Contaminación atmosférica: académicos creen que falta comunicación de riesgo, mayor fiscalización y medidas más radicales
By valentina

Contaminación atmosférica: académicos creen que falta comunicación de riesgo, mayor fiscalización y medidas más radicales

Con varias preemergencias y emergencias decretadas en Santiago y otras ciudades de la zona centro-sur de Chile en las últimas semanas, la contaminación atmosférica se mantiene como un tema prioritario dentro de la agenda nacional. Sin embargo, no es un desafío fácil de abordar, tal como lo aseveran a País Circular Valeria Campos, académica del Departamento de Ingeniería Química y Bioprocesos de la Universidad de Santiago; Karla Yohannessen, profesora asistente de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile; y Patricio Hernández, docente del Departamento de Física de la Facultad de Ciencias Naturales, Matemática y del Medio Ambiente, de la Universidad Tecnológica Metropolitana. Mejorar la fiscalización, potenciar la comunicación de riesgo y desarrollar indicadores innovadores de calidad del aire, son algunas de las propuestas que plantean estos especialistas. Fuente: País Circular, 8 de julio de 2025.

Si bien hay una tendencia a la baja en los niveles de concentración de material particulado, respecto a los años anteriores, Santiago figura actualmente entre las 10 ciudades más contaminadas del mundo. Esto, según el ranking Live Major Cities, de la empresa IQAir, que monitorea el Índice de Calidad del Aire (ICA) promedio en tiempo real. En línea con ese diagnóstico, en el transcurso de este 2025 se han generado 13 alertas ambientales y 2 preemergencias en la Región Metropolitana. De hecho, la más reciente preemergencia se decretó el pasado jueves 3 de julio.

A ello se suma que hay varias ciudades en la zona centro-sur del país que han registrado episodios críticos en los últimos días. Es el caso de las preemergencias declaradas recientemente en Curicó, Talca, Concepción Metropolitano, Los Ángeles, Temuco, Valdivia, Puerto Montt; y de las emergencias en Linares, Osorno y Coyhaique. El sábado 5 de julio, por ejemplo, se decretó emergencia en la ciudad de Coyhaique, en la región de Aysén.

El periodo de gestión de episodios críticos, bajo el cual se activan los Planes de Prevención y/o Descontaminación Atmosférica (PPDA), comprende entre el 1 de abril y el 30 de septiembre, aunque en las regiones Metropolitana y de O’Higgins abarca desde el 1 de mayo al 31 de agosto. Para determinar cuándo las condiciones justifican que se declare una alerta, preemergencia o emergencia ambiental, el Ministerio del Medio Ambiente revisa diariamente la Red de Monitoreo de Calidad del Aire, con información que proviene de las diferentes estaciones del país.

Una vez que esos datos se cruzan con el Pronóstico Meteorológico que elabora la Dirección Meteorológica de Chile y con el modelo Weather Research and Forecasting with Chemistry (WRF-Chem), se informa a la Delegación Presidencial, a eso de las 18.00 horas, para coordinar las respectivas operaciones del día siguiente, según sea el caso.

Valeria Campos, académica del Departamento de Ingeniería Química y Bioprocesos de la Universidad de Santiago de Chile (USACH), señala que si bien las medidas de prevención y mitigación de la contaminación están funcionando, “los modelos de pronóstico hoy día son cada vez más asertivos, gracias a las herramientas de Inteligencia Artificial que se emplean. Por lo tanto, tenemos mejores posibilidades de anticiparnos a un episodio crítico y, con ello, poder prevenirlo antes de que ocurra. En ese sentido, las herramientas computacionales también han contribuido a mejorar la calidad del aire”.

Sin embargo, la ingeniera civil en Química enfatiza que, “aunque hay menos episodios críticos, Santiago sigue siendo una ciudad saturada por MP2,5, porque tiene un problema multifuente. Es decir, se reparte en partes iguales el aporte de lo que es la combustión de leña, los vehículos y las industrias. Por eso en Santiago tenemos contaminación en invierno y verano, porque aportan distintos contaminantes. De hecho, aún si sacáramos todos los autos de circulación, la ciudad no se descontaminaría. Distinto es el caso del sur de Chile, ya que allí más del 90% de las emisiones es por leña”.

Karla Yohannessen, profesora asistente de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile y académica del Programa Transdisciplinario en Medio Ambiente (PROMA) de la misma institución, indica que el instrumento más importante para regular la contaminación del aire es la normativa de calidad. “En este minuto se están revisando las normativas de calidad del aire y se están haciendo grandes esfuerzos por reducir los valores permisivos, para ser un poquito más exigentes. Sin embargo, si los comparamos con los niveles recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), estamos muy lejos todavía de proteger la salud de la población”.

“Uno como salubrista, obviamente quisiera que las normativas se alinearan a lo que dice la OMS. Pero al mismo tiempo uno entiende que, a pesar de que el objetivo de la normativa es proteger la salud de la población, cuando se toman las decisiones entran intereses sociales, económicos y/o productivos, porque hay otras cosas a las que tiene que atender un país”.

No obstante, pese a los Planes de Prevención y/o Descontaminación Atmosférica que se implementan, lo cierto es que se requiere inyectar más recursos a la fiscalización, así como optimizar el trabajo. Por ejemplo, aprovechando nuevas tecnologías o involucrando al sector privado. Ante este escenario, Valeria Campos destaca que “por sobre los vehículos, porque eso es más controlable a través de cámaras y partes empadronados que se puedan cursar, en el caso de la leña es mucho más difícil la fiscalización. Al menos, yo no conozco a nadie que le hayan ido a preguntar a la casa qué combustible está usando para la calefacción. Entonces, si bien existe la medida de que, por ejemplo, no se puede prender estufas a leña en días de preemergencia, sin fiscalización es difícil que la medida sea efectiva”.

“Pero si bien nos quedamos cortos en la fiscalización por parte de la autoridad, como sociedad civil también debiéramos ser más responsables en cumplir con las acciones cuando se declara un episodio crítico.  No somos muy obedientes y eso al final se traduce en un riesgo para la salud”, complementa Karla Yohannessen.

Sin embargo, Valeria Campos expone otro punto relevante, que tiene que ver con la educación y la falta de información. “Yo hago clases a ingenieros químicos, específicamente doy cursos de Fundamentos de Ingeniería Ambiental. Y al inicio de los cursos ellos no conocen de qué se trata la gestión de episodios críticos. Por lo tanto, si eso le pasa a estudiantes universitarios, probablemente la mayoría de la población tampoco entiende bien de qué se trata. O sea, si bien la educación ha mejorado, aún falta mucho más por hacer. Y en este aspecto son necesarias campañas públicas que sean más claras y más visuales, quizás, aprovechando también las redes sociales, que hoy en día son una gran vitrina”.

Karla Yohannessen, en tanto, suma que “una medida buena sería fortalecer aún más la comunicación de riesgo. No solamente a través de la televisión y las redes, sino que en los municipios. Reforzar que estamos en una preemergencia o en una emergencia, con niveles muy elevados de contaminantes y dañinos para la salud. La idea es que la población se eduque, colabore con la fiscalización y aporte también su granito de arena reduciendo sus niveles de emisiones”.

Bastante más crítico es Patricio Hernández, docente del Departamento de Física de la Facultad de Ciencias Naturales, Matemática y del Medio Ambiente (FCNMMA) de la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM), quien afirma que “la alerta, la preemergencia y la emergencia son recetas. Es como quien dice: ‘una persona está enferma, échale mentholatum y estamos listos’. A lo mejor se va a aliviar, pero no se le va a quitar la enfermedad. Porque para poder curarla definitivamente se necesitan soluciones que son extremadamente radicales. Y hasta ahora, por la manera en cómo opera la política y muchas instituciones, todo indica que prefieren una solución a medias tintas, pero no abarcan rangos que son de alta complejidad”.

Valeria Campos, Usach; Patricio Hernández, UTEM; Karla Yohannessen, U. de Chile.

“Los modelos de pronóstico hoy día son cada vez más asertivos, gracias a las herramientas de Inteligencia Artificial que se emplean. Por lo tanto, tenemos mejores posibilidades de anticiparnos a un episodio crítico y, con ello, poder prevenirlo antes de que ocurra”.

Valeria Campos, académica del Departamento de Ingeniería Química y Bioprocesos de la Universidad de Santiago.

Calefacción residencial y electromovilidad

Con el fin de reducir las emisiones de contaminantes generadas por la combustión residencial a leña, principalmente en la zona centro-sur del país, el Ministerio del Medio Ambiente (MMA) ha implementado estrategias regionales, como el programa de recambio de calefactores y el subsidio de acondicionamiento térmico de viviendas. Pero además, a fines de 2022 se publicó la Ley 21.499, que regula los biocombustibles sólidos, elaborados a partir de biomasa. Se trata de una normativa que apunta a formalizar el mercado de leña, pellets, astillas, briquetas y carbón vegetal, entre otros, definiendo estándares de calidad en la producción y venta.

Si bien estos esfuerzos apuntan en la dirección correcta, variables burocráticas, económicas y culturales han obstaculizado su implementación a gran escala. Por una parte, los procesos de postulación a los programas del gobierno pueden resultar engorrosos para una parte de la población; y por otra, para muchas familias la leña resulta más accesible que otro tipo de calefacción. Pero también, como indica Valeria Campos, “especialmente en el sur hay un tema cultural arraigado que dificulta cambiar la mentalidad de la gente. Cambiar la cultura de la leña por combustibles más limpios, es algo que todavía no está resuelto”.

¿Qué se recomienda para calefaccionar el hogar? “La calefacción eléctrica es la menos contaminante, porque no se genera ninguna emisión de contaminantes adentro de las casas, ni tampoco hacia afuera. También está la calefacción a gas, que es otro combustible que genera pocas emisiones, al menos de material particulado. Y luego la parafina, pero hay que tener ojo con la mantención de las estufas. Al final, todas estas combustiones, al ser de altas temperaturas, también generan gases como monóxido de carbono y óxido de nitrógeno, que van a quedar al interior de las viviendas. Entonces, hay que preocuparse de tener una buena ventilación. Y, finalmente, la leña puede seguir siendo una alternativa, pero bajo ciertas condiciones. O sea, hay que tener una estufa que esté certificada, usar leña seca”, explica la académica del Departamento de Ingeniería Química y Bioprocesos USACH, quien agrega que también es importante “el aislamiento térmico de las casas”.

En la misma línea, Karla Yohannessen recalca que “lo más tóxico es la quema de leñas, sobre todo esas leñas que están húmedas o que contienen mucho azufre, ya que se libera tanto al ambiente como al interior de los hogares. Al contrario, lo más limpio podría ser lo que tiene que ver con electricidad. Sin embargo, esa electricidad igual proviene de alguna parte. Entonces, si nuestra fuente de electricidad es generada por termoeléctrica, estamos contaminando a alguien más mientras nosotros estamos calientitos en la casa. Hay que ser conscientes también con eso. De todas maneras, todo lo que implica quemar algún tipo de combustible, como las estufas a gas o a parafina, emiten contaminantes. Y siempre se recomienda que, ante cualquier tipo de estufa que haga combustión, la casa esté ventilada”, recalca la especialista.

Por otro lado, en lo que respecta a los avances en electromovilidad, particularmente en cuanto a los buses eléctricos que operan en Santiago, el primer informe dado a conocer en abril pasado, elaborado por el Directorio de Transporte Metropolitano (DTPM), reveló que el sistema Red Movilidad es responsable de solo el 3,3% de las emisiones de CO2 del transporte en la capital. Esto, mientras los autos y motocicletas particulares generan el 90%.

Si bien son cifras alentadoras para los usuarios del servicio capitalino, Patricio Hernández se muestra igualmente crítico. “En Santiago se ha logrado en cierta medida, a través de todo el advenimiento de la electromovilidad al transporte público, morigerar el efecto de la emisión de contaminantes. Sin embargo, no mejora desde el punto de vista de los particulares. Porque un buen vehículo eléctrico cuesta por sobre los 20 0 30 millones de pesos. Entonces, no es posible adquirirlo. Para un chileno común y corriente no está al alcance”, enfatiza.

“Por lo tanto, a través de una serie de recetas y de políticas que se aplican se logra se moderar, pero no se elimina la contaminación atmosférica. Para eso tendrían que aplicar soluciones que son terriblemente radicales”, advierte el docente del Departamento de Física de la Facultad de Ciencias Naturales, Matemática y del Medio Ambiente, UTEM.

“Lo más tóxico es la quema de leñas, sobre todo esas leñas que están húmedas o que contienen mucho azufre, ya que se libera tanto al ambiente como al interior de los hogares. Y al contrario, lo más limpio podría ser lo que tiene que ver con electricidad. Sin embargo, esa electricidad igual proviene de alguna parte”.

Karla Yohannessen, profesora asistente de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile.

Contaminación por flujos térmicos

Patricio Hernández es uno de los académicos que lidera una investigación pionera sobre la contaminación del aire en Santiago producto de la actividad humana. Se trata de un proyecto Fondecyt que tiene por objeto hacer un catastro respecto de cuáles son las comunas que más contribuyen a los flujos térmicos y, por lo tanto, al calentamiento de la atmósfera. La investigación se extenderá hasta el 2028, con un impacto a largo plazo que apunta a la modificación de los indicadores de calidad del aire, y la construcción de ciudades más resilientes y sostenibles.

“Con ese proyecto nosotros instalamos en Santiago un sistema de monitoreo de contaminantes, que es como un paralelo al oficial que tiene el Estado, que es el Sistema de Información Nacional de Calidad del Aire (SINCA). Ese sistema mide esencialmente viento, temperatura, humedad relativa, radiación y los contaminantes característicos, como el PM10, el PM2,5, el ozono, el dióxido de carbono y el monóxido de carbono. Pero el tema es que, cuando se trabaja en el área de medio ambiente no basta controlar lo que uno llama las componentes planas del viento. Por lo tanto, lo que hacemos es medir también la componente vertical”.

“¿Y para qué medir la componente vertical del viento? Sucede que, por ejemplo, si hay muchas edificaciones de altura, se propician demasiadas turbulencias en la atmósfera a nivel del suelo. Y esas turbulencias generan lo que se conoce como flujos térmicos. Entonces, la componente Z de la velocidad del viento, la componente vertical, es una de las que más contribuiría a generar flujos térmicos y a propiciar el calentamiento de la atmósfera”.

Según explica el investigador responsable del proyecto, en marzo terminaron de instalar los equipos de medición, denominados anemómetros ultrasónicos, en 650 kilómetros cuadrados del Gran Santiago, en distintas comunas que involucran a alrededor de siete y medio millones de habitantes.

“Entonces, la idea es cuantificar los órdenes de magnitud intercomuna, no solo desde el material particulado, sino que del punto de vista de la contaminación calórica. Desde la energía de calor que está aportando cada comuna y, por lo tanto, haciendo que la atmósfera se vuelva más vulnerable. Tiene que ver con cómo las diversas ciudades están emitiendo calor. Porque uno siempre piensa en la contaminación a partir de los contaminantes tradicionales. Pero no son los únicos. Y eso es lo que nosotros queremos cuantificar”, recalca Patricio Hernández.

Al respecto, destaca que el explosivo desarrollo urbano de Santiago, con una desmesurada construcción de edificios de altura, está contribuyendo a un cambio en la rugosidad de los suelos y, por lo tanto, a un aumento de energía propagándose hacia la atmósfera.

Y esto se incrementa con el tipo de edificación que hoy prevalece, “el paralelepípedo recto”, por el que el mercado apuesta con el fin de optimizar el espacio y mejorar la ganancia. “La solución de fondo es onerosa. Significa innovar profundamente en lo que es la planificación urbana, el diseño arquitectónico y los materiales que se van a emplear en la construcción. Eso involucra miles de miles de millones de dólares para poder generar los cambios. Entonces, la gente se conforma con las soluciones a medias tintas”, recalca el académico UTEM.

Valeria Campos, por su parte, comparte esta visión  afirmando que “la concentración del contaminante que hay en la atmósfera depende de distintos factores. Entre ellos, los grandes edificios pueden afectar al flujo del movimiento de las masas de aire, lo cual puede ser un agente local para hacer que se concentren más los contaminantes”.

“La solución de fondo es onerosa. Significa innovar profundamente en lo que es la planificación urbana, el diseño arquitectónico y los materiales que se van a emplear en la construcción”.

Patricio Hernández, docente del Depto. de Física de la Facultad de Ciencias Naturales, Matemática y del Medio Ambiente, de la Universidad Tecnológica Metropolitana.

Afectación a la salud de la población

Más allá de los distintos factores que desencadenen en una mala calidad del aire, tanto en Santiago como en el resto de las regiones, principalmente en la zona centro-sur, lo cierto es que los efectos son realmente alarmantes.

Al respecto, Karla Yohannessen señala que la contaminación del aire “es un factor de riesgo modificable que produce una alta mortalidad prematura en la población y que se distribuye a lo largo de las ciudades que están contaminadas. O, por ejemplo, de ciudades que sufren peaks de contaminación, especialmente en invierno y que llegan a niveles que son muy dañinos. Obviamente, si uno vive, trabaja o estudia en cercanías de alto flujo, como carreteras  o pueblos industriales, va a tener una mayor exposición. Pero eso no significa que el resto de la ciudad no tenga los contaminantes”.

“Por eso es tan importante vigilarla, regularla y mantener los valores lo más bajos posibles, de manera que las personas en general no estén expuestas. Ese es uno de los grandes desafíos de salud pública. Pero, más allá de la mortalidad prematura, que es el desenlace más grave, como la punta del iceberg, hay muchas otras cosas que ocurren con frecuencia por la contaminación. Por ejemplo, hospitalizaciones debido a causas respiratorias y consultas de urgencia por crisis obstructivas, pero además toda la sintomatología producto de los contaminantes del aire que sufren las personas y que algunas no llegan a consultar”.

Según explica la profesora asistente de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile, la contaminación del aire tiene efectos de corto y largo plazo. “Los efectos de corto plazo son principalmente respiratorios, porque la vía de entrada de un contaminante por elección es la inhalatoria. Por lo tanto, se genera tos, mucosidad, crisis obstructiva, empeoramiento del asma o facilidad para que las personas adquieran o se contagien con virus, pero todo eso es reversible. O sea, cuando en peaks de contaminación se generan estos efectos agudos de corto plazo, si te atienden y te dan algo para esos síntomas, y si baja la contaminación, te vas a mejorar”.

“Sin embargo, la exposición a peaks de contaminación y a contaminación a niveles bajos, por decirlo así, pero de largo plazo, puede llegar a producir cáncer, especialmente cáncer de pulmón. De hecho, la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC), que es de la Organización Mundial de la Salud, ya decretó la contaminación del aire como un cancerígeno, con evidencia científica suficiente. Ahora, no porque te expongas un invierno vas a desarrollar cáncer. Pero sí, quizás, el vivir en ciudades constantemente contaminadas va generando una acumulación de los contaminantes que, finalmente, gatillan en el estrés oxidativo que puede desatar en células cancerígenas”, aclara la académica del PROMA.

Si bien la mala calidad del aire pone en riesgo principalmente a la población más vulnerable, como lactantes, niños, asmáticos, adultos mayores y embarazadas, también afecta a los pacientes con enfermedades cardiovasculares.

Eso, según explica Valeria Campos, “ya que el material particulado, que es por el que estamos saturados, es de 2,5 micrómetros. Es muy pequeño; considerando que un cabello humano tiene alrededor de 10 micrómetros de diámetro y el MP2,5 es de 2,5 micrómetros. Por tanto, cuando entra al sistema respiratorio penetra profundamente al sistema respiratorio. Y como es tan fino, puede llegar a los alveolos pulmonares y ahí pasar al sistema circulatorio. Por eso es que se  asocia tanto a enfermedades respiratorias como cardiovasculares”.

“Más allá de la mortalidad prematura, que es el desenlace más grave, como la punta del iceberg,  hay muchas otras cosas que ocurren con frecuencia por la contaminación. Por ejemplo, hospitalizaciones debido a causas respiratorias y consultas de urgencia por crisis obstructivas”.

Karla Yohannessen, profesora asistente de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile.
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  • 08/07/2025

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