Agua y cambio climático: es tiempo de actuar
Columna de Flavia Liberona
A comienzos de octubre, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) presentó el informe “Estado de los Recursos Hídricos Mundiales, 2023”. El reporte resalta la creciente escasez y el estrés de agua que afecta al planeta, señalando que el año anterior fue el más seco para los ríos en 33 años y que, por segunda vez consecutiva, los glaciares registraron la mayor pérdida de masas en medio siglo. Además, 2023 se consolidó como el año más cálido del que se tiene constancia.
Las sequías prolongadas en distintas partes del planeta parecen ser una constante, lo cual incide en la irrupción, frecuencia y voracidad de incendios forestales, como los que actualmente afectan a Brasil, Bolivia y Perú. La desregulación climática también se manifiesta en eventos meteorológicos extremos, con precipitaciones más abundantes que lo habitual y concentradas en cortos periodos de tiempo, lo que provoca inundaciones, aluviones, etc. En este sentido, el documento nos alerta sobre la situación de los recursos hídricos y los cambios que está provocando la crisis climática.
Asimismo, el informe de la OMM da cuenta de que la información sobre estos recursos es insuficiente y desigual. Esta carencia dificulta la existencia de una visión compartida más acertada sobre el estado de los recursos hídricos a nivel mundial y, por lo tanto, afecta la posibilidad de gestionarlos de mejor forma.
Chile no está ajeno a estas situaciones. El informe de Evaluación de Desempeño Ambiental de Chile 2024, elaborado por la OCDE, dedica un extenso capítulo y 18 recomendaciones al tema hídrico. Si bien en los últimos dos años hemos tenido más precipitaciones que en los 12 o 13 años anteriores -lo cual ha significado que los embalses se han recuperado-, los informes de la Dirección General de Aguas indican que no hemos superado la sequía. Prueba de ello es la región de Coquimbo que ha permanecido en una condición crítica durante este año.
Es posible que en la próxima temporada estival la sequía no sea percibida como una amenaza tan brutal por lo habitantes urbanos. Sin embargo, esto no significa que nuestro país esté libre de riesgos. La desertificación avanza y el derretimiento acelerado de glaciares, puede tener consecuencias irreversibles en el mediano plazo. Estos cambios traen aparejadas variaciones importantes en los ciclos productivos agrícolas y, si bien, por ahora todo esto es poco visible a ojos del habitante urbano, pronto comenzarán a percibirse.
Para ello, necesitamos autoridades que diseñen y ejecuten políticas públicas acorde a la situación actual y futura en todos los territorios, que se dejen de avalar proyectos mineros o de otro tipo que afecten glaciares y en general la disponibilidad hídrica local. Ya basta de la elaboración de tantos planes, políticas y programas que nunca se ejecutan por falta de presupuesto fiscal. Urge que las autoridades, a todos los niveles (central, regional y comunal) informen sobre lo que están haciendo, actúen localmente y eduquen a la población sobre los riesgos de la crisis climática e hídrica.
La gestión del agua para el consumo humano, el mantenimiento de ecosistemas y los usos productivos es compleja y ha sido desatendida históricamente en nuestro país. El informe de la OMM pone una nueva alerta. ¡Es tiempo de actuar!