
Salmón Chinook en Chile: qué hacer con una especie invasora que sustenta a la pesca artesanal de caleta La Barra
La presencia del salmón Chinook genera un debate sobre si conservarlo por sus beneficios económicos o controlarlo para mitigar su impacto en los ecosistemas nativos. En 2018, las autoridades implementaron un programa de manejo para regular su captura, permitiendo a una comunidad de pescadores artesanales aprovechar el recurso sin fomentar su expansión. Sin embargo, en 2021 las condiciones para pescarlo se endurecieron tras un cambio legal que exige autorizaciones transitorias anuales para realizar esta actividad en el río Toltén. Fuente: Mongabay, 14 de julio de 2025.
En el estuario del río Toltén, en la región de La Araucanía, en el sur de Chile, la presencia del salmón Chinook (Oncorhynchus tshawytscha) ha transformado las dinámicas naturales y económicas de una pequeña caleta de pescadores: La Barra. Esta especie exótica invasora —nativa del hemisferio norte— se asentó hace unos 30 años en este ecosistema. Desde entonces genera preocupación por sus impactos ambientales, al mismo tiempo que se ha transformado en el sustento de los pescadores artesanales que allí habitan.
Reconociendo esta realidad, la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura (Subpesca), el organismo encargado de la regulación y administración de la actividad pesquera y acuícola en Chile, emitió en 2018 un decreto que autorizó la formalización de esta actividad a través de un programa de manejo.
Desde entonces, la pesquería del Chinook no solo sostiene la economía de las 70 familias que viven en esta caleta, sino que también controla la población de esta especie invasora que amenaza los ecosistemas en los que ha logrado introducirse.
Los impactos ecológicos del salmón Chinook en los ríos del sur de Chile son múltiples y preocupantes. Esta especie se alimenta de peces nativos y compite por alimento con otras especies acuáticas, alterando las dinámicas tróficas de los ecosistemas fluviales. Además, investigaciones recientes han documentado que el Chinook actúa como hospedador de parásitos.
Si bien la pesquería artesanal del salmón Chinook en el río Toltén ha sido presentada como una herramienta de control poblacional, a un grupo de científicos les preocupa que los esfuerzos se vuelquen a mantener una pesquería que genera beneficios económicos y sociales olvidando los impactos ambientales que tiene como especie invasora. El caso de La Barra ilustra un dilema poco explorado en la gestión de especies exóticas: ¿cómo manejar una invasión biológica que, además de alterar ecosistemas nativos, se ha convertido en el sustento de comunidades locales?

La llegada de un invasor
No existen documentos oficiales que expliquen con certeza cómo el salmón chinook llegó al río Toltén. Sin embargo, según el doctor Gómez Uchida, existe una teoría “ampliamente aceptada que concuerda con los estudios científicos sobre la composición genética de esta población”. Según esta hipótesis, la población de Chinook en el Toltén podría haberse originado a partir de la liberación de juveniles en un estero de la localidad de Melipeuco, situada a más de 100 kilómetros de La Barra.
Gómez Uchida cuenta que entre 1990 y 1995, algunos piscicultores habrían intentado criar Chinook en distintas etapas de desarrollo, desde juveniles hasta adultos. Sin embargo, una de estas pisciculturas en Melipeuco no fue económicamente viable y su personal habría decidido liberar los juveniles restantes en el estero El Membrillo. “Esta liberación habría marcado el inicio de la población que, años más tarde, se establecería en el río Toltén”, afirma el investigador.
A inicios de la década de 2000, empezaron a aparecer los primeros Chinook en el estuario del río Toltén, en la zona donde hoy está caleta La Barra. Se piensa que esos juveniles liberados en 1995 completaron su ciclo en el mar y, años después, regresaron al agua dulce para desovar.
Así es el ciclo de vida de los salmones: pasan la mayor parte de su vida en el océano —donde se alimentan y alcanzan su tamaño adulto — y luego, cuando llega el momento de reproducirse, inician un viaje de regreso a las aguas dulces donde nacieron, remontando ríos y estuarios.
Actualmente, la población de Chinook en La Barra sigue ese patrón migratorio que se da entre diciembre y fines de febrero.

Durante ese proceso de retorno hacia su lugar de desove, deja de alimentarse por completo, sobreviviendo únicamente con las reservas energéticas acumuladas en su etapa marina.
Sus juveniles permanecen en ríos y estuarios entre ocho meses y un año, protegidos en la grava, antes de emprender su migración hacia el océano. “Para realizar esta transición del agua dulce al medio marino, cuentan con una compleja adaptación fisiológica que les permite regular los cambios necesarios para sobrevivir en un nuevo entorno”, explica Gómez Uchida, especialista en biología de invasiones y biología de salmónidos.
Los impactos del Chinook
En el océano, los salmones Chinook se establecen en la zona costera, donde encuentran una gran oferta de alimento. Inicialmente se alimentan de pequeños organismos, como crustáceos, krill y moluscos, pero a medida que crecen incorporan presas más grandes, “principalmente sardinas (Sardinops sagax) y anchovetas (Engraulis ringens)», asegura el científico.
La alimentación del salmón Chinook podría generar impactos en la pesca artesanal, ya que esas dos especies son clave para el sector. Sin embargo, “aún no se ha determinado con precisión, ni de manera cuantificable, el verdadero impacto de los salmones adultos en el océano con relación a estas especies», señala el científico.
Actualmente, un equipo de investigadores liderado por el profesor Billy Harsh está llevando a cabo investigaciones para analizar el efecto que tienen estos salmones sobre las poblaciones de peces de las que se alimenta.
Para ello, utilizan modelos bioenergéticos para medir cuánta energía requieren los salmones de distintos tamaños y edades, y comparar esa necesidad con la biomasa de sardinas y anchovetas disponibles en el océano. “El objetivo es determinar cuántos salmones Chinook hay en ríos como el Toltén y otras cuencas, y calcular cuánto alimento necesita para alcanzar sus tamaños de 20 kilos o más”, explica el doctor Gómez Uchida.

A partir de estos datos, los investigadores esperan estimar el consumo total de sardinas y anchovetas por parte de los salmones Chinook y entender si su presencia representa una amenaza real para las poblaciones de sardinas y anchovetas. Ese estudio está en proceso.
Por otra parte, investigadores han planteado la hipótesis de que el chinook podría estar compitiendo por alimento con el pez sierra (Thyrsites atun), una especie nativa muy consumida en Chile. Gómez Uchida explica que tanto el pez sierra como el Chinook se alimentan de sardinas y anchovetas, pero además comparten zonas costeras de alimentación.
“El sierra y el Chinook se sobreponen espacialmente, lo que abre la posibilidad de una competencia trófica”, dice Gómez Uchida. A pesar de que sus comportamientos ecológicos son distintos, la presencia de un depredador exótico con hábitos alimenticios similares podría tener efectos aún no cuantificados sobre la sierra, un recurso clave para la pesca artesanal y el consumo local.
A estos posibles impactos se suma una dimensión poco visible, pero igualmente inquietante: el rol del Chinook en las dinámicas parasitarias del ecosistema marino.
Un equipo liderado por la doctora Rodríguez San Martín investigó el fenómeno conocido como Efecto Spillback, donde el salmón Chinook se convierte en un hospedador ideal para parásitos, afectando potencialmente a la fauna local.
La investigación, basada en el análisis de estómagos e intestinos de ejemplares capturados por pescadores artesanales de caleta La Barra, demostró que esta especie invasora no solo transporta parásitos nativos, sino que ya actúa como hospedador definitivo de al menos tres especies.
“Una cosa es que un organismo acumule parásitos como hospedador intermediario”, explica la investigadora, “pero otra muy distinta es que el parásito encuentre en ese organismo las condiciones precisas para desarrollarse y alcanzar su estado adulto”. Eso es precisamente lo que está ocurriendo con el Chinook, ya que los parásitos no solo sobreviven en su interior, sino que completan su ciclo de vida.
“Este hallazgo tiene implicancias profundas”, asegura Rodríguez San Martín pues al convertirse en hospedador definitivo, el salmón Chinook aumenta la carga parasitaria del ecosistema.
Pero el impacto no termina ahí. El estudio también detectó una alta presencia de larvas parasitarias en los salmones Chinook analizados. Estas larvas, al ser ingeridas por depredadores tope como lobos marinos, tiburones o aves marinas que se alimentan de Chinook, pueden alcanzar su fase adulta en estos nuevos hospedadores. Es decir, si estos grandes depredadores se comen al Chinook, estarían facilitando la reproducción de parásitos en niveles superiores de la red trófica. “El Chinook no solo está aportando más parásitos en una rama del ecosistema, sino también en otra completamente distinta”, advierte la doctora Rodríguez.
Este trabajo, presentado en 2024 en el Congreso Internacional de Especies Invasoras en Portugal y actualmente en proceso de publicación, abre una nueva dimensión en la comprensión del impacto del Chinook: no solo como competidor o depredador, sino como vector biológico que altera dinámicas parasitarias a escala ecosistémica.
La llegada masiva del Chinook
En la caleta La Barra, ubicada en la desembocadura del río Toltén, el cruce entre el agua dulce y el océano está marcado por un fenómeno natural de gran impacto: más de 15 trenes de olas (serie de olas que viajan juntas en el mar) se suceden con fuerza en este punto, convirtiéndolo en una de las zonas “más peligrosas para la navegación artesanal”, asegura Alejandro Riedemann, biólogo marino de la dirección zonal de la Subpesca en las regiones de La Araucanía y Los Ríos.
Los trenes de olas dificultan el paso de embarcaciones y ponen en riesgo a los pescadores que dependen del mar para su sustento. Bien lo sabe Braulio Silva, pescador artesanal de La Barra, quien desde los siete años acompañaba a su padre en las jornadas de pesca en el estuario. Con el tiempo, aprendió a interpretar el comportamiento del mar, consciente de que cruzar la barra —el lugar preciso donde el río se encuentra con el mar— requiere experiencia, paciencia y un profundo respeto por la fuerza impredecible del océano.
Debido a estas dificultades, la pesca en el estuario del río Toltén ha sido históricamente la única alternativa para la comunidad.

Hasta 2011, la pesca artesanal en la caleta La Barra dependía principalmente de la corvina (Cilus gilberti). Sin embargo, desde 2008, las capturas comenzaron a disminuir drásticamente, hasta que en 2010 el recurso prácticamente desapareció debido a una creciente presión sobre la especie, presión que los pescadores artesanales atribuyen a la industria pesquera. “La corvina no llegaba a la orilla”, recuerda Silva.
Fue entonces cuando la comunidad de pescadores comenzó a notar el cambio.
Silva cuenta que ya había presencia de salmón Chinook en la zona, pero en un principio “pensábamos que se trataba de otro tipo de salmón, quizás ejemplares liberados desde el sur, provenientes de criaderos”.
Hasta ese momento, los pescadores solían capturar unos pocos ejemplares aislados, tres o cuatro por jornada. Pero en 2012, algo ocurrió: entraron cardúmenes, grandes grupos de salmón chinook que jamás habían visto en tales cantidades. La llegada masiva de estos peces cambió la dinámica de la caleta. Ante la disminución de la corvina y la falta de oportunidades, “los pescadores vimos en el Chinook una nueva posibilidad de sustento, una forma de adaptarnos a la transformación del ecosistema y de mantener viva nuestra actividad pesquera”, cuenta Silva.
La falta de regulación generaba conflictos entre pescadores artesanales y recreativos, así es que en 2015, la Subpesca, consciente de que la captura del Chinook ya era una realidad, se planteó permitir que la comunidad vendiese estos peces como una medida de subsistencia”, explica Riedemann.
Gracias al trabajo conjunto entre los pescadores y científicos del INVASAL -un grupo de investigación científica del programa Milenio de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID), perteneciente al Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación de Chile-, las investigaciones iniciadas en 2014 en el estuario del río Toltén permitieron cuantificar la población de Chinook, que pasó de 10 000 a más de 43 000 individuos en algunos años. Esas cifras fueron determinantes para que en 2018 la Subpesca emitiera un decreto para autorizar la pesca de la especie.
La legalización significó un antes y un después para los pescadores artesanales.
Una pesquería que controla pero no resuelve
El Programa de Manejo del salmón Chinook en la cuenca del río Toltén, que se creó en 2018, estableció que la captura artesanal de Chinook solo podría realizarse durante las horas de la noche, con un límite de 32 embarcaciones autorizadas. Además, se fijó una zona específica de pesca, restringiendo el espacio destinado a la actividad. La temporada de captura quedó delimitada entre el 15 de diciembre y el último día de febrero, regulando la extracción de esta especie bajo criterios de control y manejo sostenible.
El programa también definió el uso exclusivo de redes de enmalle, un tipo de malla vertical suspendida en el agua donde los peces quedan atrapados al intentar atravesarla.
Así, la pesca artesanal del salmón Chinook se convirtió también en una herramienta inesperada de control poblacional para una especie que, si bien es altamente valorada en el mercado —con ejemplares que pueden llegar a venderse por hasta 70 dólares—, representa una amenaza comprobada para los ecosistemas nativos.

En 2021, un cambio legal significativo modificó la Ley General de Pesca y Acuicultura y prohibió el uso de artes de pesca en aguas terrestres —como ríos, lagos y estuarios—, salvo que exista una autorización transitoria y fundada emitida por la Subpesca.
Si bien el objetivo de este cambio fue proteger la biodiversidad de los sistemas acuáticos terrestres, el Programa de Manejo del salmón Chinook dejó de ser suficiente para habilitar la captura artesanal en el río Toltén. A partir de ese momento, cada temporada requiere una resolución específica que valide la actividad.
Desde entonces, los pescadores de Caleta La Barra continúan pescando mediante autorizaciones transitorias otorgadas año a año por la Subpesca. «Según el subsecretario que esté, y la intención que tenga, vamos a poder pescar», dice Silva.
Para Riedemann, el biólogo marino de la Subpesca,“el desafío sigue siendo cómo manejar una especie exótica invasora que también genera beneficios sociales y económicos”.
¿Deberíamos conservar esta especie para que siga beneficiando a los pescadores artesanales y las economías locales, o deberíamos controlarla hasta reducir su abundancia y mitigar su impacto en los ecosistemas nativos? La pregunta, planteada por el doctor Daniel Gómez-Uchida, sigue sin una respuesta definitiva.
La mantención de la pesquería artesanal por sobre una mirada ecosistémica integral preocupa a parte del mundo científico.
Para investigadores como Gómez Uchida, el objetivo no debería ser conservar la población del Chinook, sino mantenerla bajo control, evitando que su expansión comprometa aún más la biodiversidad nativa. “No se trata de erradicarla completamente, porque eso hoy no es viable, pero sí de reconocer que es una especie invasora y que su presencia debe ser gestionada con criterios ecológicos, no solo económicos”, señala.
El del salmón Chinook no es un caso aislado. En toda Latinoamérica, muchas especies introducidas —plantas, animales y microorganismos— han logrado establecerse fuera de su hábitat natural, generando impactos graves e incluso irreversibles. El Chinook, al reproducirse con éxito y alterar los ecosistemas donde se instala, cumple con todos los criterios para ser considerada una especie invasora.
En medio de esta compleja trama ecológica y económica, los pescadores artesanales han desempeñado un rol clave en contener a esta especie invasora. Desde hace al menos seis años, las capturas sostenidas han contribuido —aunque de forma parcial— a mitigar la expansión del salmón Chinook en la cuenca del Toltén.
Imagen Principal: salmón Chinook. Foto: Creative Commons