Quintero y Puchuncaví: niñez y vejez de sacrificio
La contaminación en estas zonas no solo ha dañado el ecosistema marino y la calidad de las tierras agrícolas, afectando a pescadores y agricultores. Al daño medio ambiental se suman el deterioro social en las comunidades, la permanente sensación de inseguridad y la desesperanza, siendo niños y adultos mayores los más afectados. “Uno se acostumbra. Quintero es humilde, no tiene opción. Primero, llegan industrias y generan recursos, luego emplean a los jóvenes para que dependan de ellos y, al final, los viejos y los niños de las escuelas nos enfermamos como daño ‘colateral’ de las mismas industrias que nos dan la pega”, dice, con la claridad de la experiencia, Orlando Denis, de 82 años. Y agrega: “Yo me dediqué por años a ser buzo. Antes había locos, jaibas, huiros, ¿pero qué hay ahora? Puras piedras blancas, carbón en la arena y erizos negros… El mar acá se murió y mucha gente se enfermó. Yo terminé en el Hogar de Cristo, con eso le digo todo”. Fuente: El Mostrador, 29 de agosto de 2022.
En Quintero, el viento que sopla está cargado de plomo, arsénico y otros vapores tóxicos. Eso asegura uno de sus pobladores, Orlando Denis, de 82 años, cuando recuerda cómo era la comuna antes del arribo de las empresas emplazadas en el cordón industrial Quintero-Puchuncaví.
“Cerca de la década del 50, comenzaron a llegar las industrias. Primero, llegó Enami (Empresa Nacional de Minería) y, luego, ¿cuántas más? ¿Diecinueve son hoy? Antes, por ejemplo, en Quintero, Puchuncaví o Ventanas, se cultivaba la tierra, se cosechaba lentejas, arvejas, pero hoy la tierra y el mar están muertos, nada crece. Es mucha la gente que he visto morir de cáncer, pero no hay estadísticas de eso, ¿por qué?”, se pregunta.
-¿Nunca pensó dejar Quintero?
-Uno se acostumbra. Quintero es humilde, no tiene opción. Primero, llegan industrias y generan recursos, luego emplean a los jóvenes para que dependan de ellos y, al final, los viejos y los niños de las escuelas nos enfermamos como daño “colateral” de las mismas industrias que nos dan la pega.
El parque industrial Quintero-Puchuncaví es un sector de aproximadamente 5 kilómetros, emplazado en la costa de la Región de Valparaíso. Abarca alrededor de 500 hectáreas, donde funcionan más de 16 empresas de alto riesgo que en múltiples ocasiones han sido investigadas y sancionadas.
Orlando es uno de los participantes del Centro de Encuentro del Adulto Mayor de Hogar de Cristo, enfocado en la población más longeva y vulnerable de la comuna. Un espacio lleno de alegría y actividad, donde las personas mayores, por medio de actividades deportivas, acompañamiento psicosocial y atención terapéutica, encuentran una salida a la soledad y a la pobreza.
Para Orlando Bernal (33), trabajador social de Hogar de Cristo, no es lo mismo ser una persona mayor en Quinteros que en otra comuna de Chile. “Esto por problemas de salud concretos, como asma, problemas cardiacos, cáncer. Muchas veces hemos tenido que cesar las tareas físicas o hemos debido trasladar a los adultos mayores a urgencias debido a vómitos, mareos, baja de presión, desmayos”.
La experiencia en terreno de Orlando tiene asidero en los estudios. En octubre de 2018, una investigación realizada por el Colegio Médico tras las masivas intoxicaciones que ese mes afectaron a más de 1.700 habitantes de Quintero y Puchuncaví, alertó que los gases detectados podían causar daños genéticos y cáncer. Un nuevo estudio realizado por ocho científicos de Chile, Rusia y Estados Unidos advierte que las concentraciones de metales pesados presentes en el suelo aledaño al Complejo Industrial Ventanas suponen un riesgo de cáncer para niños y adultos mayores de la zona.
Tierra tóxica
Hay dos cosas a las que todos los niños de Quintero están acostumbrados. Una de ellas es ver la arena de sus playas negras por el carbón. Lo otro es el humo saliendo de cada una de las empresas que forman el cordón industrial que les dieron el triste rango de “zona de sacrificio” a estas localidades que suman 30 mil habitantes. “Como educadora he llevado al hospital a niños desvanecidos porque inhalaron los vapores tóxicos o porque ingirieron tierra. Un punto clave porque todos hablan de los gases tóxicos, pero que nadie toma en cuenta, es que la tierra en Quintero es ácida y dañina y es justo ahí donde juegan los niños, que terminan vomitando, mareados o perdiendo la sensibilidad de las piernas”, revela Rosa (37), educadora de párvulos del jardín Burbujita, en Quintero, cuyo verdadero nombre se mantendrá en el anonimato.
Hace poco más de dos meses, los jardines Burbujita y Bambi, de Quintero, fueron evacuados tras comprobarse la presencia de sulfuro de hidrógeno, un gas incoloro inflamable que en altas concentraciones puede ser venenoso. A la fecha, más de 265 niños han estado con consultas similares en el Hospital Adriana Cousiño de la comuna.
“Todos los días estamos sacrificando a nuestros hijos. El porcentaje de personas que están enfermas de asma, cáncer o tienen necesidades especiales, es el doble del número de una comuna de tamaño similar”, concluye Rosa.
La declaración de Rosa calza con los resultados del estudio realizado por el Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (Fondecyt), que detectó que “el riesgo carcinogénico debido a la exposición al arsénico fue superior al valor umbral de 10-04 en la población de niños pequeños (de 1 a 5 años) en el 27% del área de estudio”. La investigación extrajo 245 muestras del suelo cercano al complejo industrial de Quintero y Puchuncaví para determinar concentraciones tóxicas de cobre, arsénico, plomo y zinc.
La crisis de agosto de 2018
Para la mayoría de los habitantes de Quintero, el episodio de 2018, que derivó en varias intoxicaciones entre agosto y octubre de ese año, ha sido el peor. En menos de dos meses, más de 1.300 personas fueron atendidas por los episodios de intoxicación y 16 de ellas debieron ser hospitalizadas.
“Recuerdo esos días con harta rabia”, dice Gabriela Lara (80), participante del Centro de Encuentro del Adulto Mayor de Hogar de Cristo, en Quintero. “Yo estaba con mi esposo cuando me empezó a venir un mareo terrible, y se me empezaron a cerrar los ojos y la nariz, casi no podía respirar, era olor a carbón y neumático quemado”.
La sede del Centro de Encuentro del Adulto Mayor está ubicada en el centro de Quinteros, un sector donde decanta gran parte de los gases tóxicos. “Es triste porque las personas mayores que vienen acá están súper solas y cerrar el programa sería crítico para ellos”, dice Ruben Bugeño (35), kinesiólogo del programa. “Además de alimentación y remedios, las personas mayores necesitan mantenerse activas y en movimiento, si no caen rápido en depresión. Negarles la posibilidad de mantenerse activos y vigentes, porque en su comuna el dióxido de azufre está por las nubes, es indignante”.
Desde el municipio, Patricia Lucarelli, encargada de los programas sociales de Quintero, declara que “no se puede hacer mucho más que entregar información y suspender las actividades de educación física para los adultos mayores. Este es un tema que le corresponde a Salud o al Hospital, nosotros como municipio no podemos hacer más que suspender las clases”.
Según el Registro Social de Hogares, más del 70% de la población de Quintero está en el tramo de mayor vulnerabilidad social. Sufriendo carencias en alimentación, salud, trabajo, seguridad social y vivienda. “Para la mayoría de las personas mayores en Quintero los factores a considerar se cruzan: muchos tienen a sus hijos trabajando en las empresas del cordón industrial, que son las mismas que contaminan y ponen en riesgo la salud”.
¿Medidas definitivas?
Desde junio a la fecha, se han registrado más de 650 atenciones de salud por efectos de intoxicación por gases no identificados, la mayor parte de los afectados corresponde a personas mayores, niños y adolescentes. Una realidad que desde la Secretaría Regional del Ministerio de Salud de Valparaíso han abordado “entregando los antecedentes a la Delegación Presidencial. Eso permitió generar once resoluciones de declaración de Gestión de Episodios Críticos, obligando a las empresas del radio industrial de Quintero y Puchuncaví a adoptar medidas de resguardo por condiciones de ventilación atmosférica no favorables”.
Katta Alonso (69), socia fundadora y vocera de la agrupación Mujeres de Zona de Sacrificio, no tiene tan claro que algo cambie en el mediano plazo. “Lamentablemente, la normativa chilena es muy laxa y del año del cuete, insuficiente para controlar lo que lo que ha pasado aquí. La Superintendencia del Medio Ambiente no tiene presupuesto para fiscalizar y, además, son tres gatos”.
En julio de 2022, el subsecretario de Salud Pública, Cristóbal Cuadrado, visitó Quintero para dar el vamos al estudio denominado “Situación de Salud de los habitantes de las comunas de Quintero-Puchuncaví-Concón, asociado a determinantes de la salud 2022”. La iniciativa, actualmente en curso, busca conocer la prevalencia, características y factores de riesgo de enfermedades, en una muestra estadísticamente representativa de la población mayor a un año de edad de esas comunas, que son en total 1.267 personas.
“Es de esperar que ahora al menos conozcan nuestra situación”, reflexiona Nicolás Villarroel (81), oriundo de Quintero y participante de la organización del Padre Hurtado. “A mí me cuesta llegar al Hogar de Cristo, me duelen los ojos y me pica la garganta, he vomitado y me he ahogado como todos, pero vale la pena, porque acá converso, tengo amigos, hago deporte y es lo último que me va quedando”.