
Las comunidades son clave para salvaguardar el océano de Chile
Las soluciones surgen de la innovación de base, los derechos indígenas y las protecciones efectivas, dicen los participantes de un taller sobre gobernanza de los océanos organizado por Dialogue Earth y FIMA. Fuente: Dialogue Earth, 9 de septiembre de 2025.
En la última década, Chile se ha consolidado como un líder mundial en conservación marina, al menos en teoría. El país ha recibido elogios internacionales por designar más del 40% de sus aguas territoriales como Áreas Marinas Protegidas (AMP) y por liderar iniciativas internacionales en materia oceánica. Sin embargo, en una reunión reciente en la ciudad costera de Viña del Mar, en el centro de Chile, participantes de grupos de la sociedad civil, organizaciones indígenas, el mundo académico y comunidades costeras presentaron un panorama más complejo.
En julio, Dialogue Earth y la ONG chilena FIMA reunieron a más de 30 participantes en un taller para evaluar la gobernanza oceánica del país y explorar las vías de futuro. Los debates revelaron inquietudes sobre las deficiencias en la aplicación de la normativa, las presiones de las industrias extractivas y la exclusión de actores clave. Sin embargo, también destacaron los importantes esfuerzos locales para recuperar la gestión del mar.
La reunión se celebró bajo la Regla de Chatham House , que prohíbe a los asistentes revelar la identidad o afiliación de los demás. Por lo tanto, Dialogue Earth no identifica a los oradores individuales en este artículo.
Triple crisis oceánica
Los ecosistemas marinos de Chile enfrentan presiones crecientes en tres frentes interrelacionados: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación.
Los impactos del calentamiento global en los océanos, como el aumento de las temperaturas , la acidificación y la migración de especies, están alterando los ecosistemas de forma impredecible. «La ciencia es nuestra evidencia», afirmó un experto en el taller. Solicitaron una mayor contribución científica a la formulación de políticas marinas.
Al mismo tiempo, las prácticas pesqueras industriales, como la pesca de arrastre de fondo , siguen destruyendo hábitats vitales como los bosques de algas. Y la sobreexplotación de algas marinas amenaza la base de la red trófica marina. La contaminación por plásticos , la escorrentía de nutrientes y los impactos de la salmonicultura —incluido el uso masivo de antibióticos y el vertido de desechos— han creado zonas muertas y degradado las aguas costeras en muchos lugares del vasto litoral chileno.
A pesar de la extensa red de AMP del país, estas amenazas persisten, en parte, porque las protecciones a menudo solo existen nominalmente. Los participantes destacaron la falta de planes de gestión, el monitoreo inadecuado y la escasa inclusión de las comunidades locales o indígenas en varias áreas supuestamente protegidas. Otro problema planteado fue la dificultad de identificar a los beneficiarios finales de las empresas involucradas en la pesca ilegal o la contaminación, una brecha crítica en la gobernanza oceánica chilena.
Otros participantes señalaron que, a pesar de la elevada cifra general de protección del 40% del océano chileno, existen importantes deficiencias en la red. En la zona central de Chile, por ejemplo, solo una pequeña fracción de las aguas costeras está protegida, a pesar de su alto valor ecológico y humano.
Conservación de base: refugios marinos y más allá
Al contemplar estos desafíos, el taller mostró iniciativas locales que ofrecen una visión más esperanzadora de la gestión marina.
Un ejemplo de ello es el refugio marino . En estas zonas de gestión comunitaria, no se permite ningún tipo de extracción. En la región de Valparaíso, las comunidades de pescadores artesanales han establecido cinco refugios de este tipo en colaboración con la Fundación Capital Azul. Estas áreas, que incluyen Maitencillo y Cachagua, son monitoreadas tanto por científicos como por pescadores, quienes velan por el cumplimiento de las normas y educan a las nuevas generaciones. Con el tiempo, especies como el abulón (conocido localmente como locos ) y los erizos de mar han regresado, a la vez que se ha profundizado la cohesión comunitaria.
“Al principio, hubo resistencia: la gente temía perder el acceso a especies clave”, relató un pescador durante una visita de campo a Maitencillo. “Pero hemos llegado a comprender que proteger una parte del océano garantiza su abundancia para todos en el futuro”.
Otras iniciativas de la sociedad civil incluyen el uso de la ciencia ciudadana para monitorear y regular la recolección de algas marinas, esenciales para la biodiversidad y el almacenamiento de carbono. Una presentación en el taller detalló un proyecto de mapeo de algas marinas y defensa de su hábitat, en el que participan grupos locales del norte de Chile.
El taller también abordó las herramientas de transparencia que ayudan a monitorear las industrias marinas. Por ejemplo, organizaciones como Global Fishing Watch utilizan imágenes satelitales e inteligencia artificial para rastrear buques pesqueros, detectar actividades ilegales y reforzar la aplicación de la ley. Como dijo un participante del taller: «No se puede gestionar lo que no se ve».
El poder de la educación y la imaginación
Más allá de las herramientas tecnológicas y legales, muchos participantes destacaron la necesidad de una transformación cultural. Organizaciones chilenas como Aula de Mar y Oceanósfera son pioneras en iniciativas de alfabetización oceánica, desde programas escolares con temática oceánica hasta grupos de natación en aguas abiertas y talleres prácticos de identificación de algas.
“La conservación no se trata solo de la biodiversidad”, dijo un participante. “Se trata de las emociones, los recuerdos y las historias que compartimos con el mar”.
Estos programas buscan cultivar una conexión biocultural con el entorno marino, animando a las personas a ver a las ballenas, los peces y los crustáceos no solo como recursos, sino como seres con quienes compartimos un territorio. Algunos participantes hablaron de una “imaginación oceánica” que amplía el marco ético de la gobernanza para incluir el cuidado interespecies y el futuro colectivo.
Gobernanza indígena de los océanos
Un tema recurrente durante el taller fue la exclusión de los pueblos indígenas de la toma de decisiones sobre el medio marino. Esto ocurre a pesar de la ratificación por parte de Chile de acuerdos internacionales como el Convenio 169 de la OIT , que supuestamente garantiza el derecho de los pueblos indígenas a la autodeterminación.
“Hay racismo estructural en las políticas costeras”, afirmó un participante del taller. “La inclusión no es un favor. Es un derecho”.
Comunidades y redes de todo Chile luchan por recuperar los espacios marinos ancestrales y los sistemas de conocimiento, pero se puede hacer más. Los participantes del taller coincidieron, por ejemplo, en que las Áreas Costeras Marinas de los Pueblos Indígenas ( ECMPO ), consagradas en la legislación chilena para facilitar la cogobernanza marina indígena, aún se ignoran y carecen de recursos.
Para muchas comunidades, la gobernanza marina no es simplemente un marco burocrático de obligado cumplimiento. Se trata de vivir con y dentro del océano. El consenso general en el taller fue que comprender esto requiere un cambio desde modelos verticales hacia estructuras de cogestión que prioricen las voces y los estilos de vida indígenas.
El papel global de Chile y sus contradicciones
El taller también profundizó en el potencial liderazgo de Chile en la gobernanza internacional de los océanos, en particular a través del tratado sobre Biodiversidad Más Allá de la Jurisdicción Nacional ( BBNJ ). Adoptado tras dos décadas de negociaciones, el tratado busca proteger la biodiversidad en alta mar y promover la equidad en el uso de los recursos marinos.
Chile ha desempeñado un papel activo en estas conversaciones y ha expresado interés en albergar la secretaría de la BBNJ en Valparaíso, una decisión que los participantes consideraron simbólica y estratégica.
“Si el Sur Global va a ser parte de la solución, necesita liderar”, señaló un orador. Ser anfitrión del tratado podría ayudar a acercar el enfoque de la diplomacia marítima a las realidades de países de primera línea como Chile.
Sin embargo, los participantes también señalaron las tensiones entre las aspiraciones internacionales de Chile y la realidad nacional. Señalaron ejemplos de la brecha entre la retórica y la implementación: la continua expansión de las granjas salmoneras en zonas costeras vulnerables, la deficiente aplicación de los derechos indígenas y el limitado progreso en la conservación local.
Avanzando
Al concluir el taller, surgió un consenso: una gobernanza oceánica significativa en Chile requiere más que declaraciones. Necesita procesos inclusivos, transparentes e impulsados por la comunidad que respeten tanto los ecosistemas como a las personas que dependen de ellos.
Las prioridades clave mencionadas por los participantes incluyen fortalecer la implementación de las AMP con participación genuina de la comunidad y los pueblos indígenas, y apoyar modelos comunitarios como los refugios marinos y las ECMPO. Además, fomentar la cultura oceánica mediante la educación, el arte y la participación pública, y garantizar la trazabilidad completa y la rendición de cuentas corporativa en la pesca y la acuicultura.
Lo más importante es que los participantes pidieron un cambio cultural más profundo: un cambio hacia la aceptación del océano no solo como un espacio que debe regularse, sino como un ser vivo con el que todos estamos interconectados y que debemos cuidar. Como reflexionó una persona durante la clausura del taller: «Debemos hablar del océano, sin olvidar las costas y las comunidades que viven en ellas».