empezaron a manifestarse poco antes de su retiro en 1992: cansancio intenso y repentino, falta de aire, insoportables dolores de cabeza e insomnio fueron los primeros malestares. Cinco años después el diagnóstico estaba declarado: “Antecedente: trabajo en minería. Presenta disnea progresiva. Enfermedad Pulmonar Obstructiva – EPOC”, apunta uno de sus partes médicos.

Hoy, con 83 años y más fornido que el común de sus coetáneos, debe permanecer las 24 horas del día conectado vía sondas a una máquina de oxígeno y nebulizarse cada 15 días cargando un tanque con cinco horas de autonomía. No tiene control de sus exhalaciones, se le escapa el aire con potentes ronquidos involuntarios.

Rocha es uno de los tantos afectados por la exposición a contaminantes derivados del proceso productivo industrial, pero es muy consciente de su suerte: “Por los menos estoy viviendo un poco más –dice–, muchos compañeros no se alcanzaron a jubilar y murieron de cáncer”.

La batalla socioambiental de los ex-Enami

Según datos entregados por la  Asociación Regional de Exfuncionarios de ENAMI (Asorefen) a la comisión investigadora de medioambiente de la Cámara de Diputados en 2011, “han fallecido 144 ex trabajadores, 60 de ellos producto de infartos al miocardio, 35 por cáncer, y otro grupo debido a accidentes laborales”.

El informe elaborado por la comisión parlamentaria señala que las denuncias presentadas por la agrupación se pudieron constatar, tras exhibir “pruebas concluyentes respecto a los efectos que en su salud provocó la exposición crónica a las emanaciones de la refinería”.

La organización de exfuncionarios inició sus actividades en 2006. Hace 10 años que exigen justicia a las autoridades y Codelco, cuprífera estatal que en 2005 compró la fundición de Ventanas a la también empresa pública ENAMI.

Luis Pino, quien preside la Asorefen, denuncia: “Somos olvidados, somos una barra de números. Lo único que necesita el estado y los gobiernos es que fallezcamos lo más pronto posible. Mis riñones están mal”. Tras pasar más de 20 años en las faenas de cobre, hoy padece dolores óseos y musculares que a veces le impiden levantarse. “La empresa no ha respetado el contrato colectivo en cuanto a las indemnizaciones para los que estamos contaminados con plomo y con arsénico”, añade.

El parque industrial asentado en el sector fue fundado en 1961, ENAMI y Chilgener fueron las primeras en llegar. Eran años en que el estado fomentó el desarrollo productivo a nivel nacional, el punto de partida para una contaminación con graves consecuencias en la zona. Primero, la tierra perdió su fertilidad: abundaban las legumbres y una rica producción de trigo sostenía parte de la economía local. Luego le tocó a los recursos marinos: la pesca de jibia se ha transformado en la principal actividad, luego de que otras especies desaparecieran de la bahía debido a la contaminación.

Actualmente, 14 empresas funcionan en el borde costero de Ventanas. El parque industrial incluye cuatro termoeléctricas a carbón, fundiciones de cobre, cementeras, puertos graneleros, concentrados de cobre y petroleras. Solo Codelco y Aes Gener (ex-ENAMI y Chilgener, respectivamente), las más antiguas de la zona, fueron sometidas a un plan de descontaminación impulsado a principios de los 90 cuando el territorio fue declarado “zona de sacrificio”, limitando sus emisiones de material particulado (PM10) y dióxido de azufre (SO2).

Efectos adversos y futuro incierto

El 23 de marzo de 2011, 33 niños y 9 adultos de la Escuela La Greda –ubicada en Puchuncaví– resultaron intoxicados por una nube química que les provocó mareos, vómitos, dolores de cabeza y desmayos. Codelco asumió la responsabilidad del hecho, apuntando que se trató de una emisión de SO2.

Producto de la conmoción que se generó a nivel nacional, la subsecretaría de Educación del momento solicitó un análisis de polvo y suelo en todos los establecimientos educacionales de la comuna de Puchuncaví, con el objetivo de determinar cuáles debían ser reubicados y saber a qué elementos se exponía la población por vía aérea, además de identificar los componentes acumulados en el tiempo.

Los resultados del estudio fueron alarmantes: los 14 colegios presentaron elementos tóxicos y nocivos para la salud de las personas, tanto en los patios como en las salas. Principalmente, se hallaron restos de arsénico, plomo, cromo, níquel, cadmio y zinc.

Según el toxicólogo ambiental del Colegio Médico de Chile, Andrei Tchernitchin, reconocido especialista que ha visitado la zona en busca de muestras, “hay varias industrias en la zona, lo que sugiere un efecto adverso en la población, que explicaría, en caso de constatarse, un empeoramiento en la salud de las personas y parte de la mortalidad. Hay una probabilidad muy alta de que esos fenómenos sean por causas ambientales, no por azar”.

El además director del Departamento de Medioambiente de la agrupación profesional, describió los posibles efectos derivados de la exposición crónica a los elementos contaminantes encontrados en las escuelas de Puchuncaví, los mismos que los extrabajadores de ENAMI indican como causantes de sus enfermedades.

“Es bien conocido que la exposición crónica a arsénico es causante de desarrollo de cáncer broncopulmonar, de vejiga urinaria, renal y vías urinarias, hepático y de piel. Además aumenta la incidencia y la mortalidad por infartos al miocardio. La exposición causa en la especie humana, por el mecanismo de programación celular, alteraciones irreversibles en el aparato respiratorio, y un aumento de mortalidad por bronquiectasias y por EPOC en adultos jóvenes”, explica Tchernitchin.

El plomo se acumula en el organismo a lo largo de la vida del ser humano, específicamente en los huesos. Puede producir daño irreversible en bajas concentraciones si la exposición ocurre durante periodo prenatal o en niños de pocos años de edad, como los que asisten a las escuelas de Puchuncaví: “queda claro que es de mucha importancia realizar esfuerzos para evitar o disminuir al mínimo las exposiciones a plomo de mujeres embarazadas y durante el período infantil de la vida”, expone Tchernitchin.

La absorción del cadmio ocurre por vía oral y por vía inhalatoria. Una vez asimilado, pasa a la sangre y se retiene principalmente en riñones y en el hígado. “La vida media del cadmio se calcula en unos 30 años. Puede provocar un daño renal severo” –agrega– “el níquel, a su vez, es un reconocido carcinógeno humano por la OMS y su exposición induce al desarrollo de cáncer pulmonar y cáncer nasal”.

A los vecinos de  Ventanas y Puchuncaví les preocupa el futuro de los más pequeños de la comunidad. Muchas veces se encuentran atrapados entre la necesidad de trabajo –muchos son empleados de las industrias– y el deseo de brindar salud y un ambiente limpio a sus familias.

Exhumaciones

Con el cementerio cercado, el fiscal Dunner de la Quinta Región dio el vamos a la exhumación de cinco cuerpos de extrabajadores de ENAMI para determinar si su fallecimiento fue a causa de exposición a metales pesados y residuos industriales.

Carola Vega (83), recuerda ese día con impotencia. Con paso sigiloso logró acercarse a la tumba de su marido, uno de los exhumados. “De mi viejito no quedaba nada, solo había unas manchas negras dentro del nicho”, relata.

En 2014, las pericias confirmaron rastros de cobre en tres de los cadáveres. Lo mismo pasó en 2012, cuando la Corte de Apelaciones solicitó el mismo procedimiento para investigar el nivel de contaminación en otros 28 exfuncionarios fallecidos. Nunca desenterraron a todos.

El esposo de Carola Vega, Clemente Aguilera Romero, trabajó durante 26 años como jornalero manipulando cargas químicas en las bodegas de ENAMI. Al poco tiempo de su retiro en el 92, su cuerpo empezó a manifestar las primeras dolencias.

Pasaron 12 días entre el diagnóstico y su muerte en 2009, provocada por un cáncer fulminante que atacó su laringe. “La empresa ni siquiera preguntó por él”, dice su viuda, afligida.

Carmen Villablanca, viuda de Gabriel Arroyo, que falleció de un infarto, no recuerda con precisión las palabras que le dijo el fiscal Dunner. Lo cierto es que a sus manos llegó un papel impreso con tablas e índices de toxicidad. La información era muy técnica, enredada, pero lo peor era que no contaba con timbres ni firmas por parte del Servicio Médico Legal. Era el documento con que el funcionario buscaba acreditar que su esposo no murió por causa de metales pesados en su organismo.

“Eso fue lo último que nos entregaron y de ahí que no sabemos nada más”, señala Villablanca, rodeada en su comedor con fotos de familia. En varias sale al lado su esposo.

Junto con otras viudas, tanto Carmen como Carola enfrentaron la situación desde la Asorefen, que judicializó los hechos. Sin embargo, la investigación permanece detenida hasta el día de hoy.

Posición de Codelco

No reciben ayuda por parte del Codelco. A nadie le ha llegado una indemnización o compensación por sus parientes fallecidos, ni siquiera para costear tratamientos actuales, señalan las familias afectadas.

Desde la empresa señalan que “la Corte de  Apelaciones determinó que la problemática corresponde a otra empresa, en este caso ENAMI. Nosotros no somos los llamados a responder por este tema, en ese sentido no podemos opinar mucho.Tenemos claro que es una problemática que se arrastra hace 50 años y como país estuvimos al debe en términos medioambientales durante mucho tiempo”.

Consultados por las medidas de mitigación adoptadas luego del episodio ocurrido en La Greda –intoxicación de niños y adultos producto de una nube química–, señalaron que actualmente están “enfocados en reducir las emisiones al ambiente, haciendo una inversión de 156 millones de dólares, atacando los gases fugitivos”.

“La responsabilidad de las empresas está en cómo vamos asumiendo la modernización de procesos y equipos para disminuir emisiones”, agregan.

De acuerdo a las conclusiones desarrolladas en el informe de la comisión de medioambiente, mandatada para determinar la participación de la empresa estatal Codelco y empresas asociadas en la contaminación ambiental en la zona, “el Estado, como dueño de la refinería ENAMI, hoy día de CODELCO, es responsable de gran parte de la contaminación histórica que yace en la Bahía de Quintero y que afecta a sus habitantes, pero no solamente por la operación de la fundición, sino también por la permisividad en que han incurrido las diferentes unidades administradoras del Estado quienes han autorizado el funcionamiento de estas y otras empresas contaminantes”.

Resignación

Pedro Rocha nunca recurrió a la empresa. “¿Para qué?”, se pregunta. “Muchas veces lloro de pena por esto, por lo que me pasa. Recuerdo mis años de deportista, de vitalidad”. Luego lanza una crítica punzante contra Codelco: “Deberían destinar un poco de su plata para ayudar a sus trabajadores, pero no. Deben estar construyéndose mansiones”.

“Uno debería morirse al tiro (rápido) mejor ¿Tú creís que yo no sufro, tú creís que no vas a sufrir, José? –mira a su compañero, José Sáez– ¿Crees que no tengo deseos de morirme? Lo que es no poder caminar bien, no dormir bien por los dolores nocturnos, los calambres, nebulizarme, andar con la máquina para todos lados. Es triste, lo mejor es morirse al tiro”, dice Rocha, golpeando la mesa, con la mirada fija, con el oxígeno conectado a la nariz mientras el tubo plástico de unos 6 metros se le enreda en los pies.

Sebastián Balcazar (nota original)

 

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