
El impacto de los microplásticos va más allá de la vida marina
También se está acumulando en los suelos, haciéndolos menos productivos, y en la superficie de las zonas polares, donde contribuye a acelerar el derretimiento de los hielos. Fuente: El Mercurio, 23 de julio de 2020.
El problema del microplástico se ha transformado en una preocupación global, en especial por su impacto en la vida marina y en el ser humano, que se alimenta de ella. Pero la realidad es que solo llega al mar de 10% a 15% del plástico que se desecha anualmente, mientras que el resto termina, en el mejor de los casos, en vertederos bajo el suelo. Así lo reconoce Mauricio Urbina, fisiólogo animal de la U. de Concepción e investigador del Instituto Milenio de Oceanografía.
‘El microplástico que llega al mar solo es la punta del iceberg, la mayoría del problema esta en la tierra firme y sabemos muy poco’, dice el investigador, quien realizó un reciente estudio en el que analizaron el impacto del microplástico en los cultivos hidropónicos de maíz. Descubrió, entre otros efectos, que las plantas solo crecieron a la mitad de su tamaño, lo que revela la potencial degradación que puede sufrir el suelo agrícola a medida que la concentración de microplástico en él aumenta.
Una parte del plástico es liberado al ambiente como macroplástico, es decir en fragmentos mayores a los 5 milímetros, y que rápidamente se degrada a tamaños menores, lo que se conoce como microplástico. Pero hay otras fuentes menos conocidas.
Otro estudio, publicado este mes en la revista Nature Communications, mostró que también se origina por el desgaste de los neumáticos y frenos de los vehículos. Los autores de la publicación, liderada por Nikolaos Evangeliou, del Instituto Noruego para la Investigación del Aire, mostraron que las emisiones de microplásticos en las carreteras constituyen el 30% de la contaminación por microplásticos en los ecosistemas de agua dulce y oceánicos, la mayoría de los cuales proviene de regiones densamente pobladas como el este de EE.UU., el norte de Europa y las áreas altamente urbanizadas del sudeste asiático.
Del total de este microplástico, 52 mil toneladas terminan anualmente en los ríos y los océanos del mundo, mientras que otras 30 mil toneladas, gracias a su tamaño, son llevadas por el viento a superficies remotas cubiertas de nieve y hielo. Los autores señalan que esto es preocupante para las regiones sensibles, como el Ártico, porque las partículas oscuras disminuyen el albedo de la superficie (la cantidad de luz solar reflejada desde la superficie de la Tierra) y pueden acelerar el derretimiento.
El lavado de ropa (la mayoría hoy es sintética) y algunos productos de aseo personal como pastas de dientes, crema y el shampoo también son fuente de mucho microplástico, asegura Raimundo Bordagorry, investigador del Centro de Energía y Desarrollo Sustentable de la U. Diego Portales. ‘Cada vez que lavamos ropa o empleamos estos productos estamos contribuyendo a la contaminación de los océanos porque los sistemas de tratamiento, a pesar de que en Chile son muy buenos, no están diseñados para contener esas pequeñas micropartículas. Son sistemas para eliminar, principalmente la contaminación biológica humana o las bacterias’, sostiene.
El tema da para mucho. ‘A nivel global estamos recién entendiendo cuál es la dinámica de este microplástico, dónde se genera, para dónde va, dónde se acumula, cuándo lo hace y por qué medios se transporta, para poder luego conocer sus efectos’, admite Urbina.