De zona de sacrificio a refugio marino: la resistencia de los pescadores chilenos en Ventanas
By valentina

De zona de sacrificio a refugio marino: la resistencia de los pescadores chilenos en Ventanas

A partir de los años 60, la costa central de Chile cambió para siempre: la instalación de termoeléctricas, una fundición y refinería de cobre, terminales de petróleo y otras industrias transformó una zona pesquera y agrícola en un territorio marcado por la contaminación. La zona de Ventanas es sinónimo de sacrificio ambiental: el deterioro del mar, la contaminación y los efectos en especies y la salud de la población han convertido a esta área en uno de los casos más graves de daño socioambiental en el país. Fuente: Mongabay, 7 de septiembre de 2025.

Lo primero que percibieron los vecinos de La Greda fue que la ropa blanca ya no salía limpia del tendedero. El viento que soplaba en la costa central de Chile, y que llegaba a esta localidad en la comuna de Puchuncaví, arrastraba partículas negras desde la enorme chimenea de una termoeléctrica cercana. Con el tiempo, la contaminación se hizo más difícil de ignorar. En la comunidad vecina de Ventanas, los animales alimentados con pasto de los potreros locales mostraban vísceras de un extraño tono verdoso tras ser sacrificados. Lo mismo ocurría con los moluscos extraídos de la costa.

“En los moluscos como el loco (Concholepas concholepas), vimos la concentración [de metales pesados] a través de unos análisis en sus vísceras”, recuerda Eugenio Silva Pinto, pescador artesanal de Ventanas desde hace más de cinco décadas. “Pudimos detectar esto a través de una venta de lapas que hicimos a una empresa dedicada a su comercialización en conservas. Ellos descubrieron, al abrir un tarro, que estaba verde: eso no era otra cosa que metales pesados como el cobre”.

Sector de Punta Los Lunes, donde se ubica el Refugio Marino de Ventanas. Foto: cortesía Fundación Capital Azul

A inicios de la década de 1960, estos fueron apenas algunos de los indicios del grave impacto ambiental que provocaría la Fundición Ventanas, operada inicialmente por la Empresa Nacional de Minería (ENAMI) y transferida más tarde a la Corporación Nacional del Cobre (Codelco). Lo que alguna vez fue una zona agrícola y pesquera hoy es conocida como la Zona de Sacrificio de Ventanas: un territorio densamente contaminado por un complejo industrial, que incluye termoeléctricas a carbón, una fundición y refinería de cobre, plantas de almacenamiento de gas y terminales de petróleo.

“Lamentablemente, hemos estado desprotegidos por el Estado. No se ha hecho presente ni responsable para tomar las medidas de mitigación, que son lo más necesario para bajar los índices de contaminación”, asevera Silva, encargado de la comisión de disciplina del Sindicato de Pescadores de Caleta Ventanas, de la cual es socio fundador y expresidente.

Eugenio Silva Pinto, socio fundador del Sindicato de Pescadores de Caleta Ventanas, durante el Segundo Encuentro Internacional de Refugios Marinos. Foto: cortesía Fernanda Soto Mastrantonio

El Ministerio del Medio Ambiente de Chile respondió a Mongabay Latam ante una consulta sobre las acciones de remediación en la zona y envió un documento que detalla las medidas ejecutadas y previstas desde 2023 para enfrentar la crisis socioambiental que afecta a las comunas de Concón, Quintero y Puchuncaví.

Entre estas medidas se incluyen tres procedimientos sancionatorios por incumplimientos al Plan de Descontaminación, dirigidos contra empresas como AES Andes. Esta última fue multada con más de 160 millones de pesos (alrededor de 164 800 dólares) por no reducir en un 11 % las emisiones de dióxido de azufre (SO₂) durante episodios de alerta. Además, Codelco concretó el cierre definitivo de su Fundición Ventanas en mayo de 2023, tras ser catalogada como una “megafuente” emisora de contaminantes.

Mongabay Latam también solicitó información a AES Andes y Codelco sobre las acciones concretas que han implementado para mitigar los impactos socioambientales históricos en la zona de Ventanas. Sin embargo, hasta el cierre de esta edición, ninguna de las dos empresas había respondido.

Conversamos con Eugenio Silva Pinto sobre los retos que aún enfrentan los pescadores, quienes hoy lideran el Refugio Marino de Ventanas, creado en 2017 en colaboración con la Fundación Capital Azul para la restauración, protección y gestión de los ecosistemas marinos-costeros de los que dependen sus comunidades y la propia naturaleza.

Los pescadores de Ventanas lideran iniciativas como el Refugio Marino de Ventanas, un esfuerzo comunitario para proteger y restaurar los ecosistemas marinos que aún sobreviven a la contaminación histórica. Foto: cortesía Fernanda Ruíz

—¿Cómo era la Caleta Ventanas antes de la llegada de la industria?

—Era muy distinta a lo que hoy día tenemos. Era una playa limpia, con una abundancia importante de turistas. No es que actualmente no sea visitada, pero en esos tiempos venía mucha gente a Ventanas porque se podía disfrutar de una de las pocas playas aptas para el baño en el país. También de todos los mariscos y la abundancia de peces que teníamos.

Hablo de los tiempos en que trabajaba como buzo de escafandra, de los que tengo muchos recuerdos. La abundancia de macha (Mesodesma donacium) significó dar trabajo a mucha gente, incluso a mujeres que en esos años se acercaban a la playa y sacaban este molusco bivalvo por tierra.

Había un recurso de supervivencia porque contábamos con los bancos naturales y otras especies en abundancia en la zona. La vida fue cambiando poco a poco cuando llegó la primera empresa al puerto costero: la refinería de ENAP [Empresa Nacional del Petróleo]. Eso dio paso a las siguientes empresas y no hubo un instrumento de ordenamiento territorial que pudiese ponerles fin. Cuando detectaron una bahía que era propicia e importante, que reunía condiciones para ir generando más muelles donde poder atracar sus barcos para carga y descarga de sus productos, el cambio fue muy brusco.

La fundición de Codelco y la termoeléctrica de AES Gener [hoy AES Andes] provocaron un daño muy importante a la agricultura, que tuvo daños evidentes porque se quemaba la siembra y el pasto. De ahí en adelante la abundancia de empresas provocó un gran cambio en la playa.

La abundante biodiversidad del Refugio Marino de Ventanas. Foto: cortesía Mauricio Altamirano

—¿Cómo afectó la contaminación industrial a la pesca artesanal de Ventanas?

—El efecto de la contaminación —debo decir que por tanta ignorancia de la comunidad—, siguió en muchos casos con la salud de nosotros, de las personas. Hay gente que ya no está con nosotros, especialmente aquellas personas que trabajaban en las empresas, porque se fueron enfermando. Fallecieron muchas personas.

El impacto en la agricultura fue importante. Junto con la pesca, eran las dos actividades económicas principales de la comuna de Puchuncaví. La agricultura desapareció en un 90 % o más, y la pesca fue decayendo día con día. No nos percatamos porque no teníamos los elementos, los instrumentos y tampoco la capacidad de gestión con laboratorios que hicieran los análisis que correspondían a cada uno de los recursos que nosotros también consumíamos. Así que el efecto vino por todos lados.

Lo único que generaron las empresas fue mano de obra. Se produjeron controversias porque, en un comienzo, estaba bien para las familias en las que el marido o los hijos podían trabajar en las empresas. Tanto así que las autoridades comunales y regionales de la época no mostraron mayor rechazo, muy por el contrario, apostaban a que las empresas iban a ser un cambio importante, que iban a generar ayuda con un plan de desarrollo para la comunidad. Pero la generación de energía, la producción del cobre y la distribución de combustible, lamentablemente, nos han traído un decaimiento importante.

Los pescadores artesanales de Ventanas han denunciado el abandono estatal, tras décadas de inacción frente a los impactos industriales que afectan sus medios de vida y su entorno. Foto: cortesía Fernanda Ruíz

—¿Qué ha representado para usted y su comunidad vivir en una llamada “zona de sacrificio”?

—Por Dios que afecta. Cuánto quisiéramos que la comuna pudiese salir de esa forma de considerar a esta y otras comunas del país. Es un estigma que se ha generado y, lamentablemente, no se ha detenido. Por lo visto, las autoridades no quieren que otra comuna llegue a estos extremos y que se convierta también en zona de sacrificio. Por eso han concentrado todo acá, pero no han tenido la sensibilidad ni la voluntad para terminar con todo esto.

En los últimos años hemos buscado formas de hacer frente a estos problemas y, como sindicato, si bien es cierto que se generan algunas ayudas para salir del paso con infraestructura y algunas cosas que necesitamos los pescadores, en ningún caso puede compararse con el daño que han generado.

Eugenio Silva Pinto, socio fundador del Sindicato de Pescadores de Caleta Ventanas. Foto: cortesía Fernanda Soto Mastrantonio

—¿Cómo nace la idea del Refugio Marino de Ventanas?

—Comenzó con una iniciativa de la Fundación Capital Azul, su director y su equipo técnico, que ya estaban instalados en dos caletas vecinas: Cachagua y Maitencillo. Ellos estaban cuidando un sector con algunas hectáreas insertas en las áreas de manejo. Eso significa que ese lugar no debe explotarse ni sacar ningún recurso.

En Ventanas hemos firmado un convenio de conservación voluntaria como sindicato con Capital Azul, para que puedan desarrollarse todas las actividades de seguimiento para ver cuál es el comportamiento y crecimiento de las especies de moluscos y peces. El refugio ya tiene más de siete años y los especialistas han comprobado que los cambios han sido bastante interesantes.

Ilustración de las áreas manejadas y protegidas por los pescadores de Ventanas. Foto: cortesía Fernanda Ruíz

—¿Qué especies marinas han comenzado a recuperarse desde la creación del refugio? ¿Por qué todas ellas son importantes?

—Tenemos el loco, la lapa (Fissurella spp), el erizo (Tetrapygus niger) y las algas, como el huiro palo (Lessonia trabeculata). Tenemos peces como la vieja (Graus nigra) y el pejeperro (Semicossyphus darwini) que, según la última información, se ha divisado por los buzos de Capital Azul, y es una especie que no veíamos hace muchos años. Eso habla bien del área, porque no ha habido un exceso de ingreso como cuando estaba abierta la zona para poder bucear y trabajar.

Al darle tranquilidad a esos espacios, a cada uno de los recursos, las especies que son migratorias —como la vieja, el pejeperro, el rollizo (Pinguipes chilensis) y otros peces de roca— permite que tengan su lugar de resguardo, alimentación y obviamente de reproducción, que resulta muy importante para ellos y también para nosotros, porque eso va generando abundancia en el tiempo.

Rollizo (Pinguipes chilensis) en el Refugio Marino de Ventanas. Foto: cortesía Mauricio Altamirano ventanas
Buceando en el Refugio Marino de Ventanas. Foto: cortesía Mauricio Altamirano

—¿Qué amenazas actuales enfrenta el refugio y la caleta en general?

—Tenemos grandes dificultades tanto en el refugio como en el área de manejo que explotamos nosotros, por los robos que hay por parte de gente que ingresa y no respeta nada. La gran amenaza es que estas áreas no cumplan con su objetivo por los robos.

Con dos buzos que ingresen a robar estos recursos ya se desequilibra totalmente la cadena porque disminuye la reproducción. No dejan crecer a las especies como corresponde y hacen un daño importante.

Vista al Refugio Marino de Ventanas. Foto: cortesía Rodrigo Sánchez Grez

—¿Se ha escuchado la voz de los pescadores frente a esta problemática?

—Cada vez que podemos reunirnos con las autoridades —el Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura (Sernapesca), la autoridad marítima (Directemar) y Carabineros de Chile—, les exponemos estos casos. Ya son muchísimas las ocasiones en las que nos hemos reunido, especialmente en aquellos tiempos cuando nosotros hacíamos cuadrillas y nos hacíamos cargo de cuidar día y noche.

Hoy todos son conscientes, pero no existe un plan que pueda ser más asertivo y que provoque el cambio que se necesita. Ahora estoy muy interesado y contento porque la Fundación Capital Azul está presente con profesionales en el área, que también pueden ayudarnos. Ellos tienen una cámara de vigilancia en tierra que nos permite vigilar de día o noche si hay ingreso al área de manejo, pero es solamente un sector del área. Así que estamos en eso.

Esperamos un mayor acercamiento de las autoridades para exigir, porque es el Estado quien nos entregó a nosotros esta área de manejo, este espacio de costa. Ahora corresponde que asuman el rol que deben cumplir. Si bien es cierto nosotros podemos vigilar, no tenemos facultades para sancionar. Solamente podemos sancionar a nuestros socios si los sorprendemos ingresando al área de manejo en momentos que no está organizada una extracción.

Cangrejos de porcelana en el Refugio Marino de Ventanas. Foto: cortesía Cecilia Leyton

—¿Cómo ha cambiado la relación de la comunidad con el mar desde la implementación del refugio?

—La relación es muy buena, aunque no es generalizada. No puedo decir que toda la gente está reclamando por el uso de estas costas, de este espacio de mar y fondo marino. Sin embargo, son casos puntuales de jóvenes que se dedican a la actividad ilegal de sacar el loco. La relación no es buena con ellos porque han amenazado a los vigilantes que tenemos y eso es un grave problema.

Lo que es claro es que somos más: todo el grupo de pescadores. Como uno ha vivido de esto, tiene en el corazón la idea de seguir generando avance con esta actividad, porque se es muy agradecido por lo que el mar le ha dado a nuestras vidas. No queremos que esta actividad vaya decayendo. Muy por el contrario, se puede potenciar. El mar necesita el cuidado de cada una de las especies. Nosotros no podemos sobrepasar las cuotas que corresponden, porque si así lo hiciéramos, todo estaría extinto.

Tiburón pintarroja en el Refugio Marino de Ventanas. Foto: cortesía Felipe Cáceres

—¿Qué sueña para el futuro del Refugio Marino y de la comunidad de Ventanas?

—El refugio marino tiene un objetivo que me agrada muchísimo: es concordante con lo que comenzamos 39 años atrás, con la fundación del sindicato en 1986. Valoro y celebro la iniciativa, porque además los profesionales de Capital Azul nos entregan información científica para poder avanzar y darle un manejo más adecuado a las extracciones, y no solo regirnos por las normas que tienen las autoridades de pesca, que son los entes fiscalizadores. Ese apoyo nos permite ir mejorando cada día.

La abundancia también es súper importante: las especies que tienen abundancia pueden cooperar, por decirlo así, con todos los sectores aledaños o colindantes que no están en el área de manejo, que están abiertos. Al momento de reproducirse, sus larvas pueden trasladarse y fijarse en todas estas zonas.

Me gustaría que las nuevas generaciones se integren a estos grupos que nosotros conformamos y que puedan interiorizar los objetivos principales. Esto es una forma de que ellos puedan adquirir y mantener una cultura, cuya información también puedan transferir a sus hijos, de tal manera que estas costas no decaigan.

Espero que las redes que podamos formar en adelante aumenten y podamos sensibilizar a la autoridades, porque el Estado tiene que hacerse presente no de a rato, sino en un 100 % para evitar que siga creciendo este complejo industrial. No estoy en contra del sector empresarial, sino de la abundancia de empresas en el borde costero y sus impactos. El planeta ya no soporta más contaminación.

Trombollito de tres aletas en el Refugio Marino de Ventanas. Foto: cortesía Felipe Cáceres

Imagen principal: Eugenio Silva Pinto, en el lanzamiento del proyecto GEF Incentivos para la Conservación de la Biodiversidad. Foto: cortesía Fernanda Ruiz

  • Sin comentarios
  • 09/09/2025

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *