Chile: preocupación a ocho meses de la desaparición de las tortugas marinas de Arica
Científicos aseguran que hace falta mayor investigación de la hasta ahora realizada para poder determinar las causas de las muertes registradas en 2017 y 2018. Fuente: Mongabay, 9 de julio de 2019.
Hasta el año pasado era posible ver a unas 400 tortugas verdes del Pacífico en el sector La Puntilla, en la ciudad de Arica, casi en la frontera con Perú. La especie científicamente denominada Quelonia Midas —En Peligro de extinción, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN)— llegaba hasta allí para alimentarse en una pradera de algas y pastos marinos para luego reproducirse en Galápagos y en la zona más ecuatorial del continente, llegando incluso hasta el sur de México.
Pero este escenario comenzó a cambiar en los últimos meses. Los habitantes del norte chileno ya habían reportado —en el 2017— el hallazgo de cuerpos de tortugas varados en las playas, en la mayoría de casos sin cabezas, y este problema simplemente se agudizó. “Ese año encontramos 44 y, en 2018, fueron 77 las tortugas muertas”, dice el biólogo marino, Albert Neira, miembro de la organización de conservación TortuArica.
Lo más preocupante, sin embargo, vino después, cuando ninguna tortuga volvió a ser divisada en las playas. Fue a partir de noviembre de 2018 que dejaron de verlas.
La importancia de este espacio marino como área de alimentación para las Quelonias Midas —sumado a las amenazas reportadas— fue lo que impulsó al Gobierno de Chile a aprobar la creación de un parque marino que, sin embargo, aún aguarda un trámite administrativo para ser oficialmente declarado.
La pérdida del área de alimentación
Todos los años, en los meses de enero y febrero, el río San José, que suele permanecer seco la mayor parte del año, recupera su caudal —gracias a los deshielos en la cordillera de los Andes— y estas aguas desembocan en el sector la Puntilla. Toda la pradera de algas, donde normalmente se alimentan las tortugas, queda entonces cubierta con sedimentos. Pero, unas semanas después, las corrientes marinas se encargan de limpiar el barro, y la pradera, fertilizada con los nutrientes que trajo el río, vuelve a estar disponible para las tortugas.
“La última caída del San José —en febrero de este año— fue particularmente fuerte porque la cantidad de sedimentos depositados fue mayor a la acostumbrada”, explica Brunetto Sciaraffia, director zonal de la Subsecretaría de Pesca, organismo chileno encargado de regular y administrar la actividad pesquera.“Luego de ese evento las tortugas se marcharon, pero se trata de algo que ocurre todos los años”, asegura.
Los expertos de TortuArica, sin embargo, no piensan lo mismo. Ellos son enfáticos en declarar que la bajada del río nunca antes alejó a las tortugas. Además, aseguran que la desaparición de los animales data de noviembre de 2018, es decir, tres meses antes de la última bajada del río, por lo que sospechan que la colonia de tortugas podría haberse alejado, definitivamente, por las mortandades registradas y no por el incremento en el depósito de sedimentos.
La razón exacta por la que las tortugas verdes de Arica se marcharon aún no está confirmada. “Habrá que ver con el tiempo, cuando la pradera vuelva a estar disponible, si es que regresan a comer”, indica el biólogo Walter Sielfeld, director del Programa de Conservación de Tortugas Marinas “Tortumar”, una iniciativa formada por profesionales del área de las ciencias del Mar de la Universidad Arturo Prat de Iquique.
De lo que sí están seguros los expertos es de las muertes. Por eso, con el objetivo de esclarecer la causa detrás de esta mortandad, se conformó una comisión investigadora al interior de la Mesa Regional de Tortugas Marinas, que opera bajo el paraguas de la Subsecretaría de Pesca. Esta comisión envió muestras de las tortugas varadas a la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica en Estados Unidos (NOAA) para que sean analizadas.
La razón de las muertes
Cristián de La Barra, Director Regional en Arica del Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura (Sernapesca), organismo público fiscalizador que tiene por misión contribuir a la sustentabilidad del sector pesquero, leyó por teléfono los resultados enviados por la NOAA: “Nueve de las muestras enviadas muestran cambios supravitales, lo que podría significar que estas tortugas podrían haber muerto como resultado de un trauma o mordida”.
Otro extracto, leído por el funcionario de Sernapesca, indica: «Una muestra única presentó cambios intravitales, lo que podría significar que la muerte ocurrió casi con seguridad como resultado de una mordedura o trauma”. Finalmente, de la Barra precisó que 12 de las muestras no presentaron cambios significativos, «como si hubieran muerto por otras razones y el trauma se hubiera producido después de la muerte”.
El biólogo de la Universidad de Antofagasta, Carlos Guerra, quien es parte de la Mesa de Tortugas Marinas, no descarta la posibilidad de que existan otras causas más allá del ataque de un depredador.
Diversos artes de pesca son utilizados en el norte de Chile para las distintas pesquerías que ahí operan. Según el Ministerio del Ambiente, existen antecedentes de captura incidental de tortugas por barcos de arrastre camaroneros, por la pesquería industrial de palangre, rederos y espinel artesanal. Es por ello que “lo que se necesita aquí es un estudio que zonifique el área, es decir, que diga dónde están ocurriendo esas pesquerías, acompañado de un estudio de corrientes de deriva que determine el recorrido que hicieron las tortugas hasta la costa”. Según Guerra, cruzando los datos de ambos estudios, se podría contar con mayores antecedentes para ver si efectivamente la muerte de estas tortugas no estuvo asociada a pesca incidental. “Eso se dijo en una reunión, yo lo planteé como una necesidad, pero después de eso no tuvimos ninguna noticia”.
Sielfeld, quien concuerda con Guerra, agrega que la información que existe sobre pesca incidental de tortugas marinas no es verdaderamente representativa. Si bien Chile cuenta con un programa de observadores científicos a bordo, profesionales que tienen como misión dar cuenta de qué se capturó durante la faena de pesca, “en términos de cobertura es ínfimo”, asegura.
Para combatir esta deficiencia, Sernapesca anunció, a fines del año pasado, la instalación obligatoria de cámaras de vigilancia a bordo de todas las naves industriales y artesanales mayores a 15 metros de eslora. El objetivo es que estas cámaras puedan suplir la labor de un observador y la totalidad de la flota pueda ser debidamente fiscalizada.
Además, respecto a las investigaciones para determinar la muerte de las tortugas de Arica, el organismo asegura que los estudios sí se realizaron y que prueba de ello son los resultados de las necropcias que se darán a conocer cuando la mesa se vuelva a reunir. El problema, dice Guerra, es que hace más de un año que no se convoca a este grupo de asesores científicos. Ello, a pesar que Chile «ha suscrito convenciones internacionales para la protección de las tortugas, en los que se compromete a tener equipos permanentes de investigación, asesorando y tomando medidas de protección”, advierte. “La mesa funcionó hasta el año pasado, antes de la bajada del río”, reconoce Sciaraffia y asegura que muy pronto se hará una nueva convocatoria.
¿Volverán?
En 2007 numerosas tortugas comenzaron a varar en las playas de Antofagasta y Mejillones, unos 600 kilómetros al sur de Arica. Según recuerda Guerra, Mejillones tenía una gran congregación de estos animales y cuando comenzaron a varar “logramos concitar el interés de las autoridades marítimas, municipales, de medioambiente y también de empresas y logramos rescatar tortugas. Al hacerlo hicimos análisis de cada ejemplar con mediciones, registros, fotografías, observación de heridas y nos quedó muy claro que la razón era el ataque por parte de lobos marinos”, narra Guerra.
Después de eso, el biólogo asegura que las tortugas nunca más regresaron. Guerra maneja dos hipótesis: “la primera es que tortuga que entra es eliminada por los lobos y la segunda es que las tortugas, una vez que se les hace un disturbio tan importante en el área de descanso y forrajeo, ya no usan esos sitios y pasan su migración por fuera. De hecho, en un crucero pudimos corroborar que las tortugas sí siguen en el océano, pero ya no ingresan en esta bahías”.
Cuando todavía existía la colonia de tortugas de Mejillones y de Antofagasta, en Arica no se habían registrado congregaciones tan grandes de tortugas como la que años después se comenzó a reunir en la pradera de La Puntilla. Guerra advierte que la llegada de las tortugas a Arica coincidió con su retirada de Mejillones, por lo que podría suponerse que, “al sufrir irrupciones en sus zonas de descanso y forrajeo, buscaron un nuevo lugar”. Es por eso que temen ahora que ocurra algo similar en La Puntilla y sus alrededores, una zona que, paradójicamente, espera su último procedimiento administrativo para ser declarada área protegida, aunque ya no tenga rastros de los animales que movilizaron su protección.